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Estos días son necesarios para recordar, conmemorar, despertar y exigir de una manera rotunda que las mujeres no podemos seguir siendo sobrevivientes o víctimas de violencias por unas relaciones de poder, por falta de condiciones económicas, sociales y políticas que garanticen el cumplimiento de sus derechos.
Casi todas las instituciones, Estado, gobierno, cooperación internacional, Naciones Unidas, ONG’s (y no sigo porque me canso) lanzan campañas, talleres, sensibilizaciones y todo esto ayuda, pero ya es hora de superarlo. Con tres horas que se entreguen a cualquier colectivo ¿pretendemos cambiar cuanto se ha instalado en cientos de años?
El planteamiento de las tres horas va de la mano con la falta de presupuesto. Las entidades incluyen unos pesos para “ese asunto de género” o no lo incluyen, los gobiernos e instituciones dejan un mínimo porcentaje del total de los Planes de Desarrollo y si hace falta que lo haga gratis la sociedad civil. Es decir, falta conciencia que se refleja en la carencia de un presupuesto que permita cumplir las políticas públicas e igual sucede con un buen número de organizaciones sociales que olvidan incluir en sus proyectos el enfoque… y también el presupuesto.
Cuando piden a la sociedad civil asumir compromisos sin reconocimiento económico, sobre todo a las organizaciones de mujeres, les dejan el peso de una carencia y agregan una falta de reconocimiento económico a una experiencia, saber y tiempo, no retribuyen unos honorarios dignos por un trabajo educativo. O ¿cómo se reconoce el trabajo? Trabajo-salario, trabajo-honorarios, trabajo-¿?
El activismo, la solidaridad y la sororidad tienen mucha importancia en nuevas construcciones sociales y es lo que hacen la mayoría de las mujeres en sus ajetreados días, se trata de ser coherentes y reconocer el trabajo como un derecho y no como una culpa o acto de caridad que se carga de acuerdo con el nivel en el cual se ejerza
Y regresando a las tres horas de “tallerismo”, éstos se pueden realizar por convicción u obligación, porque se debe gastar un presupuesto o se entrelazan conciencia, responsabilidad laboral o un cubrimiento del deber hacer.
Hacen falta propuestas que contribuyan con una mayor proyección y un mayor compromiso para eliminar cualquier manifestación de violencia contra las mujeres: P r o c e s o s.
Sensibilización, tres horas de taller o una campaña, pueden ser parte de un proceso que supone prolongación en el tiempo, profundidad en la formación (no simple transmisión del conocimiento, memorización de un discurso con frases sueltas o esquemas), novedosas metodologías y acompañamiento de profesionales.
Los procesos deberían ser parte de una transversalización del enfoque de género, derechos de las mujeres con énfasis en violencias y rutas en los currículums académicos de todo el sistema educativo, en las instituciones, organizaciones, salas de redacción. Tampoco sobraría incluir una cátedra específica y no como electiva.
Los diferentes procesos incluyen a niños, niñas, adolescentes, hombres, mujeres y diversidades, es decir, a toda la sociedad: Al jefe de Estado, ministros, ministras, Fiscalía, jueces, juezas, gerentes, a la directora, al personal administrativo y del aseo, a los y las independientes, maestros, maestras, médicas, médicos, ejército, policía, a las cuidadoras de su familia, a quienes viven en el campo y la ciudad.
Es cierto que necesitamos presupuestos suficientes y voluntad política, en últimas, actitud de cambio con un poco de memoria ¿Cómo vivieron las abuelas, bisabuelas y todo nuestro ascendiente? ¿En qué y cómo ha cambiado las violencias que se ejercieron contra ellas? ¿Se lo han preguntado? ¿Estaremos repitiendo comportamientos? ¿Hemos avanzado?
La vida loca, las carreras para producir y continuar produciendo o sobrevivir, no dan tiempo para estas reflexiones, es decir, para sentir y pensar necesitamos mejores condiciones de vida, un Estado Social de derecho, el mismo que reza en la Constitución, o sea, hablamos de capitalismo que pretende ser menos salvaje, menos neoliberal. ¿Más humano?
Posiblemente es un lugar común, lo sabemos mas no por ello hay que dejar de recordarlo, de buscarlo, exigirlo hasta que sea un logro dentro de la sociedad en la cual vivimos, el espacio que habitamos y no letra muerta o leyes en los anaqueles del Congreso.
La violencia contra las mujeres en todas sus variables es una violación a los derechos humanos, a la dignidad, a la vida. No insistamos en hablar de democracia con 3.111 feminicidios en los últimos cinco años según el Observatorio de Feminicidios en Colombia.
Cifras que producen horror: La procuraduría dio a conocer que 3 mujeres fueron víctimas cada hora de violencia intrafamiliar, 128 al día y 47.000 en 2022. Las cifras no son frías, las cifras hablan y estas gritan.
Necesitamos <<Pro-ce-sos>> que dejen ver, leer esta crisis en la cual estamos y dar pasos a relaciones de igualdad en derechos, de dignidad y respeto entre seres humanos, necesitamos voluntad política y capacidad de cambio. ¿Será posible?