‘La pandemia ha vulnerado más la vida de las mujeres’: Bibiana Aído
La nueva representante de ONU Mujeres en Colombia, habla de por qué avanzar en la igualdad de género es lo más ético e inteligente que podemos hacer en esta crisis social.
Natalia Herrera Durán
Bibiana Aído Almagro es española y dice que no recuerda el día en que por primera vez se puso las gafas violetas, aludiendo a la popular metáfora de la feminista española Gemma Lienas. Esas gafas que un día te permiten tener una mirada crítica frente a la desigualdad entre hombres y mujeres. Sabe, eso sí, que se dio cuenta de esto cuando era niña. Nombra, por ejemplo, a una compañera de colegio que quedó embarazada de catorce años. “Todo el pueblo la atacó, nadie se preguntó por la otra parte. Era una sociedad acusadora y ella estaba sola”, dice conmovida.
Desde marzo, Bibiana Aído es la representante de ONU Mujeres en Colombia. Pero antes fue representante en Ecuador de este programa y mucho antes también ocupó posiciones de alto nivel en el gobierno de España como secretaria de Estado de Igualdad (2010-2011) y ministra de Igualdad (2008-2010). En esta entrevista, la primera que da a la prensa en Colombia, habla de feminismo con tono esperanzador, pero no deja de lado el enorme impacto negativo que trajo la pandemia para las mujeres, porque ha agravado la desigualdad y la pobreza.
Llega a asumir su cargo en la semana del 8M. ¿Cómo analiza la situación de las mujeres colombianas?
Pues mira, claramente, no tiene nada que ver con lo que era hace dos décadas en cuanto a participación en el mercado laboral, participación en espacios de liderazgo y en cuanto a su nivel formativo. Pero también el 8 de marzo es un buen momento para poner el foco en las brechas y en los desafíos pendientes.
Que todavía son muchos...
Sí, y más hoy. La pandemia ha tenido unos efectos desproporcionados sobre las mujeres. Su participación en el mercado laboral ha caído a los niveles de hace diez años. Hoy la brecha de participación laboral se sitúa en torno al 23 % que eran los niveles del año 2009.
(Lea más: Alexa Rochi, la excombatiente de las Farc que fotografió la realidad de la guerra)
¿Qué otros aspectos encontraron?
Que los empleos más afectados durante la pandemia fueron aquellos con representación femenina (servicio, comercio y turismo) y que las mujeres son mayoría también en el trabajo informal: las mujeres que trabajan en servicio doméstico, quizá las más golpeadas por el confinamiento, en las cafeterías o como vendedoras ambulantes, por ejemplo; así como ha habido una salida masiva de mujeres del mundo laboral por la carga de cuidados extensivos.
Es decir, ¿a muchas mujeres les tocó perder su autonomía económica para cuidar en el confinamiento?
Exacto. Y eso marcó que las mujeres en Colombia hayan tenido un retroceso laboral casi de una década. Eso tiene un impacto enorme en la economía de un país. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, establece que hay una relación directa entre la mayor participación de las mujeres en la economía y el incremento del Producto Interno Bruto de los países. Y dice en uno de sus últimos informes que si fuéramos capaces de eliminar la brecha de género, en el mercado laboral se incrementarían en un 76% los ingresos de las mujeres a nivel global, lo que equivaldría a una inyección de unos US$13 millones a la economía mundial. La igualdad no es solo lo justo o lo ético, sino es lo más inteligente y ahora se debe tener más en cuenta que nunca.
Pero no solo hablamos de la economía, la pandemia también ha tenido efectos nefastos en la vida e integridad de las mujeres y niñas...
Sí, ha habido un incremento brutal en la violencia de género. Especialmente provocada por los confinamientos asociados a la pandemia, que han hecho que las mujeres convivan con sus agresores 24 horas siete días a la semana, y que además tengan más dificultades para acceder a los servicios esenciales y a sus redes de apoyo. Han estado también en la primera línea de batalla contra la pandemia, porque también son mayoría en el personal sanitario, por ejemplo.
