El movimiento indígena está amenazado de muerte en el norte del Cauca
Albeiro Camayo, fundador y líder de la Guardia Indígena, asesinado el pasado 24 de enero, es la más reciente víctima de la guerra que le declaró la columna Jaime Martínez, de la disidencia de las Farc, al resguardo indígena Las Delicias, así como a otros de la zona. Casi la totalidad de autoridades y guardias indígenas están bajo amenaza.
Sebastián Forero Rueda
Los arreglos de flores casi ocultan la cruz de madera que lleva su nombre. José Albeiro Camayo Guetio está escrito con tinta negra todavía fresca. La marca también dice que falleció el 24 de enero de 2022. Desde el jueves 27, la cruz permanece sobre su tumba en el cementerio del resguardo Las Delicias, luego de una masiva peregrinación que acompañó su funeral, o su siembra, como le llama el pueblo nasa.
A unos 10 pasos está la tumba de su hermano Marcos, autoridad del resguardo, muerto hace dos meses y cuyo nombre en la cruz está ya borroso. Y un poco más allá yace el cuerpo de Bréiner David Cucuñame, el niño de la Guardia Indígena que murió apenas 10 días antes que José Albeiro.
Lea: Bréiner David Cucuñame quería ser guardia indígena
El cementerio está sobre una loma cercana al caserío del resguardo. Al fondo se levantan imponentes las montañas de la cordillera Occidental y en ellas los municipios de Suárez y Buenos Aires. En medio de los indígenas nasas enterrados allí hay otra cruz de madera clavada sobre una tumba sin nombre, a la que está amarrada una pañoleta roja y verde. Cabildo Indígena de Las Delicias, Defensores de la Vida y el Territorio, se lee en ella. La imagen pareciera representar el designio que se ha posado sobre este resguardo y otros más del norte del Cauca, que llevan meses recogiendo muertos.
* * *
La mañana del día en que lo asesinaron, José Albeiro Camayo acudió a una reunión en la casa del Cabildo, convocada por los miembros de la Guardia, con las autoridades tradicionales del resguardo. Querían desahogarse y pedir apoyo porque se sentían solos en la guerra que están librando con hombres armados que quieren patrullar su territorio. Para entonces ya habían matado a Bréiner David y a Guillermo Chicame el 14 de enero y no querían que otro guardia resultara asesinado.
Al finalizar el encuentro, Camayo se acercó a Henry Chocué, la autoridad del resguardo. Quería insistirle en que los señalamientos que le venía haciendo la estructura Jaime Martínez, de la disidencia de las Farc, sobre el hecho de que andaba armado, eran falsos. Frente a él sacudió su bolso y de ahí cayeron el radio de comunicación que usan los guardias, una pañoleta y una billetera vieja. Además de ello, siempre cargaba su machete y el bastón de mando. Hoy todos dicen que lo estaban señalando para ir ambientando su asesinato.
En esa charla con los guardias, Albeiro les hizo varias recomendaciones, entre ellas acatar las orientaciones de sus autoridades ancestrales y no andar borrachos. Esa última sugerencia la hizo porque, según cuentan, desde que “los pastusos” llegaron al territorio en los últimos meses las cosas han cambiado en el resguardo. A quien la comunidad conoce como “los pastusos” son a foráneos que llegan en su mayoría de Nariño, pero también de Antioquia, de Caquetá o de Putumayo, a comprar las tierras, tumbar el bosque y sembrar coca.
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La resistencia de Las Delicias
Ese territorio ancestral de Las Delicias está sobre 10 veredas de Buenos Aires y una parte de Santander de Quilichao, y es el resultado de 13 recuperaciones de tierra que hizo el movimiento indígena desde 1971, cuando se fundó el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). La resolución oficial que creó el resguardo es de 1984, y hoy lo habitan 3.231 comuneros.
La familia Camayo Guetio ha sido un pilar en ese territorio. Miguel Ángel Camayo y Evelia Guetio, quienes participaron en esas recuperaciones de tierra, tuvieron 11 hijos, y casi todos han ocupado cargos en el resguardo. Los golpes a esta familia empezaron el 3 de agosto de 2021. Ese día Miguel Ángel, el padre, murió enfermo a sus 72 años y, dicen, es como si hubieran quedado desprotegidos. Casi cuatro meses después, el 21 de noviembre, Marcos Camayo, uno de sus hijos y quien había sido autoridad del resguardo y coordinador de salud, fue asesinado a tiros mientras trabajaba en su cultivo de café. Dos meses después su hermano Fabián resultó herido de gravedad en los hechos en que murieron Bréiner David y Guillermo Chicame, el 14 de enero.
