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La tragedia humana de más de 1,8 millones de venezolanos que han huido hacia Colombia como resultado de la crisis en Venezuela ha tenido profundas consecuencias para los migrantes, refugiados, colombianos retornados y comunidades de acogida. Los desafíos en materia de seguridad, economía y desarrollo se suman a las dificultades propias de la atención de la crisis migratoria y la pandemia del covid-19.
Nunca antes Colombia había experimentado tal afluencia de migrantes y refugiados en su territorio. Por ello, al inicio de la crisis, Colombia no tenía las políticas, capacidad institucional o mecanismos para atender la que es la segunda crisis de desplazamiento más grande del mundo. De todas formas, seis años después, está estableciendo nuevos estándares a escala mundial para la integración de los migrantes, introduciendo algunas de las soluciones más progresistas del mundo para responder a migraciones a gran escala.
Hay un hecho innegable en Canadá: la migración ha desempeñado un papel central en la configuración de mi país. El camino no ha sido fácil, pero la mayoría de los canadienses reconocen el aporte positivo de la migración a nuestro país, tanto económica como socialmente. Canadá acoge un promedio de 300.000 a 400.000 nuevos inmigrantes al año, de los cuales una parte considerable son refugiados y personas protegidas, provenientes de diversos entornos socioeconómicos. Garantizar su integración efectiva es fundamental. Aunque, a diferencia de Colombia, Canadá no ha experimentado flujos migratorios irregulares a gran escala. Las comparaciones son difíciles, pero siempre podemos aprender unos de otros.
En el último año, Colombia ha intentado centrar sus esfuerzos en transformar la crisis migratoria en una oportunidad para el país. El Estatuto Temporal de Protección para Venezolanos adoptado por el Gobierno colombiano es la “llave maestra” de su estrategia, pero los escépticos aún son muchos. Yo me encuentro entre quienes creen que Colombia está haciendo lo correcto. Dicho esto, reconozco el tamaño del desafío y esfuerzo; no obstante, el éxito es posible con una voluntad política sostenida, el apoyo ciudadano y una inversión adecuada. Transformar esta visión en realidad es el siguiente gran reto. Y el papel de la comunidad internacional para apoyar este esfuerzo es esencial.
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Al adoptar políticas públicas orientadas a la acogida e integración de migrantes y refugiados, Colombia está proporcionando un bien público global. Por lo tanto, tenemos la responsabilidad colectiva de apoyar a Colombia en la implementación de esta política. Si bien los esfuerzos de la comunidad internacional hasta ahora han sido encomiables, siguen siendo insuficientes. Se necesitan más recursos y revisar cómo se están implementando en el terreno. No debemos perder de vista los enormes esfuerzos que se piden a las comunidades de acogida, las cuales se ven afectadas de forma desproporcionada por los flujos migratorios.
Se les piden esfuerzos gigantescos a las comunidades fronterizas como Cúcuta o Maicao, que ya enfrentan altas cifras de pobreza e informalidad, la insuficiencia de servicios básicos y la falta de oportunidades económicas. En estas comunidades, la respuesta humanitaria sigue siendo esencial. Sin embargo, la duración y la naturaleza prolongada de la crisis exigen tanto una mayor flexibilidad para la programación del triple nexo como de un cambio hacia un enfoque de desarrollo más sostenible, orientado a medios de vida sostenibles, igualdad de género, educación y formación para el empleo. La experiencia nos ha demostrado que el apoyo dirigido exclusivamente a los migrantes, sin responder a las necesidades de las comunidades de acogida, puede conducir a un aumento de resentimiento, conflicto y xenofobia.
La gran mayoría de los venezolanos entrevistados en la frontera dicen querer quedarse en Colombia a mediano o largo plazo. Ante esto, ¿cuál es el camino a seguir? Sabemos que los migrantes en situación irregular son muy vulnerables. El desempleo y el subempleo significan una pérdida para los migrantes y el país entero. Se pierden millones de recursos en posibles ingresos fiscales legales, beneficiando a quienes se involucran en economías ilícitas, incluyendo a grupos ilegales y actores armados. ¿Qué opciones tienen los migrantes si no pueden trabajar legalmente?
Sabemos que los migrantes en situación irregular son muy vulnerables. El desempleo y el subempleo significan una pérdida para los migrantes y el país entero.
La respuesta a estas preguntas debería ayudar a convencer a los escépticos de que Colombia está haciendo lo correcto al proporcionar a los migrantes una vía de integración. Canadá seguirá apoyando los esfuerzos de Colombia para implementar esta política de integración visionaria, en beneficio tanto de los migrantes como de los retornados y de Colombia en su conjunto. La migración es una oportunidad para Colombia y el mundo. Hacerla realidad es una responsabilidad compartida que depende de acciones creativas e innovadoras para la integración de los migrantes y el bienestar de las comunidades de acogida. ¿Qué piensan?
En junio de 2021, Canadá organizó una Conferencia de Donantes en Solidaridad con los Refugiados y Migrantes Venezolanos, que resultó en una promesa de contribución de US$2.370 millones.
Canadá ya ha invertido más de 64 millones de dólares canadienses en Colombia para el desarrollo y el apoyo humanitario, dirigido tanto a la población migrante venezolana como a los retornados colombianos y a las comunidades de acogida.
Caroline Albert, Jefa del Programa de Cooperación, Embajada de Canadá en Colombia