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Qué difícil es hacer periodismo en Colombia. Qué desazón ver a tantos colegas nuevamente exiliados, amenazados, hostigados judicialmente, perfilados y vigilados. ¿Quiénes son los responsables de todos estos ataques a la libertad de prensa? La mayoría vienen del mismo establecimiento, del poder político y económico, pero también de empresas criminales. Todos ellos se asumen incuestionables, y se respaldan en los altos grados de impunidad que tiene este país, para seguir intimidando.
Y ante tanto ataque al derecho fundamental a la libertad de prensa no queda más que responder con más y mejor periodismo, y con la construcción de redes de apoyo entre colegas a pesar de las difíciles condiciones para ejercer el oficio. En medio de tanto agobio, del dolor por las agresiones, es clave seguir apoyando y fortaleciendo el trabajo de organizaciones como la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), Reporteros sin Fronteras y El Veinte.
Colombia tiene el deshonroso puesto 134 de 178 países en el índice de libertad de prensa, construido por Reporteros sin Fronteras. En América, solo tienen un índice peor, México, Venezuela, Honduras y Cuba. Enfrentar estas circunstancias solos, sin que tengamos agremiaciones fuertes que nos respalden es muy difícil. El trabajo que ejercen estas organizaciones que defienden la libertad de prensa sirve para poner algún freno a la censura, a las agresiones.
En los casos más complejos, estas iniciativas de la sociedad civil han asumido la representación de los periodistas en procesos judiciales, como lo ha hecho la FLIP y El Veinte. Es muy complicado para un colega costear de su propio bolsillo a un abogado para enfrentar o entablar un proceso judicial en Colombia o llevar un caso a la justicia internacional, si se requiere.
Y esta no es una situación menor. la fragilidad para ejercer el derecho que nos da nuestro oficio, pasa también por la dura situación que vive el periodismo. Ante la enorme crisis que viven desde hace años los medios tradicionales, muchos hemos optado, como dicen ahora, por emprender. Nos hemos asociado con otros colegas para tener nuestros propios medios y nos enfrentamos a la compleja situación de la falta de financiación.
Mayoritariamente sostenemos estos proyectos con la solidaridad de organizaciones internacionales, y del compromiso de algunos lectores, pero el dinero no alcanza para apoyar plenamente a todos los medios alternativos. Y en Colombia, las audiencias están muy lejos de financiar plenamente este tipo de periodismo en estos lares, ya que aún no se ha fortalecido la idea de pagar por la información que producimos.
Y en medio de semejantes circunstancias económicas, cuestionar el poder termina siendo más difícil. Al final, por puro amor al oficio, con recursos precarios, periodistas terminan metidos de cabeza en investigaciones de meses, de las que salen intimidados, denunciados, ‘perfilados’ y hasta amenazados de muerte. Eso sin contar la angustia por la seguridad de las fuentes que arriesgan su vida para denunciar.
Toda esta situación genera un fuerte estrés con el que es difícil lidiar, que afecta nuestro entorno personal y por supuesto, de alguna manera afecta nuestra libertad de prensa, por puro y físico miedo.
Escribo esta columna desde España, con la fortuna de ser parte de un programa de acogida temporal de Reporteros sin Fronteras. Estoy aquí por la solidaridad y generosidad de estos colegas, para tomar un receso de unos meses de toda la situación que vive el país. Ante cada intimidación que hemos sufrido en Rutas del Conflicto, incluido el acoso judicial y los perfilamientos que nos realizó el Ejército, la FLIP siempre ha estado junto a nosotros, al igual que El Veinte.
A estas organizaciones, mil gracias. Nos han ayudado a no desistir, a no perder la voz y enfrentar el miedo a los grupos de poder, legales e ilegales y a un Estado cada vez más proclive a llevarnos a un silencio autoritario.