Implicación en salud mental, el camino para resistir contra cultura del enemigo interno

María Fernanda Diaz
22 de septiembre de 2024 - 05:17 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La historia de Colombia ha estado marcada desde hace más de 70 años por una constante crisis y conmoción psicosocial. La violencia desmedida ha acabado con la vida de millones de personas y con nuestros sistemas de pensamiento acerca del cuidado de la misma. Hemos quedado con heridas abiertas, una huella psíquica en la que la violencia gestada desde la crueldad, el horror y la negación del otro se instaló como forma de relación dominante.

La interiorización de la violencia como un estado psíquico y material, nos ha conducido a la configuración de una sociedad que deshumaniza y en la que la teoría del enemigo interno se ha enquistado en nuestras mentes al punto de ver como enemigo a toda aquella persona que piense o actúe de manera diferente. Son varios los retos que tiene Colombia en relación a la comprensión y abordaje en este tema y como principal elemento está la necesidad de reconocer que existen daños más allá de los físicos y materiales como son: los emocionales, culturales, espirituales y psicosociales.

Estos daños han sido provocados por las recurrentes violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario que requieren una solución de orden político y que al día a día, no hay avances sustanciales más allá de la enunciación por ejemplo:

1) No hay continuidad en los procesos de atención psicológica: por la falta de capital humano o económico, o el tipo abordaje que muchas veces se queda en la mirada clínica tradicional y privada del dolor; 2) persisten hechos violentos, tan solo entre 2023 y 2024 se han reportado 1.858 eventos; 3) prevalecen las formas transgeneracionales del trámite de los conflictos a través de la violencia; 4) nuestras formas de ser y relacionarnos están mediadas por dinámicas como la competencia, la mercantilización de las relaciones y el afán por el consumo que nos genera dificultad para aceptar la diferencia.

Partiendo de lo anterior, es fundamental y urgente que se construya una política de restauración e implicación psicosocial frente a los daños emergentes en el marco del conflicto armado que incluya medidas y no solo respuestas puntuales a las necesidades inmediatas.

La política propuesta debe tener de manera transversal un componente de cambio cultural (modos de ser, pensar y habitar los territorios) que promueva modelos de relacionamiento y contrarreste esquemas de pensamiento como los del enemigo interno. Debería incluir un enfoque comunitario y territorial que construya e impulse con las comunidades los caminos para que emerja el dolor, se acompañe procesos de duelo colectivo y se promueva el cambio de narrativas que sostienen la discriminación, el racismo y la dificultad para pensar futuros compartidos.

Por último, para transformar la cultura del enemigo interno necesitamos comprender que todo aquello que llamamos esfuerzos para la paz debe estar acompañado de la cultura, de repensarnos formas de ser, estar y habitar los territorios. Desde allí, reconoceremos que el dolor no se debe patologizar sino politizar, que existen miedos y temores instaurados y que es desde los afectos y el reconocimiento de la diferencia que se rescata la humanidad.

Por María Fernanda Diaz

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar