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Agua, medioambiente y vida es una trilogía amenazada, en algunos casos en situación apocalíptica, pueden preguntarlo en Ituango, pero también pueden hacerlo a quienes habitan el pequeño departamento del Quindío con apenas 600 mil habitantes.
Una mirada al informe “Carga de enfermedad ambiental en Colombia” del Observatorio Nacional de Salud. “Durante 2016, se presentaron 17.549 muertes atribuibles a alguno de los factores de riesgo ambiental, aproximadamente el 8% del total de las muertes de ese año”.
“Las tasas de mortalidad atribuibles, a todos los factores de riesgo ambiental, más altas se estimaron para Quindío (54,42) que así mismo junto con Risaralda, Meta y Atlántico son los departamentos con tasas de mortalidad por encima de 255 por 100.000 por las enfermedades de isquémica del corazón, accidente cerebro vascular, enfermedad pulmonar obstructiva, infecciones respiratorias agudas y las cataratas”.
La contaminación del agua por fumigación de diferentes cultivos y la mala calidad del aire acompañan como una sombra perversa al departamento del Eje cafetero cuyo pecado ha sido ser “un edén” y tener en el Valle del Cocora, nombre de princesa Quimbaya, el árbol nacional de Colombia: Palma de cera del Quindío.
En conversación con el ambientalista Luis Carlos Serna Giraldo, coordinador del nodo Quindío del consejo latinoamericano de ciencias sociales y la red de educación y desarrollo humano, e integrante del consejo directivo de la Corporación Autónoma Regional del Quindío, CRQ, el agua de la llave no se puede tomar, porque entre otros motivos, la cloración no elimina todos los microorganismos, lo que hace es que los ‘invisibiliza’, así lo demuestra un estudio.
Tal situación hace que Quindío ocupe el primer lugar en enfermedades gastrointestinales y esta afirmación recuerda la T-622 de 2016, de la Corte Constitucional que “declara como sujeto de derechos al río Atrato, permite ilustrar la complejidad de los asuntos que se encuentran inmersos en la relación ambiente y salud”.
El mercurio, como un componente más del agua del Quindío, es un metal pesado que se almacena en el cuerpo, no se elimina y es bioacumulable, genera malformaciones de nacimiento en los niños, temblores permanentes, demencia senil prematura, problemas de salud mental (altos número de suicidios).
Así mismo los agroquímicos en el agua estaban produciendo enfermedades en la región según estudios presentados por el Congreso Internacional de Toxicología en 2017 en Calarcá.
En Quindío el problema no es falta de agua sino la administración de su riqueza hídrica que se ve agravada por el cultivo del aguacate Hass tan ampliamente promovido por los dos últimos gobiernos en Europa y varios países de América Latina (La palabra aguacate proviene del náhuatl ahuacatl, voz que en esta lengua significa ‘testículo’, según www.diccionariodedudas.com).
La denuncia que hace Serna Giraldo está referida, no al cultivo del aguacate sino a las formas de cultivo que afecta directamente las cuencas por los agroquímicos y la pérdida de material vegetal, sumado a la extranjerización de la economía puesto que la compra de tierras la están haciendo empresas mexicanas, chilenas, peruanas y bolivianas. Además, poco a poco se ha perdido el paisaje cafetero, el campesinado y, los niños han abandonado los colegios que se han visto obligados a cerrar las aulas.
Y algo que no podía faltar: la co-rrup-ción. Sí claro y esto la asegura el ambientalista en medio de un “tintico”: la empresa agropecuaria San Miguel Arcángel del secretario de agricultura de la Gobernación, Carlos Alberto Soto que compró predios de conservación de agua de un municipio para cultivar aguacate.
Para este panorama solo queda la militancia del optimismo que es la que no le falta al ambientalista Serna Giraldo, y es el programa piloto “Defensa del territorio” que en cabeza de la Procuraduría General de la Nación, la CRQ y la sociedad civil buscan generar acciones para la defensa del agua: un plazo de seis meses, primer semestre de 2019, para ser aplicado con rigurosidad en la región a partir de tres ejes temáticos: minería, monocultivos, condición de vertimiento y manejo de las cuencas hídricas. Es en defensa de su territorio. No importa que lo sigan tildando de “terrorista”.
Con el programa “Defensa del territorio” quiere que se declare como área de reserva cada una de las quebradas de Armenia, serían 54 para el plan específico de recuperación. Es una forma de plan territorial. Es bienestar común que afectará a unos dos o tres. Y con esa certeza busca seguir en Risaralda, Caldas y muchas ciudades del país. “Preservar el territorio. Cada persona debe ser veedora de lo que pasa en la región”.