¿Cree que la pandemia elevó también las cargas de cuidado no remunerado?
Sin duda. Ya antes de la pandemia las mujeres en Colombia dedicaban dos veces más tiempo que los hombres a ese trabajo de cuidado no remunerado. Y si a eso le sumas el cierre de los colegios, a las mujeres les ha tocado también ser maestras y tutoras. Además, con la saturación de los sistemas hospitalarios, han tenido que hacerse cargo del cuidado de las personas enfermas. Y, de paso, afrontar el teletrabajo, en el caso de tener la suerte de haber mantenido su empleo. La pandemia puso de manifiesto la insostenibilidad del sistema actual de cuidados y esperamos que todo esto también nos sirva para hacer una profunda reflexión.
¿Qué hacer para motivar esa reflexión en casa?
Bueno, pues hay que plantearse cómo distribuimos esa carga entre todos los integrantes del hogar y cómo se revaloriza en términos de política pública todo ese trabajo de cuidado no remunerado.
¿Qué datos conoce que dimensionen la importancia de este tema?
De acuerdo con la Cuenta Satélite de Cuidado —del Sistema de Cuentas Nacionales del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE)—, que ha hecho posible que podamos asignarle un valor económico a las horas de trabajo de cuidado no remunerado en Colombia, en 2017 el valor de este trabajo ascendió a $186.000 millones.
(Puede interesarle: Mujeres víctimas del conflicto en el Caribe narran cómo fueron despojadas de su humanidad)
Nada despreciable…
No, y sigue haciéndose gratis y sobre las espaldas de las mujeres sin ningún reconocimiento. De hecho, es una cifra que supera el valor agregado bruto de algunos sectores claves del país, por ejemplo, la industria manufacturera. Es decir, no es que las mujeres estemos aportando a la economía, es que la estamos sosteniendo. Por tanto, este 8 de marzo sí es especial, por muchísimas razones, sobre todo por esos efectos desproporcionados de la pandemia. El lema global este año es precisamente el liderazgo de las mujeres y sus aportaciones totalmente necesarias para la reactivación económica en el mundo del COVID-19.
Claro, y por primera vez en la historia del feminismo en Colombia, en un 8 de marzo, hubo una marcha masiva que llenó la plaza política más importante del país, pese a las restricciones que impuso la pandemia.
Sí, vemos un movimiento feminista más activo e inspirador que nunca, que reclama que ya no podemos esperar más. Cuando yo tenía 18 años, podías decir que eras cualquier cosa menos feminista; la gente se incomodaba mucho, se movían de silla. Hoy hay un feminismo con mujeres de todas las edades, acompañado de hombres que entienden que esto no es un tema de mujeres contra hombres sino de hombres y mujeres contra un sistema desigual y patriarcal que se ha mostrado ineficiente e injusto. Salimos todas y todos o no sale nadie, porque no podemos desaprovechar el potencial de las mujeres.
Algo que también ha resaltado esta pandemia...
Así es. Esto lo han demostrado, por ejemplo, los países presididos por mujeres como Alemania, Finlandia y Nueva Zelanda, donde se ha visto que han respondido de maneras muy eficientes frente a la pandemia, transmitiendo mensajes de formas más claras y transparentes. En Colombia, además, llevan diez años consecutivos saliendo más mujeres graduadas de las universidades que los hombres y, sin embargo, esto todavía no tiene un efecto en el mercado laboral y en las posibilidades de ascenso. Solo contamos con un 17 % de mujeres en juntas directivas en las empresas. Todavía hay una brecha muy importante tanto en los espacios laborales como en los espacios de poder y esto es algo que debemos resolver.
Antes de estar en Colombia, era la representante de ONU Mujeres Ecuador. ¿Cómo ve a Colombia en relación con la región en esa lucha por la igualdad?
