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Tras la salida de las Farc de territorios en los que tenían una presencia histórica se están viviendo disputas violentas entre bandas criminales, guerrilla del Eln y reductos de las redes de apoyo de la antigua insurgencia. Al menos esto revelan los hechos de la última semana ocurridos en el norte y sur del Cauca, un territorio rico en minerales, coca y corredores estratégicos para el narcotráfico hacia el Pacífico.
Esa es la razón detrás de la masacre ocurrida el 21 de enero en el corregimiento El Plateado, al sur del Cauca. Ese domingo, durante el segundo día de carnavales, cuatro hombres encapuchados se bajaron de una camioneta Toyota Tunland, cuatro por cuatro, y dispararon con armas largas en un estanco. Asesinaron a Lanín Gómez Samboní, alias “El Pastuso”. Un narcotraficante de la región según la Fiscalía. En el cruce de disparos entre los sicarios y los escoltas armados de Samboní murieron Carlos Muñoz y Belén Suárez. El primero, atendía una fonda en una esquina de la plaza central del corregimiento y la segunda vendía sombreros cerca de ese lugar.
Ese domingo en la tarde, en el coliseo de El Plateado, a pocas cuadras de allí, había más de 2500 personas. Los encapuchados que usaban prendas de uso privativo de las Fuerzas Militares huyeron en la camioneta y a la salida del corregimiento le prendieron fuego al automotor, para no dejar rastro a la justicia y a los que quieran cobrar venganza.
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El cadáver de Samboní fue llevado al centro poblado de Argelia pero posteriormente fue reclamado por un grupo de personas y llevado nuevamente a El Plateado, en donde le dieron sepultura. No dejaron que la Fiscalía inspeccionara el cadáver, aseguró el director de fiscalías del Cauca, Leonardo Vergara, quien envió una comisión de investigadores a la zona para reconstruir la escena del crimen. “A ‘El Pastuso’ lo mataron, pero como él hay más de cien en la región”, es la conclusión de Vergara.
La antigua zona de los frentes 29 y 60 de las Farc
Tres décadas atrás la guerrilla llegó a esa zona y se quedó para constituir dos de los frentes más importantes del desaparecido Bloque Occidental de las Farc, comandado entonces por Pablo Catatumbo: el 29 y el 60. La región desde entonces fue estratégica para la guerra. Conecta a los departamentos de Valle, Cauca y Nariño, y ha servido desde siempre como corredor del narcotráfico hacia el Pacífico caucano, especialmente a zona rural de López de Micay.
El medio de transporte de los narcotraficantes ha sido el río San Juan de Micay, el cual se convierte en cañón desde el municipio de Argelia y atraviesa varios de sus corregimientos, entre ellos El Plateado. De esa zona, enquistada en la cordillera occidental, a finales de enero de 2017 salieron más de 200 guerrilleros de esos frentes para concentrarse en las zonas veredales de la Elvira (Buenos Aires, norte del Cauca) o Policarpa (norte de Nariño).
El 27 de enero, en la cabecera de Argelia la comunidad les rindió un homenaje y el entonces comandante del frente 60, conocido como “Pocillo”, le dijo a los pobladores: “la lucha continúa de civil y junto a ustedes. No vamos a claudicar”.
Entonces salieron a dejar las armas y a reincorporarse a la vida civil. Y, como siempre se advirtió, era previsto que las zonas que dejara las Farc iban a ser copadas por nuevos grupos armados o, se presentara la tesis, como lo asegura el fiscal Vergara, de que las redes de apoyo de la exguerrilla quedaran al mando de rutas y de zonas históricas del narcotráfico.
“Son las antiguas redes de apoyo de las Farc que siguen haciendo lo mismo. Si bien es cierto que las Farc salieron, quedaron un número de hombres en armas. De hecho, las Farc ni los conocían, el comandante de turno tenía una zona asignada y se apoyaba en ellos. Entonces, son ellos los que están delinquiendo hoy. Siguen en la comercialización de la sustancia y ejerciendo el control del territorio”, afirmó Vergara, quien complementó su tesis con que allá no existe Policía ni presencia Estatal de ninguna manera.
La problematica de El Plateado y sus corregimientos aledaños es tan compleja que en cualquier momento puede desbordarse en una tragedia. En el municipio de Argelia, según el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos -(Simci), hay sembradas 1.800 hectáreas de coca y el programa de la sustitución voluntaria, que propone el acuerdo de paz, no ha arrancado.