Cuando Fabián aún se recuperaba de la herida de bala que le atravesó el abdomen, su hermano José Albeiro cayó muerto el 24 de enero. Su hermana Carmenza ya se lo había advertido: “No quiero recogerte a vos así como me tocó recoger a Marcos”. Y Lucero, otra hermana, hoy es viuda porque Guillermo era su esposo.
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* * *
El mismo día que asesinaron a Albeiro Camayo, el presidente Iván Duque anunció que Jhonier, el máximo líder de las disidencias de las Farc en el suroccidente del país, había sido abatido en un operativo de las fuerzas especiales. Los medios de comunicación registraron ambas muertes con apenas horas de diferencia. Jhonier era el comandante del Comando Coordinador de Occidente, que pertenece a la disidencia de Gentil Duarte y agrupa a las estructuras de Cauca, Valle y Nariño. A ese comando pertenecen las columnas Dagoberto Ramos y Jaime Martínez, que tienen el control territorial en el norte del Cauca y contra la pared a las autoridades y guardias indígenas.
Al excomandante lo abatieron en la vereda Huila, de Toribío. Pero una semana después de su muerte su estructura en la zona no se ve disminuida. Por el contrario, ya instalaron una enorme valla que lleva su nombre y su rostro, en la vía que del corregimiento de El Palo, en Caloto, lleva hacia Toribío, a la altura de la vereda El Tierrero. “Camarada Yonier con tu ejemplo venceremos” (sic), se lee en la pancarta instalada sobre un antiguo letrero de bienvenida a Toribío. Debajo, otros dos en los que se lee “Todo carro con los vidrios polarizados llevarlos abajo gracias” (sic), firmados ambos por la Dagoberto Ramos.
Los hombres que llegaron el lunes 24 de enero al resguardo Las Delicias eran de la Jaime Martínez. Así se identificaron en el sector de La Primavera, a donde llegaron hacia las 3 de la tarde convocando casa por casa a una reunión. La comunidad avisó a las autoridades y a la Guardia, que ya terminaban el encuentro de la mañana. Con el antecedente de Guillermo Chicame y Bréiner David, la decisión esta vez fue que no iría solamente la Guardia a encontrarse con los armados, sino que al frente estarían las autoridades indígenas.
Una vez allí, Henry Chocué y Albeiro Camayo fueron quienes tomaron la palabra y discutieron con los armados. Por parte del grupo ilegal quien habló fue el Indio, a quien la Policía Nacional señaló como el cabecilla de la Jaime Martínez y autor intelectual del asesinato de Bréiner David. A su lado estaba un hombre a quien la comunidad conoce como el Paisa, a quien responsabilizan de otros asesinatos.
En el encuentro, la comunidad del resguardo les reclamó con vehemencia por las recientes muertes, incluida la de Marcos, hermano de Albeiro. Incluso, les exigieron que entregaran a los responsables del asesinato del niño de la Guardia.
Los armados, por su parte, exigieron la liberación de sus cuatro miembros capturados por la Guardia Indígena tras los dos asesinatos del 14 de enero. Actualmente, todos están siendo juzgados por la justicia indígena, aunque por seguridad fueron entregados a la Policía Nacional. El Indio además habló de un listado de 12 personas que tienen como objetivo militar, entre los que había un líder de la Guardia y una autoridad del resguardo. La tensión del encuentro fue escalando porque las autoridades sostuvieron que solo ellas tenían la legitimidad de convocar reuniones, que ese era su territorio y que los armados no podían estar ahí. Tras unos 40 minutos de una acalorada discusión que agudizó aún más las tensiones entre unos y otros, los 10 armados, entre los que había mujeres, se retiraron.
Pocos minutos después la comunidad alertó que otro comando de hombres armados de la misma Jaime Martínez patrullaba por el caserío de Las Delicias. De inmediato, autoridades y guardias indígenas acudieron al llamado. Quien llegó primero y los enfrentó fue Jorge Eliécer Ulcué, autoridad del vecino resguardo La Concepción. Allí también llegó Albeiro y de nuevo tuvieron una fuerte discusión, luego de la cual los armados se fueron. En su retiro, a Albeiro le avisaron que su sobrino, de 13 años, no aparecía y que se lo habían llevado.
