Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Si yo dijera “Bogotá mejor para todas”, ¿usted se sentiría incluido alcalde Enrique Peñalosa? Ni siquiera se trata de un tema costoso porque la medida, exigida por orden judicial, solo se debe implementar para la publicidad que se imprima de aquí en adelante.
El mundo ha cambiado, alcalde, muy lento pero ha cambiado, gracias a los movimientos sociales, a las contracorrientes de hombres y mujeres que apuestan por ideales, sueños, derechos que constituyen sumas cuantitativas, y un día, un hecho hace que aparezca como por arte de magia, el salto cualitativo que presenta transformaciones.
El derecho a ser nombradas, no es uno más, es señalar, enunciar, decir con palabras, imágenes, gestos, acciones, que además de ser, muestran que estamos, e-xis-ti-mos, ¡Existimos! señor alcalde. No todo lo que no se nombra, no existe. Nosotras decidimos hace siglos, siglos, dar la batalla por el espacio público, por el derecho a estudiar, a tener bienes, a elegir y a ser elegidas, a decidir sobre nuestro propio cuerpo, a salir del anonimato, del claustro, de la casa, del convento y hasta tener autonomía. Si somos, estamos y existimos se nos debe nombrar.
Yo decidí ser yo con un nombre, con un género… y cuando digo ser, me remonto a una lucha del siglo XIX de Jhon Stuart Mill en su apoyo a las feministas. Los honorables padres del parlamento inglés negaron su propuesta de quitar la palabra hombre y reemplazarla por la palabra SER para que así quedaran incluidas las mujeres. Señor alcalde, la palabra mágica fue incluida en 1948 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Escuché decir a un periodista que no existe una norma que genere la obligación de nombrar en femenino. Disculpe su merced, este es un asunto político, ético y claro está, también jurídico. En tal sentido es posible que nos ubiquemos en dos orillas diferentes: quienes apostamos por los cambios desde la inclusión, la pluralidad, la no discriminación y quienes desean quedarse con la Real Academia de la Lengua que no escapa al patriarcado y a la construcción machista que ha tenido la sociedad occidental. Ya su nombre manifiesta su anquilosamiento en la Edad Media.
Nos hablan de la economía del lenguaje ¡Por favor! Cuanta basura publican y ahora pichicatean el derecho a nombrar a las mujeres. Es la economía de mercado, de la oferta y la demanda. Oferta que se crea y demanda que se inventa. Sin salirnos del sistema, un derecho es un derecho. El derecho a ser nombradas con una mirada desde los derechos con un lenguaje que no discrimine.
La lengua, el lenguaje con el que escribió Cervantes El Quijote de la Mancha, no corresponde a estos tiempos y quizá si me encuentro con Dulcinea del Toboso o Sancho Panza, tendremos que hacerlo muy despacio para entendernos. Hoy enfrentamos cambios que necesariamente se deben reflejar en el discurso, en especial en el público, y entender que está en construcción.
Alcalde, a usted lo obliga, o-bli-ga el Acuerdo 381 de 2009 del Concejo de Bogotá por medio del cual las instituciones del Distrito deberán hacer uso del lenguaje incluyente en documentos oficiales y en eventos públicos.
Vale recordar que La sentencia C-804 de 27 de septiembre de 2006 de la Corte Constitucional derogó el artículo 33 del Código Civil porque la palabra hombre no es un genérico que incluya a las mujeres: "No se debe ocultar a las mujeres bajo un término que sólo alude a los varones. Se declara inexequible el artículo 33 del código civil salvo el aparte que se declara exequible "la palabra persona en su sentido general se aplicará a individuos de la especie humana sin distinción de sexo".
Falta que demos un salto de la igualdad formal a la igualdad real.