La verdad de un río que salva vidas

El río grande del Magdalena corre de sur a norte de Colombia, cruzando once departamentos. Su largo caudal cuenta las historias de vida y muerte de zonas fuertemente afectadas por el conflicto armado. La riqueza de sus tierras, del suelo y el subsuelo, y la representación geoestratégica de las rutas de paso de oriente a occidente, desataron las más enconadas confrontaciones, con miras al control de sus riveras.

Fernando Sarmiento Santander y Ubencel Duque Rojas*
20 de junio de 2021 - 03:33 p. m.
El Río Magdalena atraviesa 11 departamentos en Colombia.
El Río Magdalena atraviesa 11 departamentos en Colombia.
Foto: Otto Nassar
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Para comprender y abordar este complejo entramado de vida y muerte, hace 25 años nació el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, que se preguntó, en primer lugar, por qué en una región tan rica en recursos naturales había tanta pobreza, y por qué una región de gente sencilla y pacífica había sido azotada por un conflicto que ha cobrado tantas vidas humanas.

Como sucede en el Magdalena Medio, gentes de otros ríos y otras regiones del país están buscando la verdad de lo sucedido. Apoyar y hacer evidentes estos esfuerzos es una condición necesaria para revelar las verdades de fondo del conflicto armado que vive el país, no solo para develar la muerte, sino también para descubrir la vida que se regenera constantemente entre sus comunidades. En el Magdalena Medio, a ese proceso reparador de la vida misma se le llama “lucha desarmada por la dignidad humana y contra el olvido”.

Las regiones colombianas comprenden bien los matices de las verdades; las que han sido evidentes y las que aún no han salido a la luz. En el caso del Magdalena Medio, la pugna por la riqueza ha costado la vida de las poblaciones de la región por un entramado fatídico de intereses económicos y políticos, del cual no se ha dicho toda la verdad, especialmente aquella relacionada con los responsables. Buscar y narrar esas historias que el río resguarda es una tarea a la que se ha dedicado el Programa de Desarrollo y Paz durante años.

(Vea: El legado ético-político de la verdad)

El territorio se enriquece simbólicamente en la búsqueda de verdad. Sufrida la violencia, sufrida la muerte, sufrido incluso el destierro, las comunidades resignifican sus lugares –el río, el monte, la calle o la cancha–, y resignifican también sus actividades –la siembra, la pesca o el tejido–, para darle un nuevo valor a la vida. Esas acciones tiene la intención profunda de sobreponer la vida a la muerte. Son un impulso a futuro para construir nuevos sueños, para recomponer relaciones con los otros, con los lugares y con la tierra misma. Son resistencias aún vigentes, debido a la persistencia del conflicto. Por eso, la verdad que estas comunidades buscan no es una verdad para juzgar, sino una verdad para salvar a sus muertos, a sus víctimas; para honrar sus luchas y sus sueños, que fueron en gran medida frustrados. Es una verdad que alerta sobre el riesgo de volver a repetir el horror.

El Programa del Magdalena Medio, de la mano de la Comisión de la Verdad y otros programas, avanza en la construcción de los “Acuerdos por el agua en torno al río Magdalena: ríos de verdad y vida”. Muchos procesos semejantes están en curso o se avecinan; hay que identificarlos, visibilizarlos y apoyarlos.

(Lea también: Hacer de la verdad un bien público)

*Sarmiento y Duque pertenecen a REDPRODEPAZ, que a su vez es miembro de la Mesa por la Verdad, un espacio de encuentro entre organizaciones del nivel nacional y regional creado durante los diálogos de La Habana para dinamizar y poner en la agenda temas de verdad, memoria y la no repetición.

Por Fernando Sarmiento Santander y Ubencel Duque Rojas*

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