La Violencia y el Cambio Climático

Jorge Cuartas, investigador del CESED.
18 de noviembre de 2024 - 05:50 p. m.
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El presidente Petro argumentó en el Primer Congreso Ministerial Global para la Prevención de la Violencia contra las Niñas y los Niños que el cambio climático es una forma de violencia contra la niñez. Muchos tildaron esta idea de descabellada y salida de contexto mientras tomaban café en los pasillos del Ágora Bogotá. No obstante, la evidencia científica indica una relación fuerte entre cambio climático y violencia contra la niñez.

UNICEF estima que más de 62 millones de niñas y niños fueron desplazados por choques climáticos como tormentas, inundaciones y sequias entre 2016 y 2023. El desplazamiento afecta profundamente el bienestar y desarrollo en la infancia. Adicionalmente, puede degradar fuentes de protección incluyendo lazos familiares, acceso a servicios sociales y protectores como los colegios u hospitales y aumentar así la vulnerabilidad de las niñas y niños a múltiples formas de violencia como el trafico sexual, el trabajo infantil, el reclutamiento forzado y el abandono.

Más de 80 estudios en diferentes países, incluido Colombia, también sugieren que temperaturas extremas, choques de lluvias y sequias pueden incrementar el riesgo de conflictos armados, violencia y crimen urbano, y suicidio. Los estudios sugieren que esto se debe a que el cambio climático empeora condiciones económicas, afecta la productividad agrícola y produce escasez de recursos, lo cual lleva a competencia y conflicto.

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Hoy sabemos que los conflictos armados golpean particularmente duro a las mujeres y las niñas y niños, como lo estamos viendo en Gaza donde las Naciones Unidas estiman que un 70% de los muertos son niños y mujeres. Por ende, evidencia de que el cambio climático exacerba los conflictos armados también es evidencia de que aumenta la violencia contra la infancia.

Hay cada vez más estudios que muestran una clara relación entre cambio climático y la salud mental. Las inundaciones, sequias, incendios forestales, y cambios extremos de temperatura se han asociado con mayor riesgo de problemas de salud mental, al punto que un estudio de más de 2 millones personas en Estados Unidos estimó que un incremento de 1◦C podría aumentar la prevalencia de problemas de salud mental en 2%. Otros estudios sugieren que incrementos en la temperatura ambiental pueden conducir a mayor agresividad.

Estos impactos en salud mental preocupan, ya que la crianza es difícil y los papás, mamás, y otros cuidadores necesitan de una buena salud mental para proteger a los niños de la violencia. Hoy es claro que una pobre salud mental es un factor de riesgo para que ocurra violencia en el hogar. Cuando nos sentimos mal, estresados, exhaustos y ansiosos solemos ser más irascibles e impacientes, lo cual hace más difícil que nos regulemos frente a, por ejemplo, un “mal comportamiento” de un niño o niña.

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Si bien la evidencia es aún escasa , algunos estudios muestran incrementos en la violencia doméstica contra la niñez después de desastres naturales y otras crisis humanitarias y de salud. Por ejemplo, durante la pandemia de COVID, que podemos considerar como insignificante en magnitud relativo a lo que podría ser el cambio climático, se documentaron incrementos sustanciales en violencia contra los niños.

Adicionalmente, las niñas y niños son cada vez más participes de activismo y acciones en pro del medio ambiente. Desafortunadamente esto los ha hecho blanco de amenazas, ciberacoso y otras violencias, como es el caso de Francisco Vera en Colombia. De acuerdo con Global Witness, Colombia es el país más peligroso para ser defensor del medio ambiente, contribuyendo con casi 1/3 de todos los asesinatos de activistas climáticos a nivel global. Como país deberíamos tomarnos más en serio que Vera, quien tiene menos de 16 años, ya haya sufrido múltiples amenazas de muerte.

Fuera de todo esto, el cambio climático está afectando el desarrollo, bienestar y protección de la niñez directamente. UNICEF estima que 99% de las niñas y niños ya sufren de por lo menos un riesgo significativo relacionado al cambio climático, como por ejemplo calor excesivo, inundaciones, sequias, escasez de agua y polución. También se estima que los niños nacidos en 2020 podrían experimentar dos a siete veces más eventos climáticos extremos, específicamente temperaturas excesivamente altas, si se compara a los nacidos en 1960.

Siendo una amenaza existencial, ¿no es acaso el cambio climático una forma de violencia contra las generaciones actuales y futuras de niñas y niños?

¿No es violento que destruyamos la subsistencia y vida misma de millones por mantener unas políticas y proteger intereses privados que acaban con el medio ambiente y no han logrado cerrar las profundas inequidades, hambre y pobreza de nuestro país?

Es muy diciente que la noche anterior al Encuentro Ministerial de Prevención de la Violencia escucháramos noticias sobre lluvias e inundaciones en la autopista norte de Bogotá que dejaron niños atrapados en las rutas escolares y en sus colegios. Celebro que el presidente Petro abriera este evento hablando sobre el cambio climático y poniendo sobre la mesa ideas que están alineadas con la evidencia científica.

Por Jorge Cuartas, investigador del CESED.

 

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