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El primer set legislativo, que concluyó el 20 de junio, fue un momento revelador tanto para los partidarios como para los opositores del gobierno. Inicialmente, la amplia coalición en el Senado (78 de 108) y en la Cámara (87 de 142) sugerían una mayoría abrumadora para promulgar leyes que apuntarían a resolver las problemáticas estructurales de nuestro país, incluido el cambio de paradigma sobre las drogas, tal como lo mencionó Petro en su discurso de posesión.
En retrospectiva, es innegable que nunca antes se había llegado tan lejos en el proceso legislativo para permitir la regulación del uso adulto de cannabis. También es cierto que nunca se había presenciado una cantidad tan significativa de proyectos relacionados con el tema de las drogas, ni el avance social y político hacia una política de drogas menos punitiva y más democrática, tal como señala Uprimny.
No obstante, hay que reconocer que el camino resultó más difícil de lo esperado y que las victorias obtenidas en materia de drogas fueron en su mayoría simbólicas o capilares. A pesar de haber acumulado muchos puntos a favor, al final no logramos llevarnos el primer set.
Nos quedamos insuficientes frente a las necesidades normativas para un abordaje diferente de las drogas y con un rifirrafe de egos: que el presidente rompiendo la coalición del congreso o presionando con las reformas más controversiales, que los senadores priorizaron sus agendas personales sobre las de importancia nacional o que no debimos venderles a los medios que se llamaba “la ley para regular el cannabis”.
Lo cierto es que el retador y para nada fácil segundo set acaba de comenzar. Por sorpresa, los opositores a cualquier reforma en materia de drogas tomaron la iniciativa y ejecutaron un saque impecable. En menos de dos horas desde la instalación del Congreso, ya se empezaba a vislumbrar una posible derrota, la cual llegó un par de horas después con la elección del nuevo presidente del Senado: Iván Name, de la Alianza Verde, quien se apalancó en los votos de la oposición.
Esto ha generado incertidumbre respecto a lo que pueda suceder con la agenda legislativa durante este periodo. Si bien Iván Name, quien tiene la responsabilidad de mantener un enfoque democrático en los procesos legislativos, ha expresado en diferentes medios que su labor será defender la participación para ajustar las reformas, y que no tiene intención de retrasar los trámites, hay ciertas preocupaciones. En concreto, a Name se le observó ausente durante las votaciones del Acto Legislativo de Cannabis en ambas rondas por la plenaria del Senado.
Nos enfrentamos a otros interrogantes que resultan cruciales para sumar los puntos necesarios y lograr la victoria. Uno de ellos es la ambivalencia que encontramos entre los senadores de Cambio Radical, uno de los partidos que rondan entre la oposición y el gobierno. Aunque en la última votación todos se mostraron en contra, argumentando la necesidad de un debate profundo, existen tres elementos particulares que son clave para definir estrategias.
En primer lugar, destaca el caso de David Luna, quien en el primer debate de la comisión primera presentó una constancia de objeción de conciencia, manifestando que, debido a motivos morales, no podía votar en contra del contenido del proyecto. Con esto apartándose de la ley de bancadas ordenada por el partido. ¿Dónde quedaron las limitaciones morales para votar en contra el último día?
En segundo lugar, encontramos el caso de Jorge Benedetti, quien ha presentado proyectos relacionados con la reducción de daños en el uso de sustancias psicoactivas, un temafundamental en la reforma de la normativa de drogas y quien votó a favor del Acto Legislativo en la comisión primera en ambas ocasiones. Pareciera que olvidó que los asuntos de drogas son interdependientes.
Por último, se hizo evidente, por parte de Cambio Radical, la intención de hacer caer el proyecto sin importar la razón, más allá de lo que expresaron en el recinto, la prohibición de la publicidad fue la excusa perfecta. Es probable que el hecho de que la votación se diera el último día de la legislatura, con todos los medios de comunicación atentos a cada movimiento, hizo que prefirieran votar en contra que asumir el costo político frente a sus votantes.
Otro de los interrogantes es la competencia que tiene el ministro de interior de movilizar la agenda de cambio en materia de política de drogas. Pareciera que los acuerdos que es capaz de lograr Luis Fernando Velasco no perduran hasta el momento de la votación, nada más en la elección del presidente del senado, señaló tener contados 65 votos ¿qué pasó?
A modo de conclusión, es importante recalcar que la agenda en materia de drogas va mucho más allá del Acto Legislativo de Cannabis. Aunque este proyecto por sí solo es significativo para un nuevo enfoque en la política de drogas y para aprender de los errores, aún quedan pendientes otros temas relevantes sobre los cuales se debe avanzar y diseñar estrategias: los tres debates restantes relacionados con la prohibición del glifosato, la ley de reducción de riesgos y daños (que será nuevamente presentada), el tratamiento penal diferenciado, que ha estado relegado en la agenda durante mucho tiempo, y el proyecto de ley que busca regular el cannabis.