Mientras estuve en Ecuador se pudo avanzar, en cuanto al aporte para mejorar en los marcos normativos relativos a la igualdad de género. Se aprobó una ley integral contra la violencia contra las mujeres hace cuatro años, se acaba de aprobar un código de la democracia que incorpora la paridad. Ecuador ha avanzado mucho en la perspectiva de la norma. Colombia cuenta con un andamiaje institucional y normativo robusto. El problema, no solo en Ecuador y Colombia, sino en toda la región, es que falta igualdad real.
¿Cómo avanzar en el paso de esa igualdad legal a la de carne y hueso?
Ese es el camino que estamos recorriendo, pero faltan recursos para desarrollarla. En la conmemoración de los 25 años de la plataforma de acción de Beijing vimos que la brecha consistente en todos los países del mundo sigue siendo la de género. No se invierte lo suficiente en políticas de igualdad y la igualdad no va a llegar por sí sola.
Con el paso de los meses, la paridad política que prometió el gobierno de Iván Duque se desdibujó. ¿Qué piensa de esto?
Bueno, Colombia tiene liderazgos femeninos importantes. El hecho de tener una vicepresidenta, comprometida con la igualdad, o una alcaldesa en la capital, manda mensajes potentes a las niñas, que no han tenido muchos referentes de mujeres en espacios de poder. Pero si nos vamos al Congreso, por ejemplo, solo se cuenta con un 20 % de mujeres, a pesar de que representan un poco más del 50 % de la población en Colombia. Por tanto, sí es importante acelerar la paridad política del 50-50 que nos hemos marcado de aquí al año 2030. No es suficiente con las normas.
¿Qué falta?
Faltan otro tipo de herramientas sociales y de inversión, porque las mujeres enfrentan todavía muchísimos obstáculos. Los partidos políticos en Colombia apenas destinan un 5 % de su presupuesto a la incorporación efectiva de mujeres o a las campañas políticas lideradas por mujeres.
¿Cómo ve la violencia política contra las mujeres en Colombia?
Es altísima. Un 63 % de las mujeres que están en puestos de liderazgo en política dicen haber sufrido alguna forma de violencia a lo largo de su vida. Violencia física y también verbal y contra sus familias. Y ese es uno de los principales obstáculos, pero hay otros muchos: la falta de financiación o capacitación y la no implementación de las leyes de cuota.
Hay una fuerte aversión al tema de las cuotas en Colombia...
Sí, a muchos les genera aversión el término “cuota”, pero mire, no solo es un tema cuantitativo, es cualitativo. Cuando más mujeres se incorporan a la política, se incrementa el número de cuestiones que pasan a formar parte de la agenda política como, por ejemplo, la lucha contra la violencia de género, el tema de los cuidados, el tema de la conciliación entre la vida profesional y la familiar, los pisos de protección social. Estos temas han pasado a la prioridad de la agenda política gracias a muchas mujeres. Michelle Bachelet tiene una frase que me gusta repetir: cuando una mujer entra en política cambia la mujer, cuando muchas mujeres entran en política cambia la política. Así que vayamos a un cambio de la política para que se parezca más a la sociedad que representa, compuesta en un 50 % por hombres y un 50 % de mujeres.
(Vea: Violencia contra las mujeres: la curva que no se aplana)
¿Por dónde seguimos?
La desigualdad nos lleva siglos de ventaja. Entonces no es suficiente seguir con los cambios legales, para la igualdad real hace falta romper con una cultura machista. Y claro que lo personal es político, por eso creo que hay que ir modificando modelos. Las mujeres estamos cada vez trabajando más, lidiando con enormes responsabilidades, pero seguimos asumiendo la mayor parte de la tarea interna: la de cuidadora de lo doméstico y de los hijos. Y las mujeres no vamos a ser iguales fuera de los hogares mientras no seamos iguales dentro.
¿Por dónde enfocará los recursos y las energías de ONU Mujeres en Colombia?
