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El 28 de junio de 2022, la Comisión de la Verdad (CEV) le entregó al país un legado conformado por el resultado de más de 3 años de trabajo, atravesados por una pandemia, el fallecimiento de 2 comisionados y con el reto de lograr entender y explicar las principales causas del conflicto armado colombiano, sus impactos y las rutas para reparar a las víctimas y a la sociedad.
En el marco de lo que pudo creerse una “misión imposible”, la CEV logró construir sus recomendaciones a partir de los ejes de 1) construcción de paz como proyecto nacional, 2) víctimas, 3) régimen político y participación, 4) narcotráfico, 5) impunidad, 6) seguridad, 7) paz territorial, 8) cultura para la paz y la educación. Además, como recomendación final y no menos importante, se incluye la apropiación, difusión y continuidad del legado, entendiéndolo como el conjunto de hallazgos, recomendaciones y aprendizajes, dentro de los que se encuentra el Informe Final.
Ahora, un año después, no es fácil hacer un balance de esta última recomendación. No es fácil saber qué tanto nos hemos apropiado como sociedad, ni qué tanta continuidad se le ha dado a lo largo y ancho del país -incluso más allá de nuestras fronteras físicas-. No es fácil dimensionar el tamaño de la verdad que reposa en el legado, ni tampoco de las heridas que se abrieron y las cicatrices que no sabemos si llegarán. Lo único cierto es que va a tomar tiempo y que debemos hacer lo posible porque éste juegue a nuestro favor.
Será primordial continuar con los esfuerzos de difusión del contenido en instituciones educativas y universidades, de pedagogía, de acompañamiento al trabajo del Comité de Seguimiento y Monitoreo a las recomendaciones de la Comisión, de visibilización de los avances de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), de comprender y consultar lo que sería el archivo de derechos humanos más grande del país, porque ahí podría estar una de las claves para que construyamos el futuro sin caer una y otra vez en los errores del pasado.
Además, es fundamental entender que estamos ante una verdad en construcción, ante un relato que se alimenta constantemente y que no termina, por lo que el Informe Final fue y es un gran primer paso para consolidar el resto del camino. Y, aunque un año es poco, podemos encontrar ejemplos como el de la audiencia única de verdad de Salvatore Mancuso ante la JEP, en donde no solo reforzó lo ya mencionado por la CEV a lo largo de sus tomos sobre el fenómeno paramilitar y sus relaciones con altas esferas del poder, sino que hizo referencia a lugares concretos donde podrían encontrarse restos de personas desaparecidas (información que será fundamental para el trabajo de la UBPD). Asimismo, mencionó los impactos diferenciados sobre población étnica, especialmente los despojos sufridos por comunidades indígenas como los Emberá Katío, Emberá Chamí y el Pueblo Zenú, entre otros.
Así, la transformación de la verdad en memoria, reparación y garantías de no repetición nos tomará muchos años más, muchos más ejercicios de escucha, diálogo, reflexión y construcción de consensos que nos permitan pensarnos la posibilidad de dignificar a las víctimas, de ponerle fin a las confrontaciones armadas que persisten y de materializar, desde cada esfera de la sociedad, un futuro a partir de la verdad.