Eln: los tres niveles del diálogo

Paloma Bayona Escallón* y Henry Ortega Palacio*
05 de octubre de 2022 - 09:21 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Ayer 4 de octubre el gobierno nacional y el Eln anunciaron desde Caracas la reanudación de los diálogos de paz. Comunicaron que partirán sobre la base de la agenda previamente acordada con el gobierno de Juan Manuel Santos, dando prioridad a la participación territorial. De las múltiples reacciones a la noticia vemos que la negociación se moverá en tres niveles interdependientes: internacional, nacional y subnacional/regional. Desde Cinep/ppp recogemos algunas ideas generales que consideramos importantes tener en cuenta en los escenarios que se avecinan.

Lea: Gobierno y Eln anuncian desde Caracas el reinicio formal de diálogos de paz

Internacional

Los intríngulis de la noticia dejan más que en evidencia a este nivel. Y ante ella el respaldo de los garantes, la ONU y demás países no dio espera. Pero la noticia también marca el fin de una cadena de trabas y posiciones innecesarias. De las tensiones con Cuba en el gobierno de Iván Duque, al reconocimiento de los protocolos por parte del gobierno de Gustavo Petro y la rueda de prensa de ayer desde Caracas, el mensaje es claro: Colombia no solo reanuda el diálogo con el ELN, sino también el cumplimiento de compromisos ante terceros países.

Pese a ello, llamamos la atención en dos asuntos: el rol de Venezuela, que se mueve en una zona gris en su condición de garante; y los aprendizajes de experiencias internacionales ante situaciones similares.

La situación de Venezuela, a diferencia de Cuba y Noruega, pasa por la presencia del Eln en su territorio, quienes van más allá de usar suelo venezolano como retaguardia militar, ejerciendo actividades militares, políticas y sociales que la ponen en un carácter de guerrilla binacional. Aunado a la posible connivencia con el gobierno de Nicolás Maduro. Pero esta eventual cercanía no es necesariamente preocupante. Al contrario, bien canalizada funge de vínculo de confianza y una vía adicional para destrabar eventuales problemas.

El rol de Venezuela será especialmente particular en caso de que las negociaciones lleguen a feliz término. Y aunque la prudencia llama a no “ensillar el burro antes de comprarlo”, el panorama obliga a ir pensando los posibles escenarios.

Estos escenarios pasan por una cadena de sucesos esperados de desarme y posterior reincorporación, la que sea que se pacte según los intereses y particularidades del Eln. Y es que aun cuando las armas son solo uno de los tantos componentes, la mesa tendrá que decantarse en el desarme como uno de los desenlaces de una negociación exitosa.

En contexto: Así ha sido la participación de Venezuela en los procesos de paz de Colombia

Y en ese momento la condición binacional del ELN exigirá retos, sobre todo logísticos, que deben incluir a Venezuela y que valen la pena postularse desde ahora. Por ejemplo, si todo el ELN -o su mayoría- va a dejar las armas, ¿cómo lo hará?, ¿se replegarán todas las unidades a Colombia?, ¿se hará en simultaneo aquí y del otro lado de la frontera?, ¿qué responsabilidades tendrá el gobierno venezolano?, ¿qué sucedería si existen integrantes del ELN -sobre todo mandos bajos y medios- de nacionalidad venezolana?

Eso sí, lo que venga después del desarme, el tipo de reincorporación que se asumirá, tendrá que verse. La reincorporación del ELN apunta a ser bastante más sui generis, teniendo en cuenta que sus búsquedas de participación distan de las demandas por curules del formato Farc-Ep. ¿Surgirá un partido político?, ¿varios?, ¿se decantarán por trabajar como organizaciones de base? Estas preguntas darían para otro escrito.

Ante estos retos, Colombia puede volver a ser laboratorio de iniciativas novedosas, pero vale también echar un vistazo a las experiencias internacionales, pues no seríamos los primeros en incluir decisiones de desarme de grupos binacionales. Aunque sea para aprender de los errores. Se requerirá más profundidad y precisión, pero, por lo menos, se puede traer en mención el intento de desarme de grupos rwandeses en la región de los Grandes Lagos con presencia tanto en Rwanda como en el Congo.

Las experiencias internacionales también pueden hablarnos sobre la bondades y cuidados para la participación de la sociedad en negociaciones en escenarios locales, en casos de Centroamérica, Irlanda del Norte, y la misma Colombia. Revisión que también requerirá de un esfuerzo adicional. Por lo pronto, vamos a los niveles nacional y regional.

Nacional

Aún con las negociaciones en el exterior -estamos a la espera de la sede para este ciclo-, llamamos “nacional” a esa dimensión de negociación entre las dos partes, un gobierno nacional y la representación nacional de la guerrilla, por el alcance y el impacto de las decisiones que se tomarán, que se circunscriben desde y para Colombia (amén del carácter binacional ya mencionado del Eln).