De inmediato abordó una moto y se fue en su búsqueda. Al niño lo retuvieron un par de horas, pero ya la escena estaba preparada. Cuando José Albeiro llegó a la parte baja del resguardo, a orillas del río Teta, los armados lo estaban esperando. Más solo, y sin mucha comunidad a su alrededor, los hombres lo balearon delante de su hija. Ya muerto le quitaron su bolso, su machete y su bastón de mando, que se llevaron blandiendo como en señal de victoria.
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Recuperarle la tierra al narco
Henry Chocué sabe que está en el listado que tiene la Jaime Martínez en Las Delicias. De hecho, hace cinco días, el pasado 31 de enero, su nombre apareció en un panfleto que ese grupo puso a circular en el territorio. “Ante los últimos acontecimientos y la tensión que hay entre algunos kiwe thegnas y nuestra organización, les hacemos el llamado a que no se presten más al servicio de las grandes oligarquías o coordinen acciones en contra de nuestra organización con la Fuerza Pública, Eln Segunda Marquetalia (sic), como hasta el momento se está evidenciando (…) No permitiremos más capturas de miembros de nuestra organización”, se lee en el panfleto. Además de Chocué, aparecen mencionados Fabián y Jairo Camayo (también hermano de Albeiro), entre otros.
La amenaza explícita es que no quieren que les bloqueen el paso en el territorio ni que impidan el reclutamiento de los menores a ese grupo armado. Pero de fondo, aunque no lo digan, la sentencia es porque las autoridades tomaron la decisión con firmeza de no permitir más el avance de la coca en su resguardo. Hasta ahora, lo que se ha sembrado está en tierras que eran privadas, pero que están dentro del territorio colectivo del resguardo.
Edwin Capaz, consejero mayor del CRIC, habla de una explosión de la siembra de coca en el territorio desde 2017 hacia acá. “Lo que vemos acá es la industrialización del narcotráfico. No estamos hablando de un cultivo del campesinado para sobrevivir y obtener la remesa mensual para su familia. En otras zonas es normal ver los cultivos de pancoger en medio de la coca, acá lo que vemos es un absoluto despojo de la capa vegetal virgen. No dejan ni un árbol. Lo único que hay son las casas donde se alojan los trabajadores o el procesadero de la hoja de coca”, detalla.
Lo dice luego de varios recorridos por la zona, tras los últimos asesinatos. En uno de ellos, un trabajador de una de esas fincas les contó que “el patrón”, el dueño de los cultivos, estaba en Cali. Y asimismo otros pueden estar en distintas ciudades. Edwin habla de la sospecha que tienen en la zona de que detrás de “los pastusos” y otros foráneos que han comprado las tierras puede haber incluso gente más poderosa, que sabe de esa economía y del mercado.
La compra de esas tierras elevó el precio de los predios. Las cifras que arroja Henry Chocué dicen que si antes una hectárea de tierra costaba alrededor de $800.000, hoy pueden cobrarla a más de $10 millones. Así, el que compró la tierra pone a comuneros jóvenes a trabajar como raspachines en sus cultivos por un jornal que triplica el que les pagan en los cultivos de café. De $25.000 que se ganaban antes en un día, ahora se ganan más de $100.000. Y al final de la semana, explica Chocué, se la irán a gastar tomando whisky en la cantina del pueblo, cuyo dueño es también “el pastuso”. “El negocio es redondito”, dice. “El indio antes tomaba chicha. Hoy los indios que se dejaron lavar el cerebro toman Buchanan’s”, agrega.
La convicción del resguardo sigue firme. Si antes tuvieron que recuperar su tierra de los grandes terratenientes, señala Henry, hoy se la van a recuperar al narcotraficante e incluso al mismo comunero que siembra coca como socio de los foráneos. Pero, advierte, Edwin Capaz: “La diferencia es que no estamos peleando con un criollo departamental o nacional que se apoderó de la tierra, sino que estamos compitiendo contra una multinacional que involucra Estados. Por eso nos ha costado tanto”.
El último domingo de enero, en la casa de Lucero Camayo, sobre un filo, la comunidad le da el último adiós a su esposo Guillermo Chicame. La ceremonia la hace un sacerdote en medio de rezos, cantos y enseñanzas. Se tenía que hacer antes, a los nueve días de su muerte, pero se aplazó porque luego mataron a Albeiro. En Las Delicias no quieren más muertos, aunque tampoco los que están amenazados quieren irse del territorio para protegerse. Los que sí salieron fueron los padres y los hermanos de Bréiner David Cucuñame, ante las amenazas. La comunidad les echó candado a las puertas y pasa de cuando en cuando a alimentar los peces, las gallinas y los perros que dejó la familia.