Los intentos de erradicación forzada durante años han fracasado e incluso ha dejado muertos del lado de la comunidad y de las Fuerzas Estatales. Las confrontaciones son innumerables y la coca sigue siendo el combustible para la guerra, pero de ella se come, se viste y se educa, dice el vicepresidente de la junta comunal de El Plateado, Wilmer Bolaños Chito.
El abandono y el desprecio
“Como alias ‘El Pastuso’ hay más de cien y les incautamos la droga, los capturamos y los mandamos a la cárcel, pero el fenómeno se repite porque eso es un problema social”, apuntó el director de Fiscalías del Cauca, quien aseguró que Samboní heredó de sus padres, ya asesinados, la comercialización del alcaloide. Era un pelado, era joven, sentenció.
Para llegar a El Plateado hay que viajar siete horas desde Popayán. Hasta el municipio de Balboa la carretera es pavimentada, pero desde ahí, cuando se empieza a bajar por las faldas de la cordillera occidental, el camino es una trocha. Así se llega a Argelia y dos horas después al corregimiento donde sucedió la masacre.
Esta población es más grande que su cabecera, tiene 14 mil habitantes, y muchos de los colonos que viven en esa zona es población flotante de muchas partes del país que buscan una salida raspando coca, montando un negocio alrededor de la economía ilícita o simplemente ocupando un lugar en algún grupo armado.
Los campesinos aún siembran la yuca, el plátano y el chontaduro, productos tradicionales de estas tierras. No obstante, comenta Bolaños, “es más fácil transportar los 3 kilos, que salen de una tonelada de hoja de coca, que una tonelada de víveres por una trocha o un camino desde la finca al pueblo, en donde está el comercio”.
Los jóvenes no encuentran sosiego en la región. El colegio lo han reconstruido con impuestos a los cocaleros, aunque no hay salones suficientes para los casi mil estudiantes que aún están en secundaria. Y el acueducto comunitario fue levantado con cuotas de la comunidad. El abandono del Estado en estos lugares fue leído como desprecio y, quizás, esa sea una de las razones detrás del rechazo que hay a la institucionalidad.
Evitar una tragedia
Los enfrentamientos entre Fuerza Pública y cultivadores de coca, que dejaron como resultado seis muertos y 23 heridos a finales del año pasado en la zona rural de Tumaco, no se pueden repetir en otros sitios enclave del narcotráfico, como El Plateado.
Es bien sabido que la presencia del Eln en la zona se ha extendido y que la compañía Lucho Quintero Giraldo y el frente de guerra José María Becerra, que operan en zona rural de El Tambo (Cauca), atravesaron esas fronteras para copar las estribaciones de la cordillera Occidental y en general del Pacífico caucano.
Sin embargo, desde la salida de las Farc como guerrilla para convertirse en partido político, la amenaza de las Autodefensas gaitanistas de Colombia (AGC) de ingresar al territorio ha sido latente. De hecho, el rumor más fuerte de algunos pobladores, es que en la zona habrían personas de cárteles mexicanos, como el de Sinaloa.
“Hasta ahora no se tiene ningún capturado en los patios con esas características. Hasta ahora las voces que se escuchan en las interceptaciones no son de ningún mexicano, o sea, eso lo mencionan, pero aterrizado judicialmente no hay pruebas”, le dijo una fuente de la Fiscalía a este diario.
Por lo pronto, en el municipio hubo consejo de seguridad y una de las principales conclusiones, así lo catalogó el alcalde de Argelia, Diego Agüilar, es que en la primera semana de febrero se realizará un “consejo del posconflicto” en ese territorio con la presencia del ministro Rafael Pardo. La idea es empezar a tocar el tema neurálgico para esta zona del suroccidente del Cauca: la sustitución voluntaria de cultivos de coca.
La comunidad está dispuesta a sustituir. Eso dice el vicepresidente de la junta, Wilmer Bolaños, pero aclara que lo harán “siempre y cuando no nos metan los dedos a la boca”. “Aquí vino una señora Claudia Valencia, socializó el programa, pero nunca más apareció”, acotó el líder.
Ese es el gran temor de los campesinos: de que les prometan como siempre y no les cumplan. De que les arranquen las matas y después no haya sustitución. De que los dejen sin lo único que les da de comer.