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El proceso de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y la extinta guerrilla de las FARC permitió visibilizar el papel de sectores del cristianismo comprometidos con la búsqueda de justicia social en Colombia.
Entre las diversas expresiones eclesiales que participan hace décadas en el movimiento en defensa de los derechos humanos, hay una que se destaca, pues concibe como parte fundamental de su identidad y de su misión la construcción de paz y la generación de escenarios para la concertación en medio de la diferencia.
Se trata de la Iglesia cristiana menonita de Colombia, de la cual hacen parte líderes sociales como los hermanos Pedro y Pablo Stucky, Ricardo Esquivia, Jenny Neme y Yalile Caballero, actual presidenta de la institución.
Según Caballero, una de las explicaciones de la crisis que vive el país hay que buscarla en el incumplimiento por parte del Estado frente a acuerdos establecidos en el pasado. La decepción hacia tantas promesas incumplidas explicaría, de algún modo, la agudización del descontento y la profundización de conflictos sociales a los que el actual Gobierno le ha echado gasolina con medidas económicas que, a juicio de los menonitas, no favorecen a los más necesitados.
“Nosotros somos pueblo”, afirma la presidenta de la iglesia. “Nuestros feligreses hacen parte de esas familias que aguantan hambre, que no tienen trabajo ni opciones de educación; que tienen un muy mal servicio de salud. No podemos desconocer eso”. Caballero deja clara la posición de la institución religiosa que representa: “no estamos de acuerdo con los proyectos de ley que ha venido desarrollando el Gobierno ni con las formas en que ha venido respondiendo a las manifestaciones. Dichos proyectos siguen vulnerando los derechos de los más pobres. Esa es la postura que tenemos como Iglesia: no estamos de acuerdo con las políticas que se han venido implementando”.
En un documento recientemente difundido por la iglesia menonita de Teusaquillo (Bogotá) se incluyó una referencia a un episodio del evangelio según san Lucas: Jesús llora mirando Jerusalén, mientras exclama: “¡Si también tú conocieras en este día el camino de la paz!”. Para el también menonita Jean Paul Lederach, autor de La imaginación moral, El arte y el alma de construir la paz, esta depende de “la capacidad de imaginarnos en una red de relaciones que incluya a nuestros enemigos”, así como de “la búsqueda del acto creativo y la aceptación del riesgo inherente a avanzar hacia lo desconocido que está más allá del conocido paisaje de la violencia”.
Tal y como explica Yalile Caballero, para los menonitas la paz tiene un significado mucho más amplio que el que se predica normalmente a nivel político. “El shalom [paz en hebreo] implica que tus necesidades sean saciadas. Comida, techo, vestido, salud”. La paz no se limita, entonces, a poner fin a los disparos ni a los conflictos; implica procesos sociales como el que estamos viviendo y frente al cual la Iglesia menonita se ha puesto del lado del pueblo. “La sociedad colombiana no quiere que le regalen un bono ni que le den un subsidio; sino que le den oportunidades de trabajo y de ingreso a los espacios donde le puedan ayudar a crecer, brindándole un cambio, una transformación real”, sostiene Caballero.
Según ella, una reforma verdadera debería incluir acceso a la vivienda, desarrollo de una medicina de tipo preventivo y garantías para una educación de calidad, capaz de conjurar la corrupción que se ha tomado la sociedad desde su raíces. También, la revisión del gasto a nivel estatal y la posibilidad de reversar medidas que han favorecido históricamente a sectores como el financiero y no a la gran mayoría de la ciudadanía.
Para la presidenta de la Iglesia cristiana menonita de Colombia, ciertamente, estamos en un tiempo de sacrificios, pero estos no deben imponérsele a la fuerza a los más vulnerables. Con todo, y a pesar de que no son una de las iglesias más grandes del país, los menonitas están dispuestos, en caso de ser necesario, a pagar el impuesto predial correspondiente a algunas de las propiedades que tienen, tributo del que se encuentran exentas las iglesias en Colombia, según la legislación vigente. ¿Estarían dispuestas las iglesias más grandes a aportar de la misma forma? Se pregunta Caballero, consciente de que debe haber igualdad de condiciones y de que si los menonitas dan el paso otras instituciones, como la Iglesia católica, también deberían darlo.
Esa propuesta inédita va de la mano de una petición al Gobierno: propiciar un verdadero diálogo que tome en cuenta los aportes que los diversos sectores de la sociedad pueden hacer en búsqueda de una solución a la crisis. Que lejos de usar al otro, se le escuche. Y algo también urgente: implementar los acuerdos de paz suscritos en 2016, como una posibilidad de avanzar en la transformación del país.