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El féretro lo acompaña una multitud de unas 500 personas. Va envuelto en una bandera roja y verde, los mismos colores de los globos que llevan los asistentes al entierro, o la “siembra”, como le dice el pueblo nasa. Son los colores de la Guardia Indígena del Cauca, que indican que en el ataúd va uno de los suyos. La peregrinación partió del polideportivo del resguardo Las Delicias, en Buenos Aires, y llegó hasta el cementerio. El que va adentro del cajón, el que todos cargan y el que lloran los indígenas del Cauca, es Bréiner David Cucuñame López. Era un Kiwe Thegna Luucx, un niño de la Guardia Indígena.
Tres días antes, el viernes 14 de enero, el pequeño de 14 años había sido atravesado por los tiros de fusil de quienes se presentaron como miembros de la columna Jaime Martínez, disidente de las antiguas Farc. No fue el único muerto ese día. También fue asesinado Guillermo Chicame, guardia indígena y agente escolta de la Unidad Nacional de Protección.
Ese viernes la Guardia Indígena fue alertada por la comunidad de Las Delicias sobre la presencia de varios hombres armados que habían estado rondando por el territorio durante la semana. Un grupo de cerca de 20 comuneros, entre guardias y autoridad indígena, acudió a la vereda San Gregorio para verificar y expulsar a los armados del resguardo, un mandato que tienen establecido las autoridades tradicionales para que dentro de sus territorios no hagan presencia ni transiten por allí los grupos armados que operan en el norte del Cauca.
El grupo que acudió al llamado se encontró con una decena de hombres armados y, cuando les exigieron abandonar el territorio, la discusión se elevó. Quienes presenciaron los hechos dicen que se trataba de muchachos muy jóvenes que no abrieron la posibilidad al diálogo. Pero, además, los antecedentes en ese resguardo con el grupo armado tenían la tensión al máximo, pues solo en los últimos 10 meses se han cometido allí nueve asesinatos, contando los dos del viernes. “Es una cifra muy alta para tratarse de un solo resguardo”, afirma Edwin Mauricio Capaz, consejero mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC).
El último de esos asesinatos, antes del viernes pasado, fue el de Marcos Camayo, quien había sido gobernador indígena del resguardo y coordinador del tejido de salud, y a quien dos desconocidos que se movían en moto ultimaron a tiros el pasado 21 de noviembre. Precisamente su hermano, Fabián Camayo, era la autoridad indígena que estaba acompañando el ejercicio de control territorial del viernes.
(Vea: ¿Quién asesinó al niño indígena en Buenos Aires, Cauca?)
Cuando asesinaron a Marcos Camayo en noviembre y se activaron los controles y cierres de la guardia para capturar a los responsables, Bréiner David Cucuñame estuvo allí, al frente en esas jornadas. Eso lo dice Henry Chocué, autoridad ancestral de Las Delicias, que lo conocía a él de nacimiento y lo vio en los últimos meses con su chaleco azul y su pañoleta de la Guardia en el cuello acompañando a los guardias en los ejercicios de control territorial.
Cursaba séptimo grado en el colegio, pero Bréiner David ya tenía trayectoria en la organización. Su formación política la había empezado hace ya dos años en la escuela del Movimiento Juvenil Álvaro Ulcué Chocué, que lleva su nombre en honor a un sacerdote y líder comunitario que veló por la protección de los jóvenes nasas y fue asesinado en 1984. En esa escuela se estaba formando políticamente y allí aprendía los valores esenciales de la organización, el tema comunitario y las primeras semillas para luego llegar a ser autoridad. Se había involucrado en esa formación porque, como hijo de Samuel Cucuñame y Silvia López, venía de una familia metida de lleno en el trabajo organizativo y comunitario del resguardo. “Es un hijo de la resistencia”, dice Henry Chocué, porque además sus abuelos participaron en las recuperaciones de tierra del pueblo nasa. Bréiner David llevaba el proceso, como se dice, en la sangre.
Además de esa formación política, era parte de las escuelas de formación de guardias indígenas, o semilleros, donde niños desde los cinco años empiezan a formarse como protectores del territorio y de la vida, se ponen un chaleco azul, empuñan un bastón y se tercian la pañoleta verde y roja. Así sean niños, las autoridades dicen que ya tienen conciencia y hay quienes saben que quieren ser guardianes de su resguardo. “Son niños que de pronto no pueden hablarlo políticamente, pero tú les dices ‘guardia, guardia’, y ellos van a decir ‘fuerza, fuerza’”, cuenta Liliana Guejia, dinamizadora en el Tejido de Defensa de la Vida y los Derechos Humanos de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN).
A los 14 años, Bréiner David era de los grandes en esos semilleros de Kiwe Thegnas Luucx y por eso acompañaba los recorridos territoriales que se hacían fuera de su propio resguardo. Allí ya se había empezado a caminar varios de los 22 resguardos indígenas que conforman la ACIN en el norte del Cauca. “Más que ambientalista, como lo han presentado, era un defensor de la tierra y de la vida”, dice Henry Chocué.
