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En el siempre agitado escenario político colombiano, cambiar balas por votos, es más difícil de lo que parece. Si bien la parte más compleja del proceso ya se logró con el compromiso de las FARC de dejar las armas y buscar la transformación del país a través de la vía democrática, los hechos muestran que, pasadas dos elecciones presidenciales y una regional, el desempeño electoral del partido Comunes ha sido tímido, en el mejor de los casos, y ha dejado en evidencia los importantes retos en su camino hacia la consolidación política. A semanas de las elecciones regionales en el país, la pregunta que surge es si esta será una nueva oportunidad para consolidarse como una fuerza política legal, representativa y legitima.
Para las próximas elecciones se postularon 142 firmantes de paz: 33 mujeres y 109 hombres. De ellos, 112 para consejos municipales, 13 para JAL, 9 para asambleas departamentales y 8 para alcaldías. Comparado con 2020, en donde su desempeño electoral fue realmente pobre, el partido Comunes ha presentado un número mayor de candidatos. Esto podría interpretarse de manera positiva en su transición hacia una fuerza política legítima en Colombia que es, en últimas, uno de los pilares del Acuerdo Final. Sin embargo, persisten al menos cinco desafíos en el camino:
1. Estigmatización
El rechazo y la estigmatización de las FARC como un grupo armado ha dejado una huella profunda en la percepción pública, y por eso es tan difícil que se ganen la confianza de los votantes. Sobre todo, cuando el escenario electoral, en muchas regiones, aún se define por temas relacionados con la seguridad y el conflicto, en donde justamente la historia del partido como grupo armado se vuelve una carga a la hora de seducir a los electores.
Solo para hacerse a una idea: el Invamer Poll desde hace siete años indica que por lo menos el 70% de los colombianos cree que los firmantes no cumplirán con lo acordado, y la encuesta Escuchar la Paz indica que el 87% de las personas en regiones PDET (donde viven el 60% de los firmantes) no confía en ellos, mientras que el 82% no estaría cómodo teniendo a un firmante como vecino. En campaña, además, algunos candidatos han usado la narrativa que apela al pasado violento del movimiento político para atacar a sus contrincantes excombatientes.
2. Una cancha compleja y desconocida
Participar electoralmente en un sistema como el colombiano va más allá de conformar listas o lanzar candidaturas. A Comunes le toca jugar en un sistema dominado por partidos y líderes políticos que conocen el juego y lo juegan bien, y en el que este partido debutante puede verse en desventaja por carecer de pericia y conocimiento.
Construir un partido político sólido requiere de tiempo, recursos y una estrategia robusta que, en el largo plazo, genere una identidad y logre comunicar sus propuestas y objetivos. En este escenario, los firmantes enfrentan el desafío de adaptarse a un entorno político distinto en donde deben aprender a conectarse con la ciudadanía de manera efectiva en medio de esas prácticas tradicionales. Además, una porción de la política se hace no solo de cara a los electores sino también a través de las alianzas que se puedan conformar con otros partidos, casas electorales y líderes locales. De eso los firmantes saben poco y no tienen la popularidad a su favor. A ello se suma la proliferación de partidos y movimientos para estos comicios.
El reto se agudiza, finalmente, con la falta de implementación de la reforma política pactada en el Acuerdo Final en donde se deben abordar temas como la financiación de las campañas, un elemento que los líderes de Comunes critican constantemente por alegar desigualdad de condiciones para hacerse conocer.
3. La seguridad
A este panorama, y como agravante, se le suma la seguridad para los firmantes: cerca de 400 de ellos han sido asesinados desde la firma del Acuerdo. Este alarmante nivel de violencia contra quienes optaron por la vía de la paz refleja la persistente estigmatización que enfrentan y la amenaza constante sobre sus vidas. En este contexto, es difícil que los excombatientes quieran visibilizarse en espacios de participación local y ejerzan sus funciones políticas sin temor por su seguridad y la de sus familias.
La otra cara de la misma moneda es el deterioro de la seguridad para las comunidades en las regiones donde antes tenía presencia el grupo guerrillero. Con el incremento en todos los indicadores de violencia, la presencia de cultivos ilícitos y la ausencia del Estado, es previsible que los electores no quieran optar por fuerzas políticas que tienen un pasado relacionado con el conflicto y prefieran irse por alternativas que se presentan ajenas a esta realidad.
4. Jugar en democracia requiere pluralidad
Durante los casi siete años de implementación del Acuerdo de Paz, se han develado tensiones dentro del colectivo de excombatientes. Se percibe, además, cierta falta de pluralidad en Comunes debido a la escasa promoción y reconocimiento de sus liderazgos. En muchos sentidos, el partido todavía refleja una estructura jerárquica emulada de su pasado como grupo armado, con líderes históricos que tienen una fuerte presencia en la toma de decisiones. Esto puede limitar su capacidad para atraer a una base más amplia y diversa de votantes.
La democracia prospera cuando hay una variedad de voces y perspectivas representadas en el proceso político. Para fortalecer su posición, Comunes debe fomentar la participación de nuevos líderes y garantizar que sus estructuras internas sean más inclusivas y abiertas a la diversidad de opiniones. Esto no solo fortalecerá al partido, sino que enriquecerá el debate político en Colombia.
Es importante recordar que Comunes no es la única representación política de los firmantes del Acuerdo de Paz y esta diversidad ha sido motivo de disputa. Otras expresiones políticas de excombatientes también deben ser tenidas en cuenta en el proceso democrático colombiano.
5. Futuro incierto
A todo esto, se suma la incertidumbre sobre las sanciones que la JEP les imponga a los altos mandos de las FARC. Aunque es cierto que no implican una pena carcelaria para quienes reconozcan verdad y responsabilidad, sí contemplan una serie de restricciones de libertades y derechos. La puesta en marcha de estas restricciones es retadora, no solo por las expectativas colectivas que hay al respecto, sino porque a la hora de definirlas se tendrá que ver su compatibilidad con la participación en política. Será un reto resolver qué tanto los líderes del partido podrán apoyarlo y ser las caras visibles a la hora de hacer campaña.
A pesar de todos estos desafíos, la mera existencia del partido Comunes representa un logro en el tránsito de Colombia hacia la paz. La perseverancia del partido y su capacidad de sortear estos retos para convertirse en una fuerza política local, serán fundamentales para mantener viva la esencia del Acuerdo de Paz e, incluso, para dar ejemplos positivos que animen a quienes hoy negocian en las mesas de la Paz Total su propio tránsito a la legalidad.
*María Lucía Méndez es antropóloga y politóloga y dirige el área de Construcción de Paz de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
Miguel Suárez es politólogo y coordinador de proyectos de la misma área en temas relacionados con reincorporación, migración y generación de confianza en entornos complejos.