Esta dimensión es la que más claridades y avances posee, con no menos retos. Se retoma la agenda pactada con el gobierno Santos, lo que es ya un avance significativo. El Eln parece tener una decisión unánime en esta apuesta, y la disposición del gobierno es evidente. Queda por ver cómo cuaja esta mesa en el marco de su apuesta general de Paz total.

Una precisión metodológica: no se hará uso del “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Eso solventaría las ansias y expectativas frente a decisiones que se van conociendo, y permite ganar tiempo en la implementación. Aunque se corre el riesgo de que la mesa de negociación, más que negociar, se dedique a verificar el cumplimiento de los acuerdos parciales. Para tal caso, valdría la pena un grupo adicional dedicado a este propósito que no distraiga a la mesa de su labor principal.

También puede leer Así llegan el Gobierno y el Eln a la nueva mesa de negociación

También implicaría aplicar no solo políticas de transformación parciales, sino acciones para la disminución del conflicto y sus impactos humanitarios. Además de altos al fuego, se pueden replicar acciones como el desminado previo a la firma total con las ex Farc-Ep.

Un reto adicional. Con Santos se demostró que el juego interno puede ser bastante hostil con costos políticos altos. Hacia Petro, además, hay una disposición a fiscalizar cada uno de sus movimientos. El límite entre concesiones necesarias y concesiones posibles se hará ver. La participación requeriría un manejo prudente de la opinión pública para no debilitar el proceso.

Regional

La participación, eje de esta negociación, es importante por múltiples razones. Sin ahondar en ellas, pasemos a señalar tres preocupaciones. Primera, controlar las expectativas sobre carácter vinculante de las regiones y su impacto en la mesa nacional: si todo lo que se diga región por región es vinculante, implica que no habría una, sino múltiples mesas. Si poco o nada es vinculante, más que participación, sería un espacio de consulta protocolaria.

Segunda preocupación: no sobre diagnosticar. Las que probablemente sean las regiones priorizadas, han pasado por otras priorizaciones como los PDET y los ahora diálogos regionales vinculantes (liderados por el DNP, parte de la política de Paz Total). Horas de asambleas, talleres y sistematizaciones deben brindar acumulados para no partir de cero en los diagnósticos de las necesidades regionales.

Aprovechar, en cambio, para enfatizar en las soluciones a dichos problemas, incluyendo la pregunta por la solución del conflicto. En esto también hay acumulados propios de la sociedad civil: los acuerdos humanitarios del FISH en Chocó, la Comisión por la Vida en el Catatumbo, o la coordinación humanitaria de Vivamos Humanos; por mencionar algunos.

Y no es para menos. Las preocupaciones en materia de seguridad están a la orden del día, no solo por la actuación del Eln. Muchas regiones vivieron la traumática recomposición de estructuras de poder con la salida de las Farc-Ep, que no solo ha implicado llenar los vacíos de este grupo, sino sortear la expansión de nuevas violencias. Tanto si la mesa es exitosa o no, la estrategia de seguridad debe responder a esas necesidades regionales rurales y urbanas.

Tercera: hacer frente a los conflictos entre organizaciones. La sociedad civil es bastante heterogénea, tanto en identidades como formas organizacionales, maneras de toma de decisión, etc. Es verdad que parte del éxito del Eln ha sido crear bases sociales que seguramente tendrán un protagonismo en estos diálogos. No obstante, hay que garantizar la participación amplia, e incluso prepararse a reclamos fuertes. La sociedad civil adquiere múltiples posiciones según el espacio y conveniencia: en algunos pueden ser campesinos o comunidades étnicas que buscan propuestas concretas para superar problemas de fondo; en otras, víctimas que exigen justicia y reparación.

Para esto es clave lo metodológico y la disposición de herramientas. Primero promoviendo diálogos, experiencias y mesas de trabajo, que vayan más de simples grupos focales. Segundo, reconociendo que el bagaje de las organizaciones es amplio y no parten de cero, pero toda negociación precisa del mayor equilibrio posible de las capacidades entre las partes. En los casos donde se requiera, debe prestarse el apoyo necesario para cualificar la participación.

Por último, con el tiempo en contra, ojalá las partes vean en las elecciones municipales del 2023 una oportunidad para, por lo menos, incorporar decisiones parciales. Reconocer que, aun con planes nacionales o regionales, el ordenamiento territorial prioriza la figura del municipio, para promover desde ya cierta armonía de propósito entre lo nacional y los planes municipales de las próximas administraciones. Así se iría hilando la construcción de paz, lo más participativa deseable y lo menos incompleta posible.

*Investigadores de la línea Estado, conflicto y paz del Cinep/ppp

Por Paloma Bayona Escallón*

Por Henry Ortega Palacio*

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar