La búsqueda de la paz no da espera

17 de agosto de 2024 - 07:30 p. m.

Las aspiraciones de paz pasan por un difícil momento. Según el reciente índice de paz global del Institute for Economics and Peace (2024), hay 56 conflictos armados activos, el mayor número desde la segunda guerra mundial.

No es un asunto menor si se tiene en cuenta que se ha reducido de manera significativa el fin de los conflictos desde 1970, tanto por victorias militares (de un 49% a un 9%) como mediante acuerdos de paz (de un 23% a un 4%). Además, el informe registra un aumento del militarismo en 108 países y el incremento en la internacionalización de los conflictos armados, involucrando actualmente a 92 países. El apoyo armamentista extranjero, las asimetrías de los involucrados, confrontaciones, los intereses geopolíticos y las rivalidades económicas, complejizan los conflictos modernos produciendo una prolongación de las confrontaciones y reduciendo las posibilidades de diálogo.

El mundo se ha vuelto menos pacífico. De los 163 países evaluados, en 97 se registraron deterioros en la paz, lo que incluye aumentos en conflictos externos e internos, refugiados y desplazados internos, muertes en las confrontaciones, manifestaciones violentas, violaciones de los derechos humanos e infracciones del derecho internacional humanitario. El aumento de la militarización, especialmente su sofisticación, la tecnología y la preparación para futuros enfrentamientos, prueba que nos conducimos ineludiblemente hacia la profundización de la violencia armada. Cada arma que se elabore y cada dólar que se gaste en la guerra es un paso más en esa dirección. Es una crisis profunda de la humanidad y de la movilización por la paz.

Además, el incremento del gasto militar evidencia un deterioro profundo de las soluciones pacíficas. Estima el informe, que en 2023 la violencia impactó la economía mundial en USD 19.1 billones, lo que equivale al 13,5% de la actividad económica mundial o 2.380 dólares por persona. De ese impacto, el gasto militar y de seguridad interna representó el 74%, y solo el gasto militar costó USD 8,4 billones.

Basado en esos datos, debería ser razonable y no ingenuo afirmar que es preferible dialogar la paz, incluso apoyando su mediación, a esperar que la guerra arroje finalmente un vencedor. La longevidad de los conflictos armados en Colombia y la profunda afectación directa de un 20% de la población evidencian la necesidad de insistir en la construcción de caminos de paz y soluciones que dejen a un lado el falso dilema entre diálogo y guerra, así como la errática apuesta discursiva de atacar cada esfuerzo de paz y callar ante el ruido de las armas.

Sin embargo, en los últimos meses ha hecho carrera una idea distinta. Se ha planteado que contener a los actores armados y alcanzar la paz debería basarse en la respuesta militar. Esa idea se reproduce mientras observamos el genocidio en Palestina, el aumento de las tensiones militares en oriente medio y la violencia en las regiones azotadas por el conflicto en Colombia, como si se trataran de guerras eternas. El uso de la fuerza legítima del Estado está al servicio de los pueblos, pero esa es una fórmula reiteradamente ensayada y sobre la cual se ha invertido una buena parte de nuestra riqueza. Lo astuto es construir el camino de la paz por medio del diálogo, no la insistencia en la confrontación armada y su recrudecimiento.

En Colombia, el gasto militar anual ha sido en promedio de USD 10 mil millones desde 2008 (40.5 billones de pesos en 2024). Según el Banco Mundial, en los últimos 20 años (2003 a 2022) Colombia ha invertido 462.5 billones de pesos en gasto militar (casi todo el presupuesto público de todo el año 2024). Además, el país ocupa el puesto 24 entre los que más invierten en sector defensa, ocupando el puesto 25 en relación con su PIB. ¿Cuánto más debemos gastar en la guerra?

La búsqueda de la paz no es una apuesta romántica de soñadores, sino una necesidad racional apremiante. Los efectos del cambio climático y el recrudecimiento de la violencia armada en el mundo son las urgencias de la humanidad. Si no realizamos esfuerzos sinceros, profundos y concertados por la paz, no podremos mitigar el riesgo de que se produzcan nuevos conflictos armados o se agraven los existentes. En Colombia hemos invertido mucho tiempo y dinero en la guerra, ¿por qué tenemos tan poca paciencia y nos cuesta tanto invertir en la construcción dialogada de la paz?

¿Cuánto cambiaría en este país si el dinero de la guerra lo invertimos en la mejora de nuestros derechos? Tal vez todo. Ante el abismo de la guerra, deberíamos movilizaros sin titubeos hacia la paz.

 

Atenas(06773)17 de agosto de 2024 - 08:22 p. m.
Nooo, este Juan Ospina, si q’ opina babosadas. Si no qué eso de “¿Cuánto cambiaría…..?Tal vez todo”, más lo q’ escribe a continuación y con ello remata sus lugares comunes. Claro, fácil le resulta hablar en términos hipotéticos con los cuales puchado resulta engrupir a la jaúria o la galería q’ es lo mismo.Atenas.
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