Los arreglos de flores casi ocultan la cruz de madera que lleva su nombre. José Albeiro Camayo Guetio está escrito con tinta negra todavía fresca. La marca también dice que falleció el 24 de enero de 2022. Desde el jueves 27, la cruz permanece sobre su tumba en el cementerio del resguardo Las Delicias, luego de una masiva peregrinación que acompañó su funeral, o su siembra, como le llama el pueblo nasa.
A unos 10 pasos está la tumba de su hermano Marcos, autoridad del resguardo, muerto hace dos meses y cuyo nombre en la cruz está ya borroso. Y un poco más allá yace el cuerpo de Bréiner David Cucuñame, el niño de la Guardia Indígena que murió apenas 10 días antes que José Albeiro.
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El cementerio está sobre una loma cercana al caserío del resguardo. Al fondo se levantan imponentes las montañas de la cordillera Occidental y en ellas los municipios de Suárez y Buenos Aires. En medio de los indígenas nasas enterrados allí hay otra cruz de madera clavada sobre una tumba sin nombre, a la que está amarrada una pañoleta roja y verde. Cabildo Indígena de Las Delicias, Defensores de la Vida y el Territorio, se lee en ella. La imagen pareciera representar el designio que se ha posado sobre este resguardo y otros más del norte del Cauca, que llevan meses recogiendo muertos.
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La mañana del día en que lo asesinaron, José Albeiro Camayo acudió a una reunión en la casa del Cabildo, convocada por los miembros de la Guardia, con las autoridades tradicionales del resguardo. Querían desahogarse y pedir apoyo porque se sentían solos en la guerra que están librando con hombres armados que quieren patrullar su territorio. Para entonces ya habían matado a Bréiner David y a Guillermo Chicame el 14 de enero y no querían que otro guardia resultara asesinado.
Al finalizar el encuentro, Camayo se acercó a Henry Chocué, la autoridad del resguardo. Quería insistirle en que los señalamientos que le venía haciendo la estructura Jaime Martínez, de la disidencia de las Farc, sobre el hecho de que andaba armado, eran falsos. Frente a él sacudió su bolso y de ahí cayeron el radio de comunicación que usan los guardias, una pañoleta y una billetera vieja. Además de ello, siempre cargaba su machete y el bastón de mando. Hoy todos dicen que lo estaban señalando para ir ambientando su asesinato.
En esa charla con los guardias, Albeiro les hizo varias recomendaciones, entre ellas acatar las orientaciones de sus autoridades ancestrales y no andar borrachos. Esa última sugerencia la hizo porque, según cuentan, desde que “los pastusos” llegaron al territorio en los últimos meses las cosas han cambiado en el resguardo. A quien la comunidad conoce como “los pastusos” son a foráneos que llegan en su mayoría de Nariño, pero también de Antioquia, de Caquetá o de Putumayo, a comprar las tierras, tumbar el bosque y sembrar coca.
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La resistencia de Las Delicias
Ese territorio ancestral de Las Delicias está sobre 10 veredas de Buenos Aires y una parte de Santander de Quilichao, y es el resultado de 13 recuperaciones de tierra que hizo el movimiento indígena desde 1971, cuando se fundó el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). La resolución oficial que creó el resguardo es de 1984, y hoy lo habitan 3.231 comuneros.
La familia Camayo Guetio ha sido un pilar en ese territorio. Miguel Ángel Camayo y Evelia Guetio, quienes participaron en esas recuperaciones de tierra, tuvieron 11 hijos, y casi todos han ocupado cargos en el resguardo. Los golpes a esta familia empezaron el 3 de agosto de 2021. Ese día Miguel Ángel, el padre, murió enfermo a sus 72 años y, dicen, es como si hubieran quedado desprotegidos. Casi cuatro meses después, el 21 de noviembre, Marcos Camayo, uno de sus hijos y quien había sido autoridad del resguardo y coordinador de salud, fue asesinado a tiros mientras trabajaba en su cultivo de café. Dos meses después su hermano Fabián resultó herido de gravedad en los hechos en que murieron Bréiner David y Guillermo Chicame, el 14 de enero.
