Una oportunidad para enrumbar nuestra historia

Diego Ferney Tovar
29 de noviembre de 2024 - 07:02 p. m.
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En el marco del octavo aniversario de la firma del Acuerdo Final de Paz entre el Estado colombiano y la extinta guerrilla de las FARC-EP, no solo hemos evidenciado su importancia, representada en el compromiso ratificado en la Plaza de Bolívar por el propio presidente de la República Gustavo Petro, quien por primera vez participó directamente en este acto conmemorativo anual, sino que también hemos ratificado el compromiso de la comunidad internacional, representada en múltiples misiones diplomáticas que acompañaron varias de las actividades previstas para esta importante fecha.

Como era de esperar, el protagonista de esta historia sigue siendo el pueblo en todas sus expresiones, quienes obligaron, hace más de diez años, a las partes a lograr esta construcción colectiva y, posteriormente, han acompañado de variadas formas el proceso de defensa e implementación integral de lo pactado. También somos dignos de reconocimiento las y los firmantes del Acuerdo Final de Paz, quienes, a pesar de las difíciles condiciones que hoy afrontamos, hemos mantenido vivo el compromiso con el país y la comunidad internacional.

Ahora bien, quiero compartir con ustedes algunos de los desafíos que hemos tenido que enfrentar en nuestro proceso de transición de estructura guerrillera insurgente a partido político en Colombia. Nos enfrentamos a la superación de los odios, la estigmatización, la segregación y las condenas de los clásicos adversarios contra quienes nos hemos enfrentado históricamente, sumados a las condenas de quienes no entendieron y no entienden el momento histórico que vive el país. Fueron incapaces de ver el potencial transformador del acuerdo de paz de La Habana para superar varios de los problemas estructurales y, por lo tanto, históricos.

Hoy, la historia reciente de Colombia se escribe gracias al Acuerdo de Paz, pues contamos con un gobierno progresista que surge producto de este; que ha logrado sumar a múltiples actores en un gran momento de participación política, pasando incluso por el conocido “estallido social”, donde las y los colombianos hemos tenido la oportunidad de contribuir a la construcción del proyecto de país que queremos. Firmar la Paz en 2016 significó un hito histórico para nuestro país, logrando así, quitarnos aquella macabra forma de gobernar los pueblos por medio de la guerra y tratando de edificar sobre este método la imperfecta pero más humana dinámica de la paz. Sabemos que contamos con grandes desafíos, pero ¿ha habido algún momento en que la humanidad en todas sus expresiones no los haya tenido que enfrentar?

En Colombia, nuestro gran desafío es la superación de la violencia como forma histórica de hacer política a favor de los intereses de las élites y sus aliados nacionales e internacionales y, en su lugar, lograr promover la más amplia participación posible, profundizando en la construcción de un modelo de país del tamaño de nuestros sueños, sin privar a millones de jóvenes de crecer en el seno de sus familias y comunidades por estar condenados a los cuarteles o resistiendo en las ciudades y montañas de nuestra geografía. Tenemos un acuerdo diseñado para la vida, una gran construcción social digna de ser repasada y tenida en cuenta como herramienta práctica para la superación de las causas históricas que nos alejaron de la senda de la civilización y nos acercaron al mundo de la barbarie.

Mientras el mundo se debate en profundas crisis y confrontaciones de las cuales no somos ajenos, el Acuerdo Final de Paz, como construcción social, nos dota de varias herramientas que mucho pueden aportar para avanzar en la consolidación de un modelo más humano, que nos permite, por ejemplo, hablar de la recuperación, protección y conservación de los ecosistemas y su biodiversidad, de la importancia de la producción agrícola en un mundo cada vez con mayor hambre, de la descentralización de la tierra y el reconocimiento de los procesos de gobernanza propia en los territorios; de la apertura democrática y la superación de la violencia, para cerrar puertas contra el fascismo y sus exponentes en nuestros territorios; del abordaje del problema de las drogas desde una perspectiva más social, de salud pública y menos punitiva; de hacer de las víctimas el centro de nuestro compromiso, para dignificarlas por medio de la verdad, la justicia, la reparación, pero, sobre todo, de las garantías de no repetición.

Y como si esto fuera poco, el acuerdo ha desatado lo que hoy denominamos la gobernanza para la paz en diversos niveles y donde todos los actores sociales y políticos de las comunidades y sus procesos organizativos, los territorios en todas sus dimensiones, junto a la población firmante, las instituciones, locales, regionales y nacionales, sumadas al acompañamiento y compromiso de la comunidad internacional, confluimos en un auténtico ejercicio para la construcción colectiva y la conquista de la paz.

Tenemos en nuestras manos un poderoso acuerdo para la vida que debe ser apropiado, fortalecido e implementado.

Por Diego Ferney Tovar

 

Jorge(97897)29 de noviembre de 2024 - 10:54 p. m.
Esto relato es muy optimista. La realidad de Colombia es que tenemos dos fuerzas muy potentes contra la paz: las guerrillas que no firmaron el Acuerdo de Paz y las derechas dirigidas por Uribe Vélez, Vargas Lleras, Cesar Gaviria y el Partido Conservador.
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