Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La destrucción de la naturaleza exacerba los conflictos en el mundo.
Esta afirmación del Secretario General de la ONU, António Guterres, quien ha subrayado la importancia de abordar los desafíos ambientales, ha sido recogida es los más recientes marcos de acción de Naciones Unidas en materia de paz y desarrollo sostenible, como la Nueva Agenda para la Paz y el Pacto para el Futuro, adoptado por los Estados Miembro de la ONU durante la Cumbre del Futuro celebrada en Nueva York el pasado septiembre.
Estos marcos de acción integran una visión de construcción de paz en armonía con la naturaleza, resaltando la necesidad de promover transiciones ambientales, especialmente en contextos de posconflicto. Ambos destacan cómo los eventos climáticos extremos, la escasez de recursos y la degradación ambiental pueden exacerbar las tensiones sociales y derivar en conflictos internos o transfronterizos, perpetuando aún más los daños ambientales.
De acuerdo con el Instituto de Medio Ambiente y Seguridad Humana de la Universidad de las Naciones Unidas, alrededor de la mitad de los conflictos armados actuales están relacionados con el control o el acceso a recursos naturales como el agua, la tierra o los minerales.
En este contexto, la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB) destaca la importancia de la conservación de la biodiversidad para la paz y la estabilidad, especialmente en zonas rurales y países afectados por conflictos, reconociendo que la gestión sostenible de los ecosistemas es fundamental para asegurar el acceso al agua, los alimentos y los medios de vida.
La COP16, organizada bajo el lema Paz con la Naturaleza, eleva esta discusión a los más altos niveles de la agenda ambiental multilateral.
Países megabiodiversos como Colombia tienen un enorme potencial para transformar las conflictividades mediante soluciones basadas en la naturaleza.
Desde Naciones Unidas, hemos observado que la integración de enfoques ambientales dentro de los acuerdos de paz es crucial para garantizar su sostenibilidad. Acertadamente, el Acuerdo Final de Paz, firmado en 2016, priorizó la transformación de los territorios afectados por el conflicto, incluyendo temas esenciales para la relación entre paz, medio ambiente y desarrollo territorial.
Las Zonas de Reserva Campesina promueven el acceso equitativo a la tierra y el desarrollo rural sostenible, permitiendo a las comunidades campesinas gestionar de manera responsable los recursos naturales en territorios de alta biodiversidad. Los PDET fueron diseñados para transformar las zonas más afectadas por el conflicto mediante una planificación participativa y sostenible. El Plan Nacional de Zonificación Ambiental es una herramienta esencial para ordenar el uso del territorio en función de sus características ecológicas, asegurando que el desarrollo económico se realice de manera sostenible y que se prevengan conflictos por el uso de la tierra. Y entre los trabajados y obras de carácter reparador impuestos por la JEP como parte de sus sanciones propias, los TOAR (Trabajos, obras y actividades con contenido restaurador-reparador que deben realizar algunos comparecientes ante la JEP), hay proyectos orientados a la reparación del daño ambiental causado por el conflicto armado.
Desde la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, y durante estos ocho años de implementación del Acuerdo de paz, hemos sido testigos de cómo los territorios con mayor conflictividad y predominio de economías ilícitas también se caracterizan por su rica biodiversidad, y su diversidad étnica, social y cultural. A partir del mandato del Consejo de Seguridad, hemos incorporado consideraciones ambientales en nuestras estrategias de verificación y apoyo a la consolidación de la paz.
Por ello, por ejemplo, en el marco de la verificación de la Reforma Rural Integral, la Misión ha priorizado la atención y el seguimiento de los conflictos relacionados con el uso y la tenencia de la tierra, así como las conflictividades socio-ambientales.
En los últimos años, Naciones Unidas ha acumulado importantes experiencias en la intersección entre clima, biodiversidad y conflicto que permiten fortalecer las estrategias de prevención de conflictos violentos. Una de las conclusiones más claras es que la relación entre estos fenómenos es multidimensional y requiere un enfoque integral. Es esencial incorporar elementos de gobernanza, desarrollo sostenible y construcción de paz en una sola estrategia coherente que permita enfrentar las raíces de los conflictos.
Hemos aprendido que el fortalecimiento de la gobernanza local y el involucramiento de las comunidades afectadas son fundamentales para garantizar la sostenibilidad de las intervenciones. Los actores locales, en particular las comunidades indígenas y campesinas, juegan un papel crucial en la gestión de los recursos naturales y en la resolución de conflictos sobre el acceso a la tierra y el agua. Las soluciones de gobernanza deben ser inclusivas, participativas y reconocer el papel de los saberes tradicionales en la preservación la naturaleza.
Hemos también constatado que las soluciones basadas en la naturaleza no solo ayudan a mitigar los efectos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, sino también refuerzan la resiliencia de las comunidades. Iniciativas como la restauración de ecosistemas y la conservación de la biodiversidad han demostrado ser herramientas efectivas para reducir las tensiones por el acceso a los recursos, generando medios de vida sostenibles que contribuyen a la paz.
En países como Colombia, el manejo adecuado de los recursos naturales, como el uso de la tierra y el agua, debe estar en el centro de cualquier acuerdo de paz futuro para asegurar que las comunidades puedan reconstruir sus vidas sin volver a caer en ciclos de conflicto. Asimismo, el proceso de reincorporación comunitario pasa por un trabajo colectivo de restauración ambiental.
Considerando que las dificultades de acceso a recursos se agravan por el cambio climático, se pueden tomar medidas preventivas para evitar que estas tensiones se conviertan en conflictos abiertos. Esto incluye la implementación de mecanismos de alerta temprana y la promoción de políticas de prevención y mitigación de riesgos ambientales, que tomen en cuenta los factores subyacentes de vulnerabilidad.
Finalmente, ningún país puede enfrentar solo estos desafíos. La cooperación multilateral es clave para coordinar esfuerzos, compartir buenas prácticas y movilizar recursos. La COP16 es una plataforma invaluable para fomentar este tipo de cooperación y alcanzar acuerdos de largo aliento que permitan revertir la acelerada pérdida de biodiversidad en el mundo.
Al auspiciar la COP en Cali, se ha hecho evidente el compromiso del Estado y sociedad colombianos, de construir la paz en armonía con la naturaleza. Desde la Misión de Verificación de las Naciones Unidas les seguiremos acompañando en este esfuerzo.