Y de la memoria de los soldados, ¿qué?

José Obdulio Espejo Muñoz
12 de junio de 2019 - 09:11 p. m.

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Confieso que no tenía un tema grueso para la columna de esta quincena. Sin embargo, leer el último trabajo periodístico de la colega Salud Hernández Mora en El Tiempo me brindó la oportunidad de abordar un tema recurrente en mis modestas reflexiones sobre el deber ser de la institucionalidad de cara a su participación real y efectiva en el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, SIVJRNR.

¿Merece la pena morir por hacer una carretera? es el sugestivo título de este reportaje en La Gabarra de la valerosa periodista colombo española. Ella, con su particular estilo, cuestiona entre varios tópicos un hecho que no es noticia en la medida que se volvió paisaje en nuestra atribulada coyuntura. Me refiero a la muerte violenta de agentes del orden en cumplimiento de su misión y deber constitucional.

Para el caso de este reportaje, el  asesinato a sangre fría de soldados del arma de ingenieros militares que participan en la construcción de una vía pavimentada en esta tierra olvidada de la mano de Dios. Un verdadero contrasentido en una región donde sus moradores reclaman, a través de sus líderes sociales, mayor presencia del Estado y la inversión en diferentes sectores, incluido, claro está, el de la infraestructura.

De inmediato vinieron a mi memoria los títulos de dos filmes estadounidenses en el género bélico que recogen las vicisitudes de uniformados que participan en campañas militares, pero que su contribución apunta a aristas diferentes al combate. Se trata de Sand Castle (Castillo de Arena) y The hurt locker (Vivir al límite). El argumento de la primera se desarrolla en 2003,  cuando, tras la invasión de Irak , un pelotón trata de reparar el sistema de abastecimiento de agua en una comunidad hostil. En la segunda, los sargentos William James y J.T. Sanborn y el especialista Owen Eldridge,  integran  la unidad especializada en minas y explosivos en Bagdad; sus misiones llegan a sus semanas finales y los hombres enfrentan situaciones muy peligrosas en las que arriesgan sus vidas ante una posible explosión.

¡Lo he dicho y lo seguiré diciendo! El cine y otras medios y métodos de comunicación que bien podrían definirse como alternativos, nos ofrecen la posibilidad de contar las historias pérdidas de los soldados de tierra, río, mar y aire de Colombia. ¡Cuántos episodios de valor, arrojo y heroísmo, reposan en nuestra memoria, quizá más fuertes y conmovedores que aquel que narra Salud Hernández! ¿Por qué seguimos perdiendo el tiempo en insulsas cadenas de mensajes frívolos en redes sociales como WhatsApp y no nos damos a la tarea de documentar esa memoria histórica institucional que hay en nuestros recuerdos? Sí, las mismas que con tanto detalle recreamos en tertulias, encuentros y almuerzos de compañeros, como se les define a estas reuniones en el argot castrense.

Debemos de dejar ese razonamiento mezquino y egoísta que pregona que todo lo que digamos sobre nuestra participación en el conflicto armado en los últimos sesenta años se convertirá necesariamente en auto-cabeza de un proceso en nuestra contra. "El que calla otorga", reza con sabiduría esta vieja sentencia del refranero popular que nos legaron nuestros abuelos.

"A escribir", repite constantemente mi coronel Carlos Arturo Velásquez y otros pocos oficiales que les duele lo que está pasando y que pasaron del verbo a la acción. Parafraseando a un egregio oficial: “¡Soldado un día, soldado toda la vida!” Argumentar que no se domina en propiedad este arte no es excusa, pues de las memorias de nuestros veteranos podrían nutrirse guionistas, libretistas y escritores, en nuestro país y en el mundo. Así nacieron las tramas de las películas que reseñé brevemente e incluso series como Band of brothers de HBO o video juegos como Brother in arms, estos dos últimos títulos inspirados en diarios de soldados que participaron en la Segunda Guerra Mundial.

En este punto del escrito, mi reiterativo llamado a las oficinas de las Fuerzas Militares responsables de estas temáticas, para que innoven en sus narrativas y den la pelea en este campo de batalla del posacuerdo. Sí no me creen, sólo basta  mirar, escuchar y leer lo que está haciendo el partido de la rosa a este respecto y colectivos y organizaciones sociales que señalan a los soldados de ser sus victimarios.

Claro, debo reconocer y celebrar algunos avances, como la producción de un programa radial sobre memoria histórica  que recién se incluyó en la parrilla de programación de la emisora Colombia Estéreo del Ejército, el cual se viene emitiendo en vivo y en directo los jueves a partir de la una de la tarde.

 

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