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Después de escuchar la sabiduría de Isabel Cristina Zuleta, una joven socióloga, ambientalista y lideresa de Ríos Vivos, y el testimonio de tres personas de diferentes municipios de la zona afectada por la presa Hidroituango, me quedé con un profundo dolor y un sabor amargo sobre la raquítica democracia para la información en este país.
Es evidente que las personas de la zona se quedaron sin territorio, ese espacio donde se reúnen con su gente, sus amistades, su familia, donde los niños corren y las niñas juegan, donde asientan su identidad, donde trabajan con la tierra y el río, su mayor amante, esa corriente que los alimenta y les ha dado vida durante generaciones.
Ese territorio que ya no existe, dejó 700 desaparecidos denunciados, desaparecidos de la guerra ¿los encontrarán? ¿Sabemos del dolor de no encontrar a un ser querido? Hechos que niegan el derecho de enterrarlos o hacerles el ritual que corresponda a cada creencia, pero también en ese territorio se perpetraron 73 masacres y asesinatos a líderes y, con toda esa carga, creen que es más duro lo que hoy están viviendo.
En 2013 fue asesinado Nelson Giraldo y cuando empezaron a llenar la presa, en un lapso de tiempo de seis días, corrieron la misma suerte otros dos líderes. Estos asesinatos y desapariciones lo estamos padeciendo durante décadas sin receso alguno.
Para los y las habitantes no se trata de un estado de emergencia sino de un Estado de sitio en el que han montado carpas y la gente no puede visitarse entre sí, les prohibieron votar para la consulta sobre e Acuerdo de paz, debieron pedir permiso para viajar a Bogotá, las emisoras comunitarias no reciben información a los ambientalistas (reciben pauta oficial), les han entregado comida con gusanos. Ellos, ellas quieren “que la vida valga la pena”, que se le ponga fin a la emergencia.
Estamos frente a la pérdida del territorio, la dispersión de los pueblos, la desarticulación de las organizaciones sociales, los líderes y lideresas bajo amenazas y frente a las cuales el Estado propone la presencia de hombres armados en la región que la comunidad no ve conveniente.
Escuchar las iniciativas de la comunidad debería ser una norma cuando se habla de una seguridad que implica una suma de factores para ir cambiando el concepto hombre-arma por el de desarrollo, para que además existir una sociedad con las necesidades resueltas, cuente con los hombres y mujeres de la zona porque “la mejor gestión de riesgo es la comunidad organizada”, le escuché decir a Isabel Cristina.
Me llamó mucho la atención la importancia que dieron a una solicitud que hicieron al Estado: alimento para perros. ¿Qué tenía que ver la seguridad con alimento para perros? Estos animales son los que han dado las alarmas, al margen que hayan podido hacerle frente. Es elemental y puede producir risa a quien la única certeza de seguridad se la dan las armas, a fin de cuentas somos un país que ha utilizado el territorio como campo de batalla y a las comunidades las han tratado como a sus enemigas. La guerra contra el enemigo interno fue lo acordado por los generales en Punta del Este hace más de 50 años.
Sin duda alguna, detrás de la represa de Hidroituango, existen ¿existen? 19 pueblos con sus habitantes que se quejan hasta de haber perdido algunos el nombre que les da la identidad como Ituango, 19 pueblos que quieren regresar a sus territorios pero algunos después de recibir $1.100.000 en sus refugios, firmaron el no regreso. Detrás de Hiroituango existen poderosos intereses económicos y políticos que ponen por encima la estructura, al drama humano de más de 200 mil personas. La vida no vale nada si no es para perecer porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama… No es otro que el cantautor Pablo Milanés