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Ojalá que la dramaturgia de los problemas en Colombia fuera sencilla. Tan sencilla como escuchar, en cuanto a la restitución de tierras, algo como: “había una vez una familia a la que le quitaron la tierra por la fuerza hasta que llegó el Estado y se las devolvió”. Ojalá fuera así de fácil, porque así debería ser. Pero esto es Colombia y nada de lo que aquí pasa es de fácil entendimiento. Y para lograr ese relato sencillo de ´Había una vez´ habría que inventar el mundo de nuevo como los Buendía se inventaron a Macondo. Desde hace 11 años, Colombia se dio a la tarea de ir urdiendo esa segunda oportunidad sobre la tierra de estas estirpes campesinas que estuvieron condenadas a cien años de soledad.
Un puñado de colombianos ignora el enorme trabajo hecho por la Unidad de Restitución de Tierras a lo largo de estos años.
Es claro para todos que, si se miran los resultados a la luz de sentencias efectivas de restitución, el trabajo de la Unidad parezca poco. Y hasta se podría pensar en un enorme aparato burocrático inoperante como un animal antediluviano pesado y lerdo para actuar. Nada más alejado de la realidad. Las variables que se han tenido que considerar para poder atender la complejidad de los casos y el inmenso universo de víctimas que existen en Colombia, supera incluso las predicciones de los más expertos. Uno de los principales logros de esta Entidad ha sido devolver la confianza en el Estado a esos colombianos, víctimas de la violencia. Así que lo primero y lo más importante de todo lo actuado hasta el momento es que las víctimas cuentan con la Unidad de Restitución como una aliada y no como un enemigo a vencer en ventanillas que nadie atiende. Si hay luz al final del túnel es porque hay túnel.
Hoy existen 5 millones de hectáreas de tierra que cuentan con demanda para ser restituidas, representadas en las 10.816 demandas presentadas en los últimos 4 años. Y así, de esta manera, se logrará el famoso ´Había una vez´ de miles de comunidades a la que les fue arrebatada la tierra hasta que llegó el Estado y se las devolvió.
Esas demandas ya son un camino transitado por la Unidad; un camino abonado, en donde cada página de esos expedientes ha significado un esfuerzo institucional fértil para que a los juzgados de restitución lleguen casos sólidos, consistentes y posibles.
Afortunadamente, durante estos diez años se han construido los mecanismos y las herramientas para que no toque abordar esas demandas desde cero, dando palitos de ciego en un terreno cenagoso, movedizo. Se ha ido construyendo una experiencia institucional que no tiene comparación con ninguna institucionalidad en el mundo.
La experiencia adquirida durante estos 11 años, y la puesta a punto del Sistema Nacional de Atención y Reparación Integral a las Víctimas, da para pensar que los 9 años venideros serán los más importantes y decisivos en cuanto a reparación.
Sin duda los aprendizajes de este tiempo, sumados a la voluntad del Estado colombiano y a la cooperación de los distintos países que han acompañado el proceso de reparación en Colombia, harán posible que el relato de restitución de tierras de aquí en adelante pueda ser contado de manera sencilla. Contado como ya se viene contando hoy en tantas y tan distintas regiones del país: Había una vez más de 554 mil hectáreas que fueron restituidas a 83 mil colombianos, personas de carne y hueso que recuperaron la esperanza.
Este relato que parece sencillo está haciendo posible el renacimiento del campo colombiano, de la patria entera. Tal vez ha llegado el tiempo de la segunda oportunidad para esas estirpes campesinas condenadas a cien años de soledad. Gracias a la intensa y silenciosa labor de la Unidad de Restitución, seguramente ese relato será más simple con los años. Algo como:
Había una vez un país en paz…