El arte como estrategia contra el reclutamiento en Quibdó

En medio de la violencia y el temor en las periferias del municipio, el colectivo Mojiganga busca consolidarse como un actor de paz en Quibdó a través del teatro, la música y el baile.

- Camilo Pardo Quintero / cpardo@elespectador.com
07 de mayo de 2020 - 02:00 a. m.
Ifigenia Garcés lleva diez años liderando esta iniciativa en Quibdó. / Archivo particular
Ifigenia Garcés lleva diez años liderando esta iniciativa en Quibdó. / Archivo particular
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Ifigenia Garcés lleva diez años trabajando en Quibdó con la seguridad de que el arte es una herramienta efectiva para ofrecerles a los jóvenes una oportunidad de cambio en zonas en las que, después de tantos años de abandono, la única certeza con la que crecen los niños es que no hay oportunidades o, en todo caso, no muchas más allá de la guerra.

Por eso fue que creó Mojiganga, un proyecto que, a través del teatro, el canto y el baile, le ofrece alternativas de aprendizaje, disciplina y atención a un sector de la población que día a día se enfrenta al riesgo de engrosar las filas de los grupos armados que pululan en el departamento de Chocó.

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Ifigenia, actriz de 38 años, abandonó sus estudios en Derecho y la vida que llevaba en su natal Istmina —municipio a dos horas en carro de Quibdó—, para trabajar con los niños de los barrios más vulnerables de la capital chocoana, como Las Mercedes, en donde la droga y la delincuencia organizada mandan la parada. Ella encontró, sin embargo, que también son zonas inexploradas que nadie mira para buscar talentos o al menos ofrecer soluciones.

Incluso en medio de la emergencia sanitaria mundial por cuenta de la pandemia, Garcés se las ha ingeniado para mantener andando su proyecto y lograr que sus muchachos sigan motivados. Eso con las limitaciones que tiene en un departamento con serios problemas de atención, que son el reflejo de profundas fallas administrativas: sistemas de salud colapsados, baja o nula conectividad a internet, problemas alimentarios, alta vulnerabilidad ante escenarios de inseguridad y, más recientemente, problemas de contratación, que llevaron a la suspensión del gobernador.

Los talleres y clases que antes eran presenciales ahora se hacen de manera remota, tratando de llegar a todos. “Muy pocos de mis niños tienen la situación económica para afrontar el confinamiento. Ahora, con lo que yo tenga, les intento hacer un acompañamiento en canasta básica y en algunos casos mando mercados al corregimiento de La Molana. Además, para darle una continuidad a lo artístico, intento conectarme con los que tengan internet y así ellos me mandan videos de las actividades que dejamos, los retroalimento y los monto a nuestras redes sociales”, afirma la lideresa.

A Garcés le preocupa que en medio de la pandemia y ante la falta de oportunidades los jóvenes sean más vulnerables ante la presencia de actores armados que, aún en cuarentena, operan libremente por la zona y siguen provocando emergencias humanitarias. El pasado 15 de abril, por ejemplo, la Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios (OCHA) alertó sobre el desplazamiento de 393 personas en el Atrato y el confinamiento de 969 personas en Bojayá. Y aunque no hay certeza sobre las cifras exactas de reclutamiento, desde varias organizaciones sociales del departamento han denunciado este fenómeno, señalando que solo en 2019 más de cien niños fueron separados de sus familias para hacer parte de estos grupos en Chocó.

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Por eso Mojiganga insiste en sobrevivir a pesar de las circunstancias. “Las historias de violencia estaban en el contexto de los chicos que viven en los barrios del norte o los que conectan con la vía a Pereira. La idea que tenemos en Mojiganga es orientar al arte como una forma de catarsis para ellos, con el fin de que tengan imaginarios de proyectos de vida en los que puedan explotar sus talentos”, explica Garcés al señalar que no puede seguir siendo normal el hecho de que los niños (especialmente varones) tengan que decidir desde muy pequeños entre ingresar a bandas criminales o poder dedicarse a los estudios y a formar una vida de la mano con su comunidad. “No queremos que ellos repitan la historia negativa; ellos están al borde de esas decisiones, pero nuestra tarea es mostrarles nuevas posibilidades para que siempre estén a gusto”, precisa Garcés.

A la fecha, el colectivo Mojiganga ha hecho más de cien presentaciones públicas en Quibdó y ha sido contratado por la Red de Mujeres en Chocó y por la Biblioteca Departamental Arnoldo Palacios Mosquera para elaborar guiones, desarrollar obras de teatro y montar coreografías. Como no tienen una sede fija, el grupo (compuesto por más de treinta personas) muchas veces ensaya en la calle o en el auditorio que la biblioteca pone a su disposición.

La iniciativa ha ido creciendo y logrando mayor alcance, pues se han involucrado otras organizaciones como Chocó Unido, que aporta material para que los muchachos puedan jugar fútbol, o el proyecto Mujeres Tejedoras de Vida, a cargo del Ministerio de Cultura.

Juan David Berrío, quien desde hace seis años hace parte de Mojiganga, ha logrado especializarse, por ejemplo, en mezclar música con actuación. “Vengo de La Molana, en el municipio de Atrato, y lo que me han inculcado acá es que debemos luchar para que la juventud no pierda la cultura de su tierra y así cambiar el rumbo de muchas vidas. Tengo veinte años y soy consciente de que, por la cultura en la que crecemos, tenemos ideales sucios a causa del conflicto e Ifigenia nos ayudó a cambiar ese pensamiento”.

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Garcés no se ve a sí misma como una lideresa social, pero inculca una filosofía de vida en la que estos menores se pueden forjar como agentes de paz a partir de liderazgos comunitarios. Tampoco se percibe como alguien que les arrebata “campaneros” a las bandas, sino que actúa con el objetivo de estar atenta a los problemas personales de los niños para que no desvíen su atención del arte y las letras.

A pesar de las penurias económicas, la única ayuda que le pide al ámbito nacional es que actúe para que su departamento deje de ser un pueblo “convenientemente pobre y masacrado”, para ser visto como un semillero de compromisos comunales, de gente talentosa que quiere romper el ciclo, pasar la página y salir adelante.

Por - Camilo Pardo Quintero / cpardo@elespectador.com

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