Cuando Fabián aún se recuperaba de la herida de bala que le atravesó el abdomen, su hermano José Albeiro cayó muerto el 24 de enero. Su hermana Carmenza ya se lo había advertido: “No quiero recogerte a vos así como me tocó recoger a Marcos”. Y Lucero, otra hermana, hoy es viuda porque Guillermo era su esposo.
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El mismo día que asesinaron a Albeiro Camayo, el presidente Iván Duque anunció que Jhonier, el máximo líder de las disidencias de las Farc en el suroccidente del país, había sido abatido en un operativo de las fuerzas especiales. Los medios de comunicación registraron ambas muertes con apenas horas de diferencia. Jhonier era el comandante del Comando Coordinador de Occidente, que pertenece a la disidencia de Gentil Duarte y agrupa a las estructuras de Cauca, Valle y Nariño. A ese comando pertenecen las columnas Dagoberto Ramos y Jaime Martínez, que tienen el control territorial en el norte del Cauca y contra la pared a las autoridades y guardias indígenas.
Al excomandante lo abatieron en la vereda Huila, de Toribío. Pero una semana después de su muerte su estructura en la zona no se ve disminuida. Por el contrario, ya instalaron una enorme valla que lleva su nombre y su rostro, en la vía que del corregimiento de El Palo, en Caloto, lleva hacia Toribío, a la altura de la vereda El Tierrero. “Camarada Yonier con tu ejemplo venceremos” (sic), se lee en la pancarta instalada sobre un antiguo letrero de bienvenida a Toribío. Debajo, otros dos en los que se lee “Todo carro con los vidrios polarizados llevarlos abajo gracias” (sic), firmados ambos por la Dagoberto Ramos.
Los hombres que llegaron el lunes 24 de enero al resguardo Las Delicias eran de la Jaime Martínez. Así se identificaron en el sector de La Primavera, a donde llegaron hacia las 3 de la tarde convocando casa por casa a una reunión. La comunidad avisó a las autoridades y a la Guardia, que ya terminaban el encuentro de la mañana. Con el antecedente de Guillermo Chicame y Bréiner David, la decisión esta vez fue que no iría solamente la Guardia a encontrarse con los armados, sino que al frente estarían las autoridades indígenas.
Una vez allí, Henry Chocué y Albeiro Camayo fueron quienes tomaron la palabra y discutieron con los armados. Por parte del grupo ilegal quien habló fue el Indio, a quien la Policía Nacional señaló como el cabecilla de la Jaime Martínez y autor intelectual del asesinato de Bréiner David. A su lado estaba un hombre a quien la comunidad conoce como el Paisa, a quien responsabilizan de otros asesinatos.
En el encuentro, la comunidad del resguardo les reclamó con vehemencia por las recientes muertes, incluida la de Marcos, hermano de Albeiro. Incluso, les exigieron que entregaran a los responsables del asesinato del niño de la Guardia.
Los armados, por su parte, exigieron la liberación de sus cuatro miembros capturados por la Guardia Indígena tras los dos asesinatos del 14 de enero. Actualmente, todos están siendo juzgados por la justicia indígena, aunque por seguridad fueron entregados a la Policía Nacional. El Indio además habló de un listado de 12 personas que tienen como objetivo militar, entre los que había un líder de la Guardia y una autoridad del resguardo. La tensión del encuentro fue escalando porque las autoridades sostuvieron que solo ellas tenían la legitimidad de convocar reuniones, que ese era su territorio y que los armados no podían estar ahí. Tras unos 40 minutos de una acalorada discusión que agudizó aún más las tensiones entre unos y otros, los 10 armados, entre los que había mujeres, se retiraron.
Pocos minutos después la comunidad alertó que otro comando de hombres armados de la misma Jaime Martínez patrullaba por el caserío de Las Delicias. De inmediato, autoridades y guardias indígenas acudieron al llamado. Quien llegó primero y los enfrentó fue Jorge Eliécer Ulcué, autoridad del vecino resguardo La Concepción. Allí también llegó Albeiro y de nuevo tuvieron una fuerte discusión, luego de la cual los armados se fueron. En su retiro, a Albeiro le avisaron que su sobrino, de 13 años, no aparecía y que se lo habían llevado.
