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Por: Mauricio Romero Vidal*
Parecería absurdo que un partido como el Centro Democrático (CD), partido de derecha, como lo define el exministro Fernando Londoño, uno de sus dirigentes, tuviera algo similar al partido bolchevique que instauró por primera vez un estado en nombre de trabajadores y campesinos en la Rusia zarista hace 100 años. Las semejanzas, si las hay, no son evidentes. Son más de forma, que de contenido, pero similitudes al fin. Quedaron al desnudo en la convención del partido hace unas semanas. El lenguaje demoledor contra el acuerdo de La Habana para finalizar el conflicto armado y el nulo aprecio por la figura del presidente Santos, recuerdan las diatribas usadas por las Farc para referirse al sistema político colombiano antes de la negociación, las cuales imitaban el más puro estilo leninista.
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La palabra ladrón para referirse al presidente fue recurrente y muy aplaudida en la convención mencionada. Según la visión del CD la negociación de La Habana fue ¨una estrategia de robo¨ generalizada: de la justicia, del honor de las Fuerzas Militares, del plebiscito, de la tierra, del fisco nacional, de la voluntad popular. No hay nada bueno en las 312 páginas del acuerdo, que son basura, según el exministro Londoño. La virulencia del lenguaje contra Santos, su gobierno y contra el acuerdo con las Farc por parte del CD son inusuales en miembros del establecimiento colombiano, cuyas diferencias han sido tramitadas históricamente como ¨pactos entre caballeros¨. Este no es el caso actual.
El reconocimiento de un conflicto armado y de la necesidad de unas reformas para finalizarlo han roto ese pacto. La virulencia política actual de la oposición al acuerdo recuerda la pugnacidad de Laureano Gómez, dirigente del partido conservador y expresidente, contra las reformas liberales de mitad del siglo pasado. La hostilidad de entonces concluyó con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, dirigente liberal y con seguridad futuro presidente, en 1948, hecho que agudizó aún más la violencia entre liberales y conservadores en la década siguiente.
Lenin en su pertinaz y decidida oposición al régimen zarista rechazó cualquier pacto con las fuerzas moderadas de la oposición al zar. Su consigna de Paz, Pan y Tierra convocó un masivo apoyo popular, mientras sus rivales políticos continuaban apoyando la participación de Rusia, en unión con Francia e Inglaterra, en la guerra contra Alemania. El lenguaje de Lenin era frontal y agresivo contra ese apoyo, el cual prometía más pobreza y penurias. No corresponde a los socialistas, decía el líder bolchevique, ayudar a un bandido más joven y más vigoroso (Alemania) a desvalijar a otros bandidos más viejos y cebados.
Aunque con unos propósitos diferentes, se puede observar una similitud en el lenguaje de los bolcheviques y del CD. Los primeros buscaban acabar con el despotismo zarista, los segundos quieren asociar el gobierno de Santos con el autoritarismo de Maduro en Venezuela. En los bolcheviques el sectarismo obedecía a una realidad dura y opresiva. En el CD el extremismo es más bien un deseo de caricaturizar un proceso complejo como una entrega a la guerrilla y al castrochavismo, para desacreditar el acuerdo con las Farc.
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Entre tanto, el llamado a volver trizas el acuerdo de La Habana, hecho por el exministro Londoño en la convención del CD, puede ser interpretado de una manera literal frente a los que apoyan esa forma de salir del conflicto armado. Ángel María Lozano, conocido como El Cóndor, uno de los tristemente recordados protagonistas de la violencia en el Valle del Cauca en los años 50, decía que a él le leían el editorial de El Siglo, periódico conservador de la época y con una posición sectaria frente a los liberales y sus reformas, y ya sabía cómo actuar. Esperemos que los llamados del exministro Londoño no sean tomados literalmente por sus simpatizantes. Es una lástima que el sectarismo de Londoño y sus amigos no esté acompañado de la paz, el pan y la tierra del leninismo.
*Profesor Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana