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Hace algunos días, durante un almuerzo con líderes empresariales y sociales del departamento a orillas del río Atrato, en Quibdó -a donde llegué atendiendo una invitación relacionada con el reconocimiento Afrocolombianos del Año, que durante más de una década venimos otorgando El Espectador y la Fundación Color de Colombia-, me llamó mucho la atención que me expresaran una sentida preocupación por el paulatino debilitamiento del periodismo libre como acompañante necesario para los procesos que permitan superar los problemas consuetudinarios de Chocó, en particular la violencia y la corrupción.
Añoraban los invitados a ese encuentro la manera como Chocó Siete Días, cuando se distribuía en su versión impresa, viajaba por los ríos y era esperado en todas las poblaciones con sus crónicas, noticias y opiniones. Se preguntaban en este encuentro, y me preguntaban, si algo así podría volver a ser factible, pues, aunque se mantenga en su versión digital, el paupérrimo acceso a la red y la misma lógica económica que lo empuja a privilegiar contenidos ligeros y que poco contribuyen a la generación o consolidación de procesos positivos no permiten que Chocó Siete Días siga siendo un vehículo para generar cambios ni para crear comunidad.
No, no lo veía factible, pero sí necesario. No tanto porque el papel fuera el mejor vehículo de transmisión, pero sí porque solamente con el fortalecimiento de un periodismo que incomode, pregunte y exponga la realidad es posible romper las lógicas que mantienen a los poderes perversos e ilegales que impiden que regiones con tanta riqueza como Chocó puedan ofrecerles a sus habitantes mucho más que pobreza, violencia y falta de oportunidades. Si bien no tenía soluciones a la mano para ofrecer, sí les mencioné que las puertas de El Espectador estaban abiertas para llevar las voces y las realidades territoriales a públicos más amplios, nacionales e incluso internacionales, si de algo servía para contrarrestar la carencia planteada.
Mientras eso les decía, pensaba también que ya para ese momento Natalia Romero y Camilo Alzate, periodistas de Colombia+20 de El Espectador, debían haber terminado su consejo de redacción con una decena de colegas chocoanos y debían estar desplazándose a iniciar el trabajo de reportería en terreno para desarrollar los contenidos que encontrarán en este especial periodístico, auspiciado por la Embajada de Alemania en Colombia. Y caía en la cuenta, también, de que este proyecto iba ya mucho más lejos de lo que les estaba ofreciendo como gran cosa a mis interlocutores.
Sí, es muy importante darles voz a los territorios como me atrevo a decir, sin sonrojo, que lo ha hecho El Espectador siempre en sus 135 años de existencia. Pero este proyecto, que se refleja en los contenidos que aquí van a disfrutar, es mucho más que eso. Porque en la construcción de estos contenidos desde su génesis participaron Jenry Serna y Ana Luisa Ramírez, Yessika Lorena Lozano, José Luis Murillo, Lucelly Rivas Espinoza, Janeth Terán Rodríguez y Jorge Salgado, precisamente director de Chocó Siete Días.
Mano a mano, cabeza a cabeza, ellas, ellos y el equipo periodístico de El Espectador entraron en un trabajo de aprendizaje mutuo, de aprovechamiento de las fortalezas de cada uno, y decidieron en conjunto este especial. Ya en la realización se sumaron también para video y fotos Hárold Rodríguez y Yeison Andrés Moreno, así como el caricaturista José Hermidio Hurtado López, Johelo, y el comisionado de la Verdad Leyner Palacios.
Una cosa es planear un cubrimiento del Chocó desde Bogotá, y no es que no sea trascendente, y otra gestarlo desde el Chocó y con personas del Chocó. Por muy buen trabajo de reportería que hagamos, es diferente venir, hacerlo por unos días y regresarse, a que habitantes del propio territorio hagan esa misma reportería. Quien hace las preguntas también determina el tipo de respuesta que se recibe. La confianza es otra en la relación con la comunidad. El conocimiento, también. Los contextos de la experiencia vivencial son disímiles a los leídos o a los percibidos al paso de unos días. Y, a la vez, la distancia permite ver con mayor rigurosidad lo demostrable y lo aparente, lo que ya está comprendido o lo que requiere mayor exploración…
Aquí hay un trabajo que se me antoja ideal de cooperación, coordinación y aporte al conocimiento de una región y unos colombianos que se merecen unas condiciones de vida mucho más acordes con las riquezas de su territorio. Ese siempre ha sido un propósito de El Espectador y de su iniciativa Colombia+20, pero este paso, más hacia la coproducción con periodistas locales, pone en una nueva dimensión la información desde los territorios, que se ve reflejada en este especial periodístico. Confío en que cumpla su propósito de contribuir a que Chocó se vea reflejado de manera más integral en el país y avance en la superación de sus problemas, que no son pocos ni sencillos.
*Director de El Espectador.