De inmediato abordó una moto y se fue en su búsqueda. Al niño lo retuvieron un par de horas, pero ya la escena estaba preparada. Cuando José Albeiro llegó a la parte baja del resguardo, a orillas del río Teta, los armados lo estaban esperando. Más solo, y sin mucha comunidad a su alrededor, los hombres lo balearon delante de su hija. Ya muerto le quitaron su bolso, su machete y su bastón de mando, que se llevaron blandiendo como en señal de victoria.
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Henry Chocué sabe que está en el listado que tiene la Jaime Martínez en Las Delicias. De hecho, hace cinco días, el pasado 31 de enero, su nombre apareció en un panfleto que ese grupo puso a circular en el territorio. “Ante los últimos acontecimientos y la tensión que hay entre algunos kiwe thegnas y nuestra organización, les hacemos el llamado a que no se presten más al servicio de las grandes oligarquías o coordinen acciones en contra de nuestra organización con la Fuerza Pública, Eln Segunda Marquetalia (sic), como hasta el momento se está evidenciando (…) No permitiremos más capturas de miembros de nuestra organización”, se lee en el panfleto. Además de Chocué, aparecen mencionados Fabián y Jairo Camayo (también hermano de Albeiro), entre otros.
La amenaza explícita es que no quieren que les bloqueen el paso en el territorio ni que impidan el reclutamiento de los menores a ese grupo armado. Pero de fondo, aunque no lo digan, la sentencia es porque las autoridades tomaron la decisión con firmeza de no permitir más el avance de la coca en su resguardo. Hasta ahora, lo que se ha sembrado está en tierras que eran privadas, pero que están dentro del territorio colectivo del resguardo.
Edwin Capaz, consejero mayor del CRIC, habla de una explosión de la siembra de coca en el territorio desde 2017 hacia acá. “Lo que vemos acá es la industrialización del narcotráfico. No estamos hablando de un cultivo del campesinado para sobrevivir y obtener la remesa mensual para su familia. En otras zonas es normal ver los cultivos de pancoger en medio de la coca, acá lo que vemos es un absoluto despojo de la capa vegetal virgen. No dejan ni un árbol. Lo único que hay son las casas donde se alojan los trabajadores o el procesadero de la hoja de coca”, detalla.
Lo dice luego de varios recorridos por la zona, tras los últimos asesinatos. En uno de ellos, un trabajador de una de esas fincas les contó que “el patrón”, el dueño de los cultivos, estaba en Cali. Y asimismo otros pueden estar en distintas ciudades. Edwin habla de la sospecha que tienen en la zona de que detrás de “los pastusos” y otros foráneos que han comprado las tierras puede haber incluso gente más poderosa, que sabe de esa economía y del mercado.
La compra de esas tierras elevó el precio de los predios. Las cifras que arroja Henry Chocué dicen que si antes una hectárea de tierra costaba alrededor de $800.000, hoy pueden cobrarla a más de $10 millones. Así, el que compró la tierra pone a comuneros jóvenes a trabajar como raspachines en sus cultivos por un jornal que triplica el que les pagan en los cultivos de café. De $25.000 que se ganaban antes en un día, ahora se ganan más de $100.000. Y al final de la semana, explica Chocué, se la irán a gastar tomando whisky en la cantina del pueblo, cuyo dueño es también “el pastuso”. “El negocio es redondito”, dice. “El indio antes tomaba chicha. Hoy los indios que se dejaron lavar el cerebro toman Buchanan’s”, agrega.
La convicción del resguardo sigue firme. Si antes tuvieron que recuperar su tierra de los grandes terratenientes, señala Henry, hoy se la van a recuperar al narcotraficante e incluso al mismo comunero que siembra coca como socio de los foráneos. Pero, advierte, Edwin Capaz: “La diferencia es que no estamos peleando con un criollo departamental o nacional que se apoderó de la tierra, sino que estamos compitiendo contra una multinacional que involucra Estados. Por eso nos ha costado tanto”.
El último domingo de enero, en la casa de Lucero Camayo, sobre un filo, la comunidad le da el último adiós a su esposo Guillermo Chicame. La ceremonia la hace un sacerdote en medio de rezos, cantos y enseñanzas. Se tenía que hacer antes, a los nueve días de su muerte, pero se aplazó porque luego mataron a Albeiro. En Las Delicias no quieren más muertos, aunque tampoco los que están amenazados quieren irse del territorio para protegerse. Los que sí salieron fueron los padres y los hermanos de Bréiner David Cucuñame, ante las amenazas. La comunidad les echó candado a las puertas y pasa de cuando en cuando a alimentar los peces, las gallinas y los perros que dejó la familia.