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Sobre el proceso de paz circulan en las redes sociales cientos de mentiras difundidas por la ignorancia, el morbo y, por supuesto, los intereses de quienes se benefician de la economía ilegal de la guerra.
En el transporte público se pueden escuchar algunas como: cada guerrillero que deje las armas tendrá pensión vitalicia de tres millones de pesos; se está negociando el modelo de producción y que el país colapsará como Venezuela; los miembros de las Farc tendrán zonas liberadas en Bogotá en las cuales tendrán poder y que Rodrigo Londoño Echeverri, alías Timochenko, será presidente de facto.
Al escucharlas, por primera vez, me pareció curiosa la forma tan segura que el conductor las venía enumerando. Parecía un profesional de la mentira, pero en realidad era un incauto.
Le pregunté de dónde provenía esa información: un amigo le había contado, en un grupo de whatsapp, en los lavaderos de carros mientras tomaba tinto, etc. Algo terrible.
Luego las oí en una peluquería, en la tienda de mi barrio, a un profesor. Por supuesto cambian de hechos y de personajes, pero al fin y al cabo mentiras.
La primera vez al oírlas decidí no prestar atención y seguir mi camino, pero luego entendí que es un deber ciudadano desmentir, develar, y señalar la realidad frente al proceso de paz. Por eso, ahora ando con los puntos de negociación de La Habana bajo el brazo. No entro en discusión y simplemente digo, por favor señor lea esto. Si la persona quiere ampliación, con gusto.
En realidad, lo que me impulsó a tomar esta actitud mucho más dinámica y acorde al momento histórico que experimentamos fue una pregunta con la que me confrontó una amiga de infancia que perdió a su padre en manos de un grupo delincuencial al no poder pagar un secuestro: ¿Qué hace usted por la paz?, un cuestionamiento sencillo, pero incisivo.
Por todo el territorio nacional se han desplegado cientos de colombianos con el propósito de hacer pedagogía para la paz, organizaciones como el movimiento feminista, Ruta Pacífica de las Mujeres, así como la Redprodepaz, entre muchas otras. Estos grupos han venido disolviendo las dudas sobre el proceso de paz que tienen los habitantes en las zonas más afectadas por el conflicto.
No existe otro fin más noble para la sociedad colombiana en la actualidad que la construcción de la paz. Sólo quienes se benefician de alguna forma del sufrimiento que provoca el conflicto armado, pueden estar a favor de continuar una guerra irregular que le ha quitado la vida a miles de colombianos y dejado mutilados a cientos más.
Los beneficios de darle el ‘sí’ a la paz son muchos: la apertura del campo político; la posibilidad de exigir el cumplimiento pleno de los derechos laborales y humanos sin ser señalados de hacer parte de algún grupo armado ilegal; carreteras seguras para aumentar el comercio; la industrialización y el turismo; mayor pie de fuerza y mejor paga en las ciudades y fronteras para combatir la delincuencia organizada. Además, el dinero usado en la guerra (¿cuánto cree que vale el combustible para una jornada de un helicóptero UH-60L Black Hawk?) podrá ser usado en el aumento del presupuesto para la educación, la cultura y el desarrollo tecnológico y el fortalecimiento del desarrollo rural.
El goce y disfrute pleno de las posibilidades geográficas, turísticas, biológicas, económicas y culturales que tiene el país, al silenciar los fierros para siempre, está por definirse al darle el sí al plebiscito por la paz.
Cómo muchos colombianos quisiera dejar de escuchar que niños fueron mutilados por minas antipersonas; qué campesinos murieron en un fuego cruzado o padecieron torturas por algún grupo armado ilegal; qué fuentes de agua se contaminaron por la voladura de un oleoducto. Esas noticias trágicas que dan a conocer los medios de comunicación cada día. Entonces, cuando la violencia arrecia me pregunto, ¿qué podemos hacer por la paz?
Muchos eludimos ese compromiso colectivo por las tareas cotidianas y los deberes laborales. Pero el más importante en la actualidad, es darle el sí al plebiscito por la paz, el sí a un país diferente que deje atrás la mentalidad colonial para llegar a ser ciudadanos globales.