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Jesús Santrich apareció para la opinión pública en los diálogos de La Habana (Cuba). Para entonces, no era uno de los reconocidos miembros del Secretariado, ni tampoco uno de los perfiles militares reconocidos de las extintas Farc-Ep. Se sabía, y se sabe más bien, poco acerca de su historia: un nombre impronunciable, Zeuxis Pausias, cambiado en la guerra en memoria de un comunista asesinado, su condición física visual, alguna referencia al arte y la repuesta “quizás, quizás, quizás” ante la pregunta de si pediría perdón a las víctimas.
Siendo del “ala radical” de las Farc, se ha mantenido en el marco del proceso de paz y ha asumido enfrentar el estado en la legalidad. “Entrampado” en un caso de narcotráfico, como lo califica el excomisionado Sergio Jaramillo, ha sido detenido, enfrentado la Fiscalía, las altas cortes y ha anunciado que seguirá asumiendo los procedimientos del estado y que será respetuoso de ellos. Aplicando el beneficio de la duda en lo que sigue, ha sido el único que ha enfrentado el aparato del Estado, sin que hasta hoy puedan demostrar que es responsable o culpable de lo que se le acusa. Asumo como hipótesis, por su comportamiento hasta hoy, que si las investigaciones demostrarán su participación en narcotráfico posterior al acuerdo de paz, él asumirá las consecuencias.
Si quisiéramos encontrar respuestas del porqué y cómo Jesús Santrich se convirtió en el comodín de la paz y el enemigo público número uno de las Farc, desplazando al Paisa, Romaña o Iván Márquez, el camino conduce a Néstor Humberto Martínez, quien desde la Fiscalía usa información estdounidense, conseguida través de un método de la DEA -tan viejo como cuestionado- de infiltrar círculos de gente ofreciendo altas sumas de dinero, hasta que alguien caiga “entrampado”, en esa línea, mucho tendría que decir las Farc de un personaje como Marlon Marín. Pero volviendo al ex -fiscal Martínez, este adelantó y aceleró los procedimientos de la Fiscalía, buscando tener un impacto internacional con Estados Unidos sin que hubiera ninguna prueba fáctica o de flagrancia. Desde entonces, el manejo del caso ha sido más de resorte político que jurídico.
En el fondo, el paso de Néstor Humberto Martínez por la Fiscalía apuntaló en la dimensión jurídica el “hacer trizas el acuerdo”. Esgrimió el caso Santrich intentando agraciarse con las autoridades estadounidenses, en especial con el Departamento de Estado. Hasta hoy estas entidades tampoco tuvieron una actitud resuelta. También abrió campo para que el debate del narcotráfico volviera a ser parte de la agenda en su formato clásico y sobre todo generó las bases para el choque de trenes y ataque a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
Durante meses viajó y se relacionó con las altas cortes internacionales y fiscalías de países importantes aduciendo bajo argumentos históricos y de tratados que él era el interlocutor natural, haciendo de paso un intento de neutralizar y debilitar la justicia transicional y generar internacionalmente el clima que luego conocimos con las objeciones a la Ley Estatutaria de la JEP.
Jugado el pulso de debilitar y/o destruir la JEP mediante las objeciones a la ley, el caso Santrich vuelve a ser relevante, porque la JEP, también “entrampada”, tiene que responder a tiempo sobre el caso Santrich y los demás integrantes de las Farc con pendientes con la justicia. A las declaraciones frente a El Paisa o Iván Márquez, las luces más bien pasaron de largo y se centraron en Santrich. Pareciera que le es más cómodo al poder tener a dos comandantes libres y clandestinos a uno que enfrenta la ley. Y es que claramente la evasión de los exjefes guerrilleros ayuda a debilitar la JEP y las Farc, siendo útil al Uribismo.
La JEP ordena la libertad de Santrich y Néstor Humberto Martínez sale de escena, cumpliendo su tarea de generar inestabilidad y escabulléndose de sus demás responsabilidades como Odebrecht y dejando un estela de impunidad que hasta ahora el país está dimensionando. Pero es aquí donde el comodín de Santrich va a jugar más, porque el desenlace conocido y jurídicamente esperado hizo que la Corte Constitucional aprobara la Ley Estatutaria y la decisión cayera sobre Iván Duque, que “respetuoso pero inconforme” se ve “obligado” a sancionar.
En el repertorio del uribismo, el caso Santrich es el chivo expiatorio que les permite reciclar el estado de opinión de odio a las Farc como enemigo público, impulsar el problema del narcotráfico como caballito de batalla e imponer situaciones de conflicto que nos regrese 10 años. Pero sobre todo construir un andamiaje que articula la promesa de volver trizas el acuerdo, atacar la JEP y sumarle a su ambición la eliminación de las altas cortes en especial la Constitucional.
Podemos encontrar o narrar una secuencia de fracasos del uribismo versión Duque, pero uno a uno han sumado a crear un estado de opinión hacia el autoritarismo y han de jugársela en su consolidación hacia una propuesta más osada: el sueño del Uribato de acabar con el estado de derecho vía constituyente o referendo.
Santrich es el comodín de la paz en la opinión, así no protagonice ni los crímenes ni el acuerdo con las Farc y es ahora donde más lo pondrán a jugar. Pero no hay que olvidar que Uribe es el comodín de la guerra y ahora es cuando más juega porque es su última carta, antes que el gringo cambie de maso.