Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Por: Médicos Sin Fronteras
“Un momento crítico como el desplazamiento provocado por una situación de acoso sexual por parte de un actor armado, la llevó a pensar que esta vida no tenía sentido, que de ahora en adelante ella estaría desprotegida. Las ayudas recibidas, incluyendo la psicoterapia, la ayudaron a reconocer que ella tenía las habilidades para sobrevivir”…
Días como hoy, que buscan dignificar a las víctimas de Violencia Sexual en el contexto del conflicto armado, no deberían existir. Pero lamentablemente esta problemática asola a Colombia, y sobre todo a las mujeres. De los casos que Médicos Sin Fronteras (MSF) atendió en 2017, casi 90% son mujeres. En total, 55% fueron perpetrados por un conocido o vecino, 22% por un desconocido, 13% por su pareja o familiar y 10% por un actor armado.
Las cifras envuelven historias dolorosas que llevan años en silencio, pero que encuentran un escape, un desahogo necesario, en medio de las terapias psicosociales. Por eso, es urgente tratar a las sobrevivientes de violencia sexual de manera rápida e integral, porque las heridas parecen invisibles y no son. A continuación, una psicóloga de MSF, que trabajó durante varios años en Tumaco nos lo narra así:
Cuando Lorena* se desplazó de un municipio ubicado en la zona del Pacífico colombiano y llegó a Tumaco, Nariño, pensó que su vida había terminado. Un mes antes del desplazamiento se presentaron combates entre dos grupos armados. Uno de los líderes de estos grupos vivía cerca a la casa de Lorena. Él comenzó a perseguirla, a hacerle comentarios sexuales e incluso, en cinco ocasiones se aprovechó de su poder para manosearla y tocarla.
“Varias veces me dijo que yo iba a ser suya, que quisiera o no, iba a ser su mujer. Entonces, supe de otras mujeres que habían sido violadas por ese señor y que sus amenazas iban en serio. Fue momento de irme del que había sido mi hogar durante toda mi vida”, cuenta Lorena.
Se desplazó con el mayor silencio posible, no quería que la siguieran o mucho menos que la señalaran, por si acaso, tenía que regresar. En Tumaco solamente contaba con una prima que la recibió con un poco de temor, pensando que quizás Lorena había sido perseguida a su salida, pero tan pronto llegó le avisaron desde su hogar, que ninguno de los militantes en el municipio la había seguido la pista. Aun así, el estrés se había apoderado de ella. Aunque ya estaba segura en el hogar de su prima, no podía dormir. Tenía pensamientos catastróficos respecto a su entorno y su futuro, no salía de casa pues cualquier situación la hacía estallar en llanto, un llanto que pocas personas podían contener. Entonces, una vecina de su prima le sugirió asistir a terapia con Médicos Sin Fronteras.
Tan pronto llegó a nuestros consultorios, la contactamos con los Servicios Sociales pertinentes para que recibiera las ayudas humanitarias que el gobierno entrega a la población desplazada y víctima del conflicto armado en Colombia. Al desplazarse había dejado atrás la seguridad económica que le aportaba un trabajo estable, además de haberse separado de toda su familia de origen. Al mismo tiempo, en nuestros consultorios, comenzamos un proceso de psicoterapia enfocado en rescatar los mecanismos de afrontamiento con los que la paciente contaba para fortalecerse y cuidarse, respecto al estrés que estaba sintiendo. Así, notó la importancia del buen descanso y el cuidado de su nutrición. También, recordó que el baile siempre había sido una actividad que ella usaba para sentirse mejor, más relajada y libre de los problemas cotidianos.
Un momento crítico como el desplazamiento provocado por una situación de acoso sexual, la llevó a pensar que esta vida no tenía sentido, que de ahora en adelante ella estaría desprotegida. Las ayudas recibidas, incluyendo la psicoterapia, la ayudaron a reconocer que ella tenía las habilidades para sobrevivir. Tras dos semanas de haber iniciado tratamiento con MSF, Lorena le dio un nuevo sentido a lo que estaba viviendo y decidió que el desplazamiento a Tumaco lo asumiría como una oportunidad de la vida para crecer. Al fin y al cabo, ella había estudiado un técnico en sistemas en el SENA de su municipio, pero por falta de oportunidades laborales enfocadas a su interés profesional, nunca había podido ejercer. Tampoco tenía pareja en su lugar de origen, ni tenía hijos. Esto le daba la opción de empezar a formar una vida desde cero en Tumaco. Bailar le estaba sirviendo para reducir el estrés, y en la búsqueda de lugares para bailar se dio cuenta que había muy pocos, por lo que de pronto su habilidad para la danza le daba la oportunidad de montar un negocio propio que comenzó a considerar como una forma para estabilizarse económicamente.
No todas las personas pensarían como ella y lo sabía. No todos tomarían un desplazamiento forzado como una oportunidad, pero una vez se redujo su estrés, fomentó la idea de salir adelante, de levantar la mirada y observar el maravilloso futuro que tenía por delante. Comenzó a notar que tenía capacidad de resiliencia. Aunque el trabajo escasea en Tumaco, la preparación académica y la actitud emprendedora de Lorena la llevaron a conseguir trabajo, tras tres semanas de desplazamiento.
Aún quedan temas por trabajar. El acoso vivido la le ha hecho cuestionarse acerca de la violencia de género. Se siente recelosa respecto a los hombres, especialmente hacia aquellos que ostentan poder. Cerca de la casa de su prima, su nuevo hogar, viven algunos actores armados de los cuales se dice que han violentado sexualmente a varias mujeres del barrio. Ya ha pensado en mudarse de barrio, incluso de llevarse con ella a su prima y su familia para evitar que sean agredidos de alguna forma por estos actores del conflicto armado. Para ella, tomar decisiones rápidas fue la clave para evitar una mayor afectación a su salud, su integridad y su capacidad de responder a la crisis.
*El nombre fue cambiado para proteger la identidad.