Quitar los odios y los fusiles de la política

24 de julio de 2022 - 03:07 p. m.
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Dos acontecimientos de especial trascendencia marcaron un nuevo rumbo en la historia de Colombia a partir del año 2022. El primero, la elección de Gustavo Petro como presidente de la República, siendo inédito que un candidato de izquierda ocupe la primera magistratura del país; y la elección de Francia Márquez como vicepresidenta de la República, una mujer afrodescendiente, desplazada y víctima del conflicto armado. El segundo, la entrega del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, un mecanismo de carácter temporal y extrajudicial del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, creado por el Acuerdo de Paz del 24 de noviembre de 2016.

El señor Petro, una vez elegido hizo un llamado a la unidad, a que Colombia en medio de su diversidad sea una sola y no dos cercanas en términos de votos. Se refirió a la política del amor, como la política del entendimiento, del diálogo y la comprensión, para sanar las heridas del pasado. Señaló que nuestro país será otro, con un cambio real, pero no para la venganza, ni para construir más odios o profundizar el sectarismo en la sociedad.

La señora Márquez agradeció a los colombianos y colombianas, a los líderes sociales, a la juventud, a las mujeres, a quienes han sido violentados, asesinados y desaparecidos. Evocó a los “ancestros y ancestras”, a las víctimas tras décadas de violencia, exaltando su contribución para que llegara el momento del cambio con el gobierno del pueblo.

Luego de un arduo y tesonero trabajo la Comisión de la Verdad entregó su Informe Final. En este proceso metodológico de escucha, investigación y contrastación, se evidenciaron los horrores de la guerra. Son múltiples las violaciones a los Derechos Humanos e infracciones al Derecho internacional Humanitario; se aterrorizó a las poblaciones, a las comunidades étnicas y campesinas, sometiéndolas a la barbarie, a los tratos inhumanos y degradantes, convirtiendo estas prácticas en instrumentos de guerra. El presidente de la Comisión, padre Francisco de Roux, preguntó ¿Cómo nos atrevimos a dejar que pasara y cómo nos podemos atrever a permitir que continúe?

Frente al llamado de diálogo y unidad nacional que viene adelantando el presidente electo Petro, incluso con sus más acerados contradictores, algunos sectores de nuestra sociedad con cierta dirigencia política a la cabeza, están atónitos y sorprendidos; su deseo de mantener la polarización y el odio se ve frustrado. El panorama hace cuatro años con el señor Iván Duque era distinto, un presidente sin independencia, a quien se le encomendó degradar y atacar al presidente Santos y su gobierno; romper relaciones con el gobierno de Venezuela y hacer todo lo posible por destruir, debilitar u obstaculizar el Acuerdo Final de Paz. Actuó con arrogancia, con desprecio hacia la oposición; el cumplimiento de las promesas de campaña lo convirtió en el gobierno de las inconstitucionalidades. Un periodo, en el que las matanzas de lideres sociales y ex integrantes de las Farc no tuvo tregua.

En lo concerniente a la Comisión de la Verdad, el actual presidente y algunos miembros del partido de gobierno, cuestionan a sus integrantes por tener intereses políticos, ideología o pertenencia a partidos de izquierda. Sin haber estudiado el informe final, el señor Duque dijo que “la verdad no puede tener sesgos, ni ideologías, no puede tener prejuicios. Es objetiva”. Posteriormente señaló que el informe no es vinculante. Se perturbó el trabajo de los comisionados y se afectó a las víctimas, por ejemplo, en las entrevistas con alias Otoniel y su presurosa extradición. Igualmente, se arremetió contra quienes luchan por mantener la memoria.

Estos dos grandes acontecimientos están cambiando la historia del país, su denominador común es la búsqueda de la paz, la defensa de las víctimas y la inclusión. Los mensajes son de esperanza, de cambio; el nuevo gobierno le da la bienvenida a la oposición política y la justifica; para la Comisión hay que tomar distancia de los que “meten fusiles en la política” y de quienes pretenden “apoyar la lucha legítima con ametralladoras”. Arrepentirse, aceptar la responsabilidad y pedir perdón, sana. Hay una puesta en común para superar el odio y la violencia, es la labranza para conseguir la “paz grande”.

 

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