Las promesas de la economía digital

Tom Odebrecht
16 de agosto de 2017 - 02:42 p. m.

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Sin querer decepcionar a nadie, les voy a confesar algo: cuando hablo de macroeconomía y sus implicaciones políticas (mi segundo enfoque universitario) no soy ningún “proteccionista”. Aprecio el mercado libre, y justo, bajo los mecanismos de oferta y demanda, el acceso igualitario a la educación y la importancia de la iniciativa y la responsabilidad individual. En la edad digital, la próxima (y última?) etapa de la omnipresente globalización, esos son los principios fundamentales que nos empodera a dirigir un sistema que ofrece producir más para todos. Oportunidad, libertad y paz. Deberíamos tener fe en las promesas económicas y sociales que vienen con la digitalización.

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Para cosechar los beneficios económicos de un futuro digitalizado hay que dejar atrás el pensamiento negativo del antiguo juego de suma cero: Para que yo tenga más, otro tiene que perder. Los siglos XIX y XX nos enseñaron esa trágica lógica cuando el duro trabajo manual era una necesidad, y repartir el bienestar era indispensable para dar chances realistas de prosperidad financiera a todos los que no eran hijos de los latifundistas.

Con decisiones inteligentes en el campo de la política económica, el razonamiento del siglo XXI será “win-win”. Hoy en día, los individuos y países, las regiones y empresas exitosamente presentes en los mercados digitales se enfocan menos en la agotadora, y a veces imposible, repartición de bienes y patrimonio, sino en el desarrollo de nuevas ideas y tecnologías. Un resultado secundario de la sana y justa competencia en los mercados del sector digital: la aspiración para generar “trabajo digno” saca a todos adelante. Por ejemplo, los estándares sociales ahora son capítulos principales de los Tratados de Libre Comercio. Y pocos empleadores desconocen el rol central de la seguridad laboral para aumentar la productividad de su propia empresa. No tienen que ser samaritanos, sino emprendedores que valoran el alto rendimiento de sus negocios, basado en la motivación y salud de sus empleados.

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Además, la digitalización promete encontrar un equilibrio entre la vida laboral y privada. Empresas y organizaciones progresistas le prestan mucho espacio individual a sus asalariados, porque al final motivación y sentido de pertenencia importan más que resultados rápidos pero poco sostenibles.    

Colombia llega con rapidez a la edad digital, debido al estado de la eterna espera durante el conflicto armado. Y posee el chance de saltar unos pasos de desarrollo y vincularse directamente a la vanguardia digital mundial (muchos estados como Alemania ni cuentan con un ministerio nacional como el MinTIC que coordina la política digital). Para lograr eso, se necesitan condiciones justas y competitivas para todos los participantes del mercado nacional. Los anacrónicos monopolios y oligopolios lentamente deben dejar de existir. La voluntad política de crear una economía verdaderamente apta para la digitalización debería culminar en una regulación económica prudente.

Decisiones claves para tomar próximamente: paulatinamente investigar los oligopolios nacionales en varios rubros, con el fin de quebrarlos donde sea necesario; montar una autoridad de competencia completamente independiente; implementar un amplio programa público de ayuda financiera para (jóvenes) fundadores de start-ups; eliminar el excesivo uso de contratos de prestación de servicios; contemplar introducir alguna “renta básica” para desatar el potencial creativo del país, adoptar una ley que introduzca la interoperabilidad de datos para plataformas en línea (por ejemplo para nuevos proveedores de apps de mensajería para romper el oligopolio de WhatsApp y otros); mantener firme la regulación sobre la neutralidad de la red (con multas significantes para las empresas que no cumplan con las reglas); el acceso a internet de banda ancha en todas las regiones del territorio colombiano; enseñar emprendimiento e informática como materias principales en las secundarias.  

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Suena como una lista de deseos de un país perfecto? Tal vez, pero todo empieza con la voluntad de apreciar los cambios incontenibles de la economía digitalizada. Sí, en Colombia hay mucho para mejorar para que la digitalización no profundice la desigualdad social y económica que buscamos disminuir. En vez de seguir pensando, y actuando, según la lógica de suma cero, enfatizando barreras entre clases sociales y profesiones, mejor focalizar el “win-win” que promete una Colombia digital.

 

 

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