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Por ´Aureliano Carbonell', delegado de la mesa de paz del ELN e integrante de la dirección nacional de esta guerrilla.
A la palabra “participación” y a las intenciones que al respecto se plantearon en la constitución del 91 se les ha vaciado de contenido en Colombia. Al mismo tiempo, languidecen otros términos fundamentales para la construcción de una sociedad plural, justa y deliberante: justicia, democracia, disenso, diversidad o diálogo parecen ya palabras gastadas por el manoseo de los sectores del establecimiento que, por desgracia, tienen una gran influencia en la opinión pública del país.
Es imposible pensar en construcción de paz y en avances en este proceso de diálogos, si no revalorizamos, en los acuerdos a construir para el desarrollo del punto 1 de la agenda, el concepto de “participación” que se maneja desde el Gobierno. Somos conscientes del desgate social en Colombia, de las reiteradas decepciones generadas cada vez que se ha invitado a la “participación formal”.
En el proceso de conversaciones que desde el 10 de mayo hemos retomado en la Habana, la idea no es seguir con más de lo mismo, ni reeditar aquello que precisamente ha de cambiarse para avanzar hacia la paz.
La participación que diseñemos para este proceso, ha de ser real, amplia y pluralista, tal como lo reclamó la mayoría de las organizaciones, delegadas y delegados que participaron en las audiencias preparatorias realizadas por la Mesa de Diálogos con distintos sectores de la sociedad el año pasado, en Tocancipá y Bogotá.
La participación del punto 1 de la agenda ha de desarrollarse a través de dos carriles básicos que se complementan: el territorial y el temático sectorial. En el territorial, hemos de cubrir las regiones básicas del país: Suroccidental, Caribe, Central, Nororiental, Pacífico, Antioquia y Eje Cafetero, Magdalena Medio, y Oriente. En el carril temático sectorial, citemos a manera de ejemplo, lo minero-energético y ambiental, mujeres y género, lo étnico, agrario campesino, trabajadores, gremios y empresarios, población carcelaria, etcétera.
Las audiencias preparatorias, en su gran mayoría, plantearon que el proceso de participación, en este caso, debe ir de abajo hacia arriba, en un proceso escalonado y ascendente, hasta lograr una síntesis nacional global de los planteamientos básicos de la sociedad en torno a los puntos de la agenda, lo que arrojará, con la participación activa de la sociedad, las bases del acuerdo de paz.
Para que la participación arroje resultados, no basta convocar a la gente a que se reúna y a que delibere. Participar es decidir e incidir, es actuar, es generar políticas públicas a ejecutar y a ser fiscalizadas por la misma sociedad que las anheló y las ayudó a construir. No incorporar o no practicar este criterio, es uno de los varios aspectos que han llevado a que la participación que se planteo en la constitución del 91 sea inocua.
Participar, permítannos el giro, es más que ‘participar’. Y ahí está una de las claves de lo que estamos conversando en Cuba. La Delegación del ELN, en este caso, trabaja para lograr una participación amplia, incluyente, diversa, plural y decisoria y en todo ello, coincidimos plenamente con lo que arrojaron las audiencias preparatorias.
Es un momento propicio para que esa sociedad vibrante, defensora de la paz y de la construcción conjunta de país, dé muestras de su voluntad de participación y de sus aspiraciones de cambio. Organizaciones sociales, gremios, empresariado, academia, pueblos indígenas, afrodescendientes, mujeres, personas LGBTI, académicos, población privada de libertad, juventud, comunidades de fe, migrantes, campesinado, clase trabajadora… somos todo eso y más. No podemos delegar la responsabilidad de la participación en terceros. El ELN cree en esa participación directa. Por eso no negocia un modelo de país con el Gobierno ni se atribuye una representación falsa de la voz del pueblo, sino que facilita una metodología para que el país piense, diseñe y ejecute su ruta de transformaciones.