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Por: Tom Odebrecht @TomOdeb
De mis numerosos amigos y conocidos de orígen colombiano que viven en el exterior nadie se había podido imaginar que una delgada mayoría iba a votar en contra del Acuerdo de Paz en el plebiscito del último año. La votación también se realizó en casi 1.500 mesas dispuestas en 138 ciudades de 64 países y mundialmente sorprendió no sólo la amplia coalición nacional del "Sí", sino también los ciudadanos con raíces colombianas en Berlín, Estocolmo y Madrid, entre otros tantos.
Si bien una impresionante representación se inclinó por el "Sí" (menos los que están radicados en los Estados Unidos), muchos, la gran mayoría, no votaron; algunos porque pensaban que no era necesario, otros porque no tenían como llegar al próximo consulado o, como en el caso de Alemania, porque muchos han tenido que renunciar al pasaporte colombiano para conseguir el extranjero a su vez.
No obstante, gran parte de los colombianos en el exterior está aportando masivamente al proceso de paz y a la asociada reconstrucción democrática del país, directa o indirectamente. Los colombo-americanos son estadísticamente los que menos creen en el actual camino hacía la paz, sin embargo y por irónico que parezca, son quienes en conjunto transfieren más recursos al sur.
Paralelamente a los flujos financieros, se calculan alrededor de 4.000 millones de dólares anuales en remesas mundiales. Además de los impuestos, los residentes colombianos en el exterior contribuyen con sus costumbres, su literatura, su influencia musical, la rica comida. Mejor dicho: con su presencia como seres humanos, como parte integral de sus nuevos o viejos hogares.
Esta población juega un papel clave en la era del posconflicto porque, honestamente, "el exterior", como concepto abstracto, no le está prestando demasiada atención al conflicto interno de este país. Una, hasta ahora, introvertida Colombia no es el centro de interés de los cuerpos diplomáticos extranjeros, ni de las poblaciones con significativa exposición al mundo colombiano.
Por ejemplo, Hamburgo, mi ciudad natal en el norte de Alemania, cuenta con una amplia comunidad latina, cuyo corazón es colombiano y su influencia e importancia popular esta creciendo cada día que el peso político y económico del posconflicto sigue subiendo.
Desde hace algunos años, un grupo de amigos organiza un festival cultural en temporada navideña buscando recaudar fondos para causas sociales en Colombia. Con los avances del proceso de paz esas iniciativas sociales se convirtieron en testimonio del cambio drástico que están viviendo estas tierras. Estos son voceros de paz. A través de charlas amenizadas por duros ritmos caribeños en las noches frías de Hamburgo, combinado con algunos shots de aguardiente que, por supuesto, genera conciencia sobre unos de los conflictos bélicos más largos y disruptivos de la actualidad.
Eso no debería ser el punto final del activismo civil de las comunidades colombianas en tierras internacionales, sino sólo el arranque. Un torneo de fútbol latino en Oslo, unas clases de salsa en Múnich, cursos de español en Ámsterdam: los colombianos en el exterior crean foros de interacción con altísimo potencial para difundir conocimiento sobre la realidad posbélica. Sabemos que la política externa del oficialismo no es la más proactiva, lo que aumenta el rol de la sociedad civil en la representación de la Nueva Colombia.
Un factor determinante: El aporte de la Unión Europea, de los gobiernos de Alemania, Canadá o Noruega, depende mucho del rango que obtiene el posconflicto colombiano en las prioridades de sus propias políticas externas. Es fácil entender que sería imposible venderle al electoral alemán los gastos públicos para nombrar a un enviado especial para el proceso de paz en una región lejana, el diputado verde Tom Koenigs en ese caso, sin ningún nivel de visibilidad en la vida pública alemana. Por ende los colombo-alemanes, -suecos, -americanos y -canadienses sirven de puentes entre las sociedades civiles, para que nazcan aún más proyectos para y por la paz.
El exterior ha vivido el lamentable resultado del plebiscito con reparo. Lo que este servidor les puede decir es que no dependan o confíen exclusivamente en el arrendatario de la Casa de Nariño para asegurar el apoyo externo. Los bailes colombianos en Hamburgo también hacen parte de la diplomacia.