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El conveniente discurso de la Policía, que reiteradamente habla de los suyos como ‘héroes de la patria’, parece un mal chiste, cuando se evidencia el abandono de muchos agentes que sobrevivieron a las terribles condiciones de secuestro al que los sometieron las FARC.
La historia de un grupo de policías que sobrevivió a una toma guerrillera el 12 de julio de 1999 es una muestra más de la degradación que alcanzó el conflicto armado. Los protagonistas han padecido las denigrantes condiciones del secuestro por parte de la guerrilla de las FARC; el dolor de la ausencia por la desaparición forzada y la revictimización de la Policía a sus propios hombres.
Todo comenzó en los primeros meses de 1999 en las faldas del páramo de Santurbán, en Norte de Santander. Un grupo de guerrilleros de las FARC logró escapar del cerco que le habían plantado el Ejército y los paramilitares en el Magdalena Medio, subiendo por la cordillera Oriental y bordeando Bucaramanga hasta que llegaron al páramo.
En esas circunstancias decidieron atacar, entre otros municipios, Cucutilla, un pequeño pueblo a dos horas de Pamplona, para quedarse con las armas de los policías y sacarlos de allí, con el fin de tener un corredor donde resguardarse. Sin embargo, el plan no salió como esperaban, pues los 14 agentes que se encontraban en la estación de Policía soportaron casi 15 horas la arremetida de los cerca de 300 guerrilleros de las Farc.
Los policías suplicaron toda la noche y la madrugada por refuerzos a Pamplona, donde incluso se encuentra un batallón del Ejército, pero la ayuda nunca llegó. Los militares tenían temor de sufrir una emboscada si acudían a auxiliarlos. Sobre el mediodía del 13 de julio, cuando los fusiles de los agentes estaban casi inservibles, cesaron el combate. Dos policías fueron asesinados en el ataque, uno quedó herido y otros tres escaparon.
La Policía dejó a su suerte a muchos de sus hombres en pueblos aislados en esos años, a sabiendas de la probabilidad de las sangrientas tomas guerrilleras. Los traslados a esos pueblos eran considerados como castigos, como lo cuentan los mismos agentes.
Periodistas de varios noticieros grabaron el ataque y hasta entrevistaron al jefe guerrillero. Las imágenes muestran a varios niños reclutados por las Farc y los agentes aparecen resignados, en lo que fue el comienzo del secuestro. Las largas jornadas de marcha por el páramo, malviviendo y escapando del Ejército se extendieron por casi año y medio. El agente Reynaldo Gómez fue liberado durante esos meses, por sus condiciones de salud.
Ver el video:
El 21 de enero de 2001, se toparon de frente con los militares y cundió el caos. En medio del combate, que no era una operación de rescate, el jefe guerrillero asesinó a los agentes Alexis Vera y John Jairo Pose. El agente Víctor Julio Sierra fue visto por uno de sus compañeros tratando de escapar, pero nunca más se supo de su paradero. El caso de los agentes, que es representado ante la Jurisdicción Especial para la Paz por la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), puede ser escuchado en detalle a través de un podcast que produjo la CCJ.
Le queda mucho por contar y aceptar a jefes de las exFarc ante la Jurisdicción Especial para la Paz. Además de negar en varias ocasiones las horribles condiciones a las que sometieron a los secuestrados, poco han aportado sobre la orden de asesinarlos a sangre fría si se presentaba un operativo de rescate, como pasó con los agentes Vera y Pose.
Los agentes Victor Botello, Armando Buendía, Rafael Guerrero, Jose Tarazona, huyeron en medio de la balacera. Luego de escuchar los gritos de los agentes, los militares entendieron que se trataba de secuestrados y se los llevaron a Cúcuta.
El regreso a la libertad estuvo marcado por los efectos en la salud mental de los agentes. Además de la angustia que les producía recordar las tortuosas condiciones del cautiverio, fueron cuestionados frecuentemente dentro de la Policía. Los acusaban de pertenecer a la guerrilla y de ser infiltrados, solo por sobrevivir al ataque de las FARC, al secuestro y al enfrentamiento en el que se dio el rescate.
Vergonzosamente, dentro de la Policía, fue frecuente la estigmatización de sus propios hombres, secuestrados y desaparecidos a manos de la guerrilla. En medio de la paranoia del enemigo interno, las víctimas fueron sospechosas de colaborar con la subversión.
Aunque fueron restituidos en sus cargos, al poco tiempo, fueron retirados de la Policía. A la mayoría de ellos les hacía falta unos meses para completar sus años de servicio, por lo que no recibieron la pensión completa; varios tuvieron que recurrir a procesos judiciales que duraron años para que les reconocieran, al menos, media pensión. Todas estas circunstancias afectaron la vida familiar de los agentes: después del cautiverio algunos se separaron de sus parejas, otros empezaron a vivir difíciles situaciones económicas y de salud. Los efectos psicológicos del secuestro los incapacitó permanentemente.
Del agente Sierra se sabe muy poco. Luego de la desaparición, su esposa e hijos, entraron en una difícil situación emocional y económica. Enfrentaron trabas por parte de la Policía para recibir la pensión, hasta que por fin la consiguieron. Por su cuenta empezaron a buscar al agente, incluso llegaron a la zona para averiguar qué había pasado con él. Les dijeron que el día del improvisado rescate, Sierra quedó herido luego de caer en una zona rocosa, fue recapturado por la guerrilla, asesinado, y enterrado en algún lugar cerca al páramo.
Los esfuerzos que la familia Sierra ha hecho por recuperar los restos del agente los ha adelantado de manera autónoma y con sus propios recursos, pues la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, apenas los ha contactado un par de veces en estos últimos años. En cuanto a los desmovilizados de las FARC, aún no han entregado información que aporte a la búsqueda del policía desaparecido. Mientras tanto, el dolor de la ausencia sigue extendiéndose para esta familia.
Han pasado más de 22 años desde la toma guerrillera y los agentes que sobrevivieron siguen viviendo en medio del abandono de las instituciones del Estado, sin ningún tipo de reparación de parte los victimarios, ni de la institución que defendieron ese 12 de julio.
La historia muestra la crueldad de los crímenes que tanto le ha costado asumir a las FARC: los vejámenes del secuestro que marcaron la salud mental y el proyecto de vida de sus víctimas. También cómo el Estado ha revictimizado y abandonado a sus propios hombres.
Es clave que las entidades del Sistema Integral de Verdad Justicia Reparación y no Repetición actúen para que los agentes y sus familias puedan recobrar algo de todo lo que perdieron. Las víctimas sienten que es la última oportunidad de saber la verdad y de que se reconozca el daño que han sufrido por una guerra que les cambió la vida.