¿Una oportunidad para la memoria?

Juliana Bustamante Reyes
22 de febrero de 2020 - 08:00 p. m.

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Después de un año largo de que Darío Acevedo fuera nombrado director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el balance es verdaderamente desalentador. De entrada, el nombramiento contradijo los múltiples llamados de académicos y personas conocedoras de temas de memoria que reclamaban la necesidad de designar una persona con la formación y sobretodo con el entendimiento que supone el trabajo de construcción de memoria: un trabajo con víctimas, con sociedad civil, con personas de verdad que encuentran en el reconocimiento de sus relatos una forma de reparación simbólica, muchas veces más poderosa que cualquier compensación económica. Eso no sucedió: no solo se hizo el nombramiento de un personaje que de ser miembro activo del partido comunista maoísta pasó a enlistarse en las filas uribistas que niegan casi todo lo que en Colombia ha pasado -empezando por el conflicto armado- sino que, además, acabó con las formas de trabajo que el Centro tuvo por años para construir documentos de la más alta calidad investigativa y rompió con las metodologías de trabajo directo con las víctimas que permitieron en buena medida esos excelentes resultados.

A principios de este mes se conoció que la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia, una de las organizaciones más importantes en materia de construcción de memoria a nivel mundial, suspendía la membresía del CNMH por falta de compromiso con las víctimas y con la construcción de memoria, manifestada, entre otras, en el silencio ante una solicitud expresa al Centro sobre la independencia de su trabajo. Días después de este anuncio, la Red Colombiana de Lugares de Memoria también expulsó al Centro de Memoria Histórica con ocasión de las repetidas declaraciones del señor Acevedo inisitiendo en la negación del conflicto y teniendo en cuenta que bajo su administración se ha dado prelación a la construcción de memoria para las fuerzas armadas, mientras se han venido acabando las dinámicas regionales con las víctimas y se ha desconocido a la Red como interlocutor válido para la construcción del Museo de Memoria. Estas decisiones además también se basan en el hecho de que el Centro no se ha adherido a la declaración de principios y criterios básicos de trabajo para los miembros de la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia y la Red de Sitios de Memoria Latinoamericanos y Caribeños, Reslac. Además, también han aparecido en redes alertas sobre la desaparición de informes del CNMH de la página de la entidad, advirtiéndose que parecería haber una política de reescribir los informes o borrarlos.

Existen valiosas iniciativas de la sociedad civil, algunos medios y organizaciones que intentan proteger la memoria del filtro político del nuevo CNMH. Actividades patrocinadas por embajadas como los ejercicios de Hablemos de Verdad adelantados por El Espectador-Colombia 2020 y la Embajada de Alemania por ejemplo, que son un esfuerzo de la mayor importancia para la construcción de paz. Sin embargo, aunque puede seguirse trabajando paralelamente al Gobierno al que poco o nada le importa contruir memoria, los mensajes descalificadores sobre la gestión previa, la reducción de presupuesto, la falta de resultados del Centro al punto de caer en la irrelevancia, pero la insistencia en negar lo que debería protegerse, pueden terminar por imponerse.

Por estos días está publicada en la página del Centro una convocatoria para hacer una ‘construcción democrática’ de la memoria. Ello parecería descalificar, contra toda evidencia, las actividades anteriores que adelantó el CMNH al sugerir la gestión previa como no democrática; esto en realidad poco importa pues las evidencias en sentido contrario son demasiadas. Podría significar más bien que, en el fondo, el Centro busca evitar el contacto directo con las víctimas, estigmatizadas por el partido de gobierno; o que prefiere no exponerse a ser cuestionado en sus metodologías y posturas y opta entonces por tercerizar esa labor, como si se tratara de una gestión secundaria; o simplemente que quiere enviar un mensaje que cambie la percepción tan negativa que hoy tiene. Entre tanta especulación, sin embargo, quienes tendrían la posibilidad de participar en esta convocatoria de manera constructiva y conocedora en materia de memoria, deberían pensar qué resulta mejor, si marginarse de toda actividad con el Centro en tanto siga como está y dejar sentada una postura clara en ese sentido, o participar entendiendo el espacio como una oportunidad para mantener vivos los temas que importan y están amenazados.

La preocupación de tantos por la memoria de Colombia, la importancia de sacar adelante el museo que previó la Ley de Víctimas para “… lograr el fortalecimiento de la memoria colectiva acerca de los hechos desarrollados en la historia reciente de la violencia en Colombia” y la necesidad de complementar la difícil tarea que la Comisión de la Verdad está adelantando en desarrollo de los Acuerdos de La Habana, hace necesario reflexionar sobre quiénes deben ser los llamados a ocupar ese lugar que se ahora se abre. Una lectura con proyección a largo plazo podría darle la vuelta a la preocupante realidad que el Centro hoy enfrenta, entendiendo que las personas y los Gobiernos van y vienen, pero que la construcción de nuestro relato histórico doloroso, diverso y complejo, es un ejercicio de ciudadanía que no debería perderse ni por funcionarios que solo están de paso, ni por cuestiones ideológicas de honor. El valor de la memoria y su significado para Colombia son mucho más que eso.

@julibuscel

 

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