“Mucha gente cree, cuando hablamos de los niños guardias indígenas, que seguramente se trata de los niños que van a pelear contra la Policía o contra los grupos armados. No, se trata es de un tema de protección, de recuperación de la identidad cultural”, explica Guejia. Protección para el territorio, pero también para ellos, porque en ese resguardo y en el norte del Cauca se ha recrudecido el reclutamiento de menores. Las cifras que entrega Edwin Capaz hablan de más de 270 niños y niñas reclutados en el norte del departamento de 2019 hacia acá. Hoy son alrededor de 450 los que están en la formación de guardias indígenas, como lo estaba haciendo Bréiner David.
Pero, además, participaba en cuanta jornada de trabajo comunitario hubiera. Hay fotografías suyas en la cocina, ayudando en la preparación de los eventos. “Estaba en todo”, dice Henry Chocué. Hasta en la escuela de mujeres del resguardo fue a parar. Una de sus últimas pasiones era la música y andaba con su flauta y su charango, instrumento de cuerda típico de los Andes.
Chocué lo conocía bien porque, además, como Bréiner David era un avezado conductor de moto, lo transportaba muy seguido por el resguardo. En alguna de esas aventadas Chocué le preguntó si no le daba miedo andar con él, una autoridad indígena muy amenazada en el norte del Cauca, que ha aparecido en panfletos de la Dagoberto Ramos y la Jaime Martínez (estructuras de la disidencia armada de las Farc). El niño le respondió que no, que el día que a uno le toca morirse, le toca.
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Para él el día fue ese viernes. Cuando el grupo de guardias acudió al llamado de la comunidad por los armados, Bréiner David estaba con su padre trabajando en construcción. Mientras tanto, la discusión entre los miembros del grupo armado y los comuneros indígenas se escalaba, porque en un momento los primeros intentaron llevarse a la autoridad Fabián Camayo. Cuando su hombre de protección y además guardia indígena, Guillermo Chicame, interfirió para evitarlo, fue atacado con fusiles e impactado por varios disparos que le ocasionaron la muerte.
Cuando se escuchó el sonido de los disparos y el bullicio de la comunidad, Bréiner David y su padre se devolvieron en moto, y a su regreso uno de los armados disparó contra el niño y lo asesinó. Según algunos relatos, los miembros de la Jaime Martínez dispararon al azar y en medio de los disparos fue impactado él. Pero otros, como Edwin Capaz o Henry Chocué, están convencidos de que el ataque hacia él fue dirigido porque ya “lo tenían fichado”.
Por ese actuar del grupo armado que se autodenomina columna Jaime Martínez, la comunidad indígena tiene dudas acerca de su verdadera naturaleza. “Tenemos la duda de si estas unidades que hay en el territorio sí son parte de la estructura grande que dicen que hay, rearmada en Colombia, o si serían realmente cuadros paramilitares o grupos delincuenciales. Su accionar los aleja de ser un grupo armado que como ellos dicen luchan contra el Estado y raya más en características delincuenciales”, afirma Edwin Capaz.
El resguardo Las Delicias necesita a protectores como Bréiner David Cucuñame. Sus autoridades denuncian un proceso de “desestructuración” del resguardo por cuenta de foráneos que han llegado a comprar tierras para dedicarlas a la siembra de cultivos de coca, en los que después ponen a trabajar a los comuneros de la zona. Los compradores llegan de Nariño, de Putumayo, de Caquetá o de Antioquia. Los registros oficiales dicen que en Buenos Aires hay unas 500 hectáreas de coca, pero es un dato de 2020. Cuando salgan los registros de 2021, probablemente darán cuenta de las nuevas dimensiones que tiene el fenómeno en este municipio.
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Contra todo eso están resistiendo hoy en Las Delicias y, en general, en el Cauca. La Guardia Indígena, armada solo con bastones, trata de hacerles frente a los miembros de los grupos armados y mantenerlos al margen de los resguardos. Tras el asesinato de Bréiner David, los comuneros lograron la captura de cuatro integrantes del grupo armado, que serían responsables del asesinato. Sus autoridades no han entregado detalles sobre las capturas y dicen que el proceso está en manos de la justicia indígena. El director de la Policía Nacional, general Jorge Luis Vargas, dijo que el autor intelectual y material del homicidio fue un nuevo cabecilla de la columna Jaime Martínez, conocido como el Indio.
Han pasado tres días desde que el resguardo Las Delicias sembró a Bréiner David. El consuelo lo encuentran en una de las estrofas del himno de la Guardia, para la que se estaba formando: “Compañeros han caído, pero no nos vencerán. Porque por cada indio muerto, otros miles nacerán”.