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Mucha controversia se desató por el reciente estreno de la serie “Alias J J”, otra más acerca de la problemática del narcotráfico y asociados, pero desde la óptica de alias “Popeye”, uno de los más sanguinarios sicarios de Pablo Escobar, quien mandó a asesinar a más de 4.000 colombianos y quien recientemente pagó una condena de 23 años de cárcel.
Desde “El Capo”, pasando por “Los tres Caínes”, hasta llegar a “Escobar, el patrón del mal” y “Sin tetas sí (no) hay paraíso”, los televidentes colombianos nos hemos tenido que acostumbrar a las recurrentes historias de violencia, muerte, tortura, secuestro y demás que los canales privados nos presentan desde las 8 hasta las 11:30 de la noche, de lunes a viernes, los 365 días del año.
Y también nos hemos tenido que acostumbrar a que las historias sean narradas desde la perspectiva del criminal, que en el caso de “Alias JJ”, está basada en el segundo libro del ex sicario titulado: Sobreviviendo a Pablo Escobar. En otras palabras, la historia que nos cuentan en la serie es según la versión “Popeye”.
Para quienes producen televisión, la vida de “Popeye” contiene los ingredientes necesarios para captar la atención de la audiencia: criminal, sicario, asesino, mano derecha del brutal Pablo Escobar, soberbio, egocéntrico. Y si le meto bala, sangre, mujeres y demás, casi que tienen garantizado el retorno de la inversión.
Para los creativos del canal, según afirmaciones dadas al portal de la revista Semana, la decisión de realizar la adaptación es porque piensan que de estos temas hay que seguir hablando. “La única manera que tienen las sociedades de superar un trauma es hablando de ellos. ¿Cuántas películas nazis hay?, ¿Cuántas películas y libros existen sobre la guerra de Vietnam?”
Y tienen razón: de estos temas hay que hablar y seguiremos hablando porque no se han acabado del todo. Sin embargo, no se trata de contar o no estos asuntos: se trata de cómo los cuentan. Y la experiencia indica que sus relatos convierten en héroe a un criminal de la vida real, y a los héroes de la realidad en los tontos de la ficción.
Los canales privados deben recordar que el año pasado se firmó el proceso de paz y que el país, lento eso sí, viene en un proceso de implementación de una cultura más social, tolerante, que busca dejar atrás las heridas de más de 50 años de conflicto que trajo consigo otros males, algunos de ellos peores; una transformación que busca sanar, reparar, reconstruir, en medio de los múltiples desafíos que tenemos (rencores, frustraciones, envidias, agresividad, individualismo, etc.)
Si las series buscan que entendamos que no podemos repetir la historia, bienvenidas. Pero si buscan solamente rating, adiós pues. 7,3 de rating no es mucho, nada, para una serie que cuesta mucho producir y de la cual, asumo, esperan más
Una excelente forma de superar los traumas es abordando cosas positivas. ¿Qué tal una serie sobre la paz?, ¿Qué tal una serie en donde los protagonistas no sean mafiosos, sicarios o prepago?, ¿Qué tal una serie en donde los protagonistas sean esos colombianos, invisibles muchos de ellos, que durante años han trabajado por la paz?
Hay personas y comunidades enteras que pueden contarnos historias bellísimas de trabajo, perdón, reconciliación, esperanza, elementos más que necesarios para la Colombia que queremos.
Tienen la creatividad, el presupuesto y el talento para contarnos historias en donde no haya espacio para la violencia, la muerte y la exaltación de los violentos. Tienen todo para contarnos otras historias. ¡Y que el papel protagónico sea para la Paz! ¡Señora actriz!
Que ella, la paz, sea el personaje que todos queramos interpretar.
*Juan Camilo Díaz, profesor del Instituto de La Familia, Universidad de La Sabana.