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En Colombia como en el mundo la violencia, los conflictos armados y las situaciones de emergencia, nos llevan a mirar con nostalgia la “Tregua Olímpica” de la Antigua Grecia, cuando las guerras se suspendían para que los deportistas pudieran participar en los Juegos Olímpicos y volver a sus ciudades con tranquilidad. Naciones Unidas lleva invocando con fuerza que se imponga esta Tregua desde 1994; sin embargo, este año, el primero en que se invita a un equipo de atletas refugiados a participar en las Olimpiadas, estos deportistas no podrán volver a sus países de origen.
Este es un un momento histórico en que más de 65.3 millones de personas se han visto forzadas a huir de sus hogares a causa de los conflictos y la persecución a nivel mundial. No obstante, la inclusión en el evento deportivo más importante a nivel internacional de un equipo de atletas refugiados nos muestra que el deporte todavía desempeña un papel importante en la superación de fronteras y la promoción de la paz. Dos nadadores sirios, dos judocas congoleses, cinco atletas sur-sudaneses y un maratonista etíope han sido la voz y la imagen de millones de personas durante los Juegos Olímpicos, y han recordado al mundo la capacidad de superación y realización de las personas desplazadas.
Las experiencias de estos jóvenes atletas en Río 2016, demuestran que el deporte puede marcar la diferencia entre una vida en el limbo de la inseguridad y un futuro próspero. El deporte no es sólo juego, competición y sudor, es también un medio que promueve participación e inclusión, uniéndonos en el trabajo en equipo hacia un objetivo común. Es en una herramienta hacia la construcción de la tolerancia, la cohesión social y la paz.
Este tema debería llamar mucho la atención en Colombia, considerando que un acuerdo de paz es sólo el comienzo de un proceso sistemático de construcción de paz, en el cual todas las instituciones, la sociedad civil y actores sociales, incluidos el sector privado y productivo del país, tendrán que involucrarse activamente para evitar que el país vuelva a caer en un conflicto armado, como el vivido en los últimos 50 años. El deporte es, por tanto, una clave importante ya que contribuye a la construcción de una paz duradera, que es aquella que brinda seguridad, justicia, reparación y la garantía de no repetición de violaciones de derechos humanos para las víctimas de la violencia.
Conscientes de que los niños, niñas y jóvenes siempre han estado particularmente expuestos a la violencia, el reclutamiento forzado y el desplazamiento, así como del potencial del deporte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y el Comité Olímpico Internacional (COI) cooperan desde hace 20 años impulsando proyectos deportivos incluyentes que permiten la creación de entornos seguros y de oportunidades de desarrollo personal a miles de refugiados y desplazados. El equipo olímpico de atletas refugiados, es uno de los frutos de más recientes de esta alianza.
En Colombia, ambas organizaciones financian proyectos conjuntos y trabajan con autoridades locales y nacionales en zonas de riesgo particularmente afectadas por el conflicto, como Chocó y Valle del Cauca. Allá, niños y jóvenes practican actividades deportivas para aprender a solucionar conflictos de manera pacífica, concientizarse sobre sus derechos y sobre cómo alcanzarlos. Al pertenecer a equipos deportivos fortalecen su capacidad de liderazgo, auto-disciplina, trabajo en equipo, cooperación, sana autoexpresión e igualdad de género. A través del respeto mutuo, ellos activamente construyen una cultura de paz hacia un futuro más próspero y una mejor Colombia.
Los entrenadores y facilitadores, que muchas veces son los propios jóvenes, se convierten en modelos positivos para sus comunidades. Además, en poblaciones indígenas se impulsan los deportes tradicionales, como competencias de canoa y tiro con arco, para garantizar la preservación de la cultura y el fortalecimiento de la identidad étnica, esto con el objetivo final de incrementar la cohesión de una sociedad tan diversa como la colombiana.
Durante su última visita a Colombia, Jaques Rogge, expresidente del COI y actual Enviado Especial de las Naciones Unidas para los Jóvenes Refugiados y el Deporte señaló: “Es nuestro deber ayudar a los jóvenes y a la población local, y apoyarlos con los esfuerzos por encontrar la paz. Y qué mejor manera de hacerlo que a través del deporte, que es un reconocido facilitador de empoderamiento juvenil, salud, educación e inclusión social”. Su declaración es un llamado a la acción que debemos seguir, considerando que el deporte ofrece a las personas que se han visto obligadas a huir de su hogar la oportunidad de convertirse en actores de cambio y generar soluciones duraderas para el futuro.
*Escrito por Elena D’Urzo, Asociada VNU de Relaciones Externas - ACNUR Colombia