Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Tomándoselo muy enserio, “mostrando cada vez más su alma” como dijo Francisco de Roux, Rodrigo Londoño volvió a pedir perdón por la bomba que las Farc hicieron estallar en el Club El Nogal en 2003 y que dejó 36 muertos y 118 afectados, con una reflexión inédita que apunta al problema de la violencia como parte de la lucha revolucionaria en Colombia.
Londoño volvió a explicar que él era comandante en el Magdalena Medio y que la bomba la decidieron quienes estaban en el frente oriental. Que aquellos eran tiempos del gran asedio militar que significó el Plan Patriota que produjo bombardeos y muertes que las Farc sintieron como desesperantes. Dijo que ese contexto no justifica la acción que “se devolvió contra sus perpetradores para llenarlos de vergüenza”. Y tocó un punto que ningún excomandante guerrillero en Colombia, de ninguna guerrilla, ha tocado.
Lea: “Perdonaré a Dios”: carta de la hija de José Antequera tras fallo de Corte IDH
“No lo supe, pero hoy me pregunto. ¿Si me lo hubieran consultado, qué habría dicho yo en ese momento?”.
En esa y en las demás ocasiones en las que los excomandantes de las Farc han pedido perdón por diferentes actos y han dicho que sólo ahora cuando conocen a las víctimas comprenden la magnitud de los efectos de sus decisiones de guerra, he tenido la misma inquietud. ¿En verdad necesitaron escuchar a las víctimas para comprender el sufrimiento que causan las acciones violentas que afectan a los civiles? ¿No era suficientemente previsible ese sufrimiento a partir la prolongación del conflicto?
También me pregunto: ¿A nombre de qué se decidieron secuestros que duraron décadas o bombas que mataron niños? ¿De esas víctimas que fueron asesinadas, inermes, incapaces de decidir secuestros o detonar bombas que podían afectar a niños?
Las mismas preguntas se las hago hoy a los comandantes del Eln. Se ha dicho que la disyuntiva de esa guerrilla está entre Pablo Escobar y Camilo Torres, diciendo que está entre la degradación del narcotráfico y la redención del sacrificio que es, para quienes han proyectado la revolución, el tránsito a la paz negociada. Yo estoy convencido hoy de que esa disyuntiva es más clara cuando se piensa desde otro lugar.
El ELN siempre ha hablado de amor eficaz recogiendo el legado de Camilo, que es la base de las relaciones sociales ideales allí donde se ha de concretar el poder popular. ¿Y cuánto de ese amor se puede arriesgar siguiendo la vía que, lo saben ustedes, lo sabe Rodrigo Londoño y lo sabemos todos, conduce a su más triste marchitamiento?
Le puede interesar: Exterminio de la UP: crónica de una condena esperada por tres décadas
En 1961 Martin Luther King expresaba sus previsiones: “si el negro sucumbe a la tentación de usar la violencia en su lucha por la libertad y la justicia las generaciones que aún no han nacido serán las receptoras de una larga y desolada noche de amargura”.
¿Qué prevén aquí y ahora los comandantes del Eln con el conflicto que sigue su curso en Colombia en el 2023?
El principio de toda discusión sobre la paz no son los puntos de la agenda de diálogo, los países garantes, que si la implementación inmediata de lo que se va acordando o que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. Las discusiones políticas que conducen a la paz empiezan por la conciencia sobre los efectos de la guerra. Desde otro punto de vista, la verdadera disyuntiva es de ética revolucionaria. ¿Dónde se hace la raya que diferencia a tu pueblo, cuyo sufrimiento causa desespero y reacción, con el otro, cuyo dolor resulta ser el costo necesario de tu lucha?
Otro texto del autor: Las víctimas de la guerra contra las drogas