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En la noche, la luna iluminaba el camino que fue obligada a recorrer atravesando los potreros que bordeaban una quebrada hasta llegar a la parte montañosa. Allí, en medio del monte, se enfrentó al hombre que semanas atrás la venía acosando y quien, a pesar de las súplicas, le rapó a su hija de los brazos, le arrancó la blusa y la arrojó al piso, en donde la violó por más de una hora.
Ese no fue el primer ni último hecho victimizante al que se ha visto sometida; antes vivió la desaparición forzada de una hermana y después varios desplazamientos forzados. En el 2009 se acercó a los procesos de reconocimiento a las víctimas de la mano de organizaciones que la orientaron en los trámites de denuncia y le brindaron acompañamiento psicosocial.
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Así, hace cuatro años conoció a Elizabeth Cometa, quien lidera la organización Forjando un Futuro por la Paz (Forfupaz ), creada en el 2016 tras encontrar a mujeres con historias de vida marcadas por la violencia, en particular por la violencia sexual en el marco del conflicto armado interno. Desde allí, las ha escuchado, acompañado y empoderado para que denuncien.
Este círculo de mujeres es el refugio en donde no solo se encuentran para escucharse, sino para sanar esas heridas que dejó el conflicto y tejer procesos de resiliencia a través de proyectos productivos, arte y procesos de educación popular para la prevención de las violencias basadas en género.
Entre sus actividades se destacan tres experiencias significativas: la primera es el proyecto de producción de artesanías “Más turbantes, menos violencia: moda social incluyente”, en donde se confeccionan, cosen y tejen turbantes, que se han convertido no solo en un medio de vida para las mujeres que los producen, sino también en un símbolo de su organización.
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La segunda experiencia es la pieza teatral Las guapuchonas, en donde once mujeres no solo narran con sus cuerpos las violencias a las que fueron sometidas, sino que buscan, en la interacción con el público, impactar y alertar sobre la normalización de estas violencias. Finalmente, la tercera experiencia es sobre educación popular, que adelantan con niños, niñas y adolescentes (NNA) en el barrio San Antonio, en Villavicencio.
Todo esto es Forfupaz, una organización que nació en el seno del trabajo comunitario de las mujeres y se fortalece desde la riqueza de las habilidades de cada una de ellas: diseñan, confeccionan, tejen, venden y hasta modelan lo que fabrican. Hablan, se acompañan, comparten la palabra y desde su experiencia lloran, se abrazan y sonríen de nuevo.
Flor Silvestre es una mujer muy valiente quien, a sus 53 años, mira atrás y recuerda que, después de esa noche de luna clara, también hubo un amanecer. Ella, al igual que Cometa y las otras mujeres de la fundación, nos enseña que tras años y heridas causadas por la violencia, como sociedad también debemos abrazarnos desde la resiliencia y tejer en fraternidad la paz como nuestro nuevo amanecer.