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El amor es un tema reiterativo y no es nada cursi, es el motor de la vida que hemos sentido en sus variadas formas y manifestaciones, pero muy poco nos han dicho que la manera de amar, sentir y expresar la hemos aprendido culturalmente.
Hemos amado profundamente y el sentir me lo dice y esa intensidad ¿Cómo la revelo? Un cúmulo de sentimientos y acciones suelen confundirse con deseos y afanes posesivos. Es un tema inquietante. ¿Qué es el amor? ¿Quiénes son los seres dignos de ser amados? ¿Cómo deseo que me amen?
Creo que el amor es un profundo sentir que se transforma pero que puede permanecer tranquilo y sereno desde la independencia de cada una de las personas implicadas, puedo enamorarme y llegar al mayor de los éxtasis, amar sin estar enamorada. Puedo amar a mi pareja, también a una amiga, a mi madre, a un hermano; amar a mi profesión…
Los tiempos cambian se dice cada día, pero no es el tiempo sino las concepciones, la cultura, la política, las inclusiones o exclusiones, la forma como me relaciono con los otros seres humanos. Puede ser que sigamos pensando que amar es estar junto al ser querido (o al que deseamos poseer) día y noche, controlarle y permitir que nos controle; convertir la relación en una institución hasta tal punto que todas las invitaciones externas a la relación deben hacerse a la pareja y no a la persona, se pierde la individualidad, la privacidad, el derecho a tener una parcela o muchas.
¿Qué es el amor? ¿Qué tiene que ver con la cotidianidad? Al amor le escribimos poemas, le cantamos y hasta lo convertimos en tragedia. ¿Es amor? Me queda suficientemente claro que el amor puede ser eterno más no el enamoramiento, que el amor cambia y de acuerdo a cómo lo entendamos y vivamos podemos ser y hacer, estar mejor o peor conmigo y con el resto del mundo.
Advertir que copiamos comportamientos sin ninguna reflexión, que las canciones con sus letras de posesión y violencia dan pautas, al igual que los medios de comunicación y la oferta y la demanda que pone el amor en el mercado en un sistema que ha permeado nuestras vidas y la cotidianidad.
El amor nombra, incluye, acepta, dialoga, promueve, comparte, respeta, no chantajea, no somete, no renuncia a la independencia, por ello para cambiar el sentir, el concepto y la expresión del amor debemos también recurrir a la representación de la palabra, a la imagen, a lo simbólico. ¿Por qué?
George Lakoff nos aclara un poco en su prólogo de “No pienses en un elefante Lenguaje y debate político” con su afirmación: “Los marcos no se ven ni se oyen. Forman parte de lo que los científicos llaman el “inconsciente cognitivo”; se trata de estructuras de nuestro cerebro a las que no podemos acceder de manera consciente, pero que conocemos a través de sus consecuencias: la forma en que razonamos y lo que consideramos sentido común. También reconocemos los marcos en el lenguaje, ya que todas las palabras se definen en relación con un marco conceptual. Cuando oímos una palabra, su marco (o conjunto de marcos) se activa en nuestro cerebro”.
Y continúa: “Redefinir el marco significa cambiar el modo en el que el público ve el mundo…Dado que el lenguaje activa marcos, para establecer nuevos marcos se requiere un nuevo lenguaje. Para pensar distinto hay que hablar distinto”. Quizá este aporte le interese a la RAE y algunos magistrados.
No es ni será fácil cambiar todo este andamiaje sobre el que nos han y hemos erigido lo más íntimo de nuestro ser, la contracorriente nunca será fácil. Vivamos el amor con alas extendidas para crecer en compañía pero siempre en libertad.