Pues son muchos los desafíos, pero tenemos un marco de cooperación recién aprobado que se enfoca fundamentalmente en tres áreas: todo lo relacionado en construcción de paz y seguridad, ahí tenemos una alianza importante con Noruega y Suecia; migración, violencia y empoderamiento económico.
¿Cree que la agenda feminista es irrenunciable para cualquier campaña electoral o falta mucho para eso?
Yo creo que sí, y no solo está sucediendo en Colombia. Estamos viendo un movimiento muy inspirador y masivo en otros lugares: en España, en Chile, en Estados Unidos, con el movimiento Me too; en Argentina y su movimiento de pañuelos verdes por el derecho a la interrupción del embarazo. Esta es una agenda inaplazable y debe estar en el centro de cualquier campaña política. Queremos una sociedad igualitaria ya y la nueva normalidad, que trajo la pandemia, debe traer también realidades distintas para las mujeres. Porque esa realidad donde era normal darnos besos y abrazos era también la normalidad de la brecha salarial, de la violencia de género, de la discriminación. Vayamos a una nueva normalidad donde tengamos una sociedad más justa.
Bibiana Aído Almagro es española y dice que no recuerda el día en que por primera vez se puso las gafas violetas, aludiendo a la popular metáfora de la feminista española Gemma Lienas. Esas gafas que un día te permiten tener una mirada crítica frente a la desigualdad entre hombres y mujeres. Sabe, eso sí, que se dio cuenta de esto cuando era niña. Nombra, por ejemplo, a una compañera de colegio que quedó embarazada de catorce años. “Todo el pueblo la atacó, nadie se preguntó por la otra parte. Era una sociedad acusadora y ella estaba sola”, dice conmovida.
Desde marzo, Bibiana Aído es la representante de ONU Mujeres en Colombia. Pero antes fue representante en Ecuador de este programa y mucho antes también ocupó posiciones de alto nivel en el gobierno de España como secretaria de Estado de Igualdad (2010-2011) y ministra de Igualdad (2008-2010). En esta entrevista, la primera que da a la prensa en Colombia, habla de feminismo con tono esperanzador, pero no deja de lado el enorme impacto negativo que trajo la pandemia para las mujeres, porque ha agravado la desigualdad y la pobreza.
Llega a asumir su cargo en la semana del 8M. ¿Cómo analiza la situación de las mujeres colombianas?
Pues mira, claramente, no tiene nada que ver con lo que era hace dos décadas en cuanto a participación en el mercado laboral, participación en espacios de liderazgo y en cuanto a su nivel formativo. Pero también el 8 de marzo es un buen momento para poner el foco en las brechas y en los desafíos pendientes.
Que todavía son muchos...
Sí, y más hoy. La pandemia ha tenido unos efectos desproporcionados sobre las mujeres. Su participación en el mercado laboral ha caído a los niveles de hace diez años. Hoy la brecha de participación laboral se sitúa en torno al 23 % que eran los niveles del año 2009.
(Lea más: Alexa Rochi, la excombatiente de las Farc que fotografió la realidad de la guerra)
¿Qué otros aspectos encontraron?
Que los empleos más afectados durante la pandemia fueron aquellos con representación femenina (servicio, comercio y turismo) y que las mujeres son mayoría también en el trabajo informal: las mujeres que trabajan en servicio doméstico, quizá las más golpeadas por el confinamiento, en las cafeterías o como vendedoras ambulantes, por ejemplo; así como ha habido una salida masiva de mujeres del mundo laboral por la carga de cuidados extensivos.
Es decir, ¿a muchas mujeres les tocó perder su autonomía económica para cuidar en el confinamiento?
Exacto. Y eso marcó que las mujeres en Colombia hayan tenido un retroceso laboral casi de una década. Eso tiene un impacto enorme en la economía de un país. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, establece que hay una relación directa entre la mayor participación de las mujeres en la economía y el incremento del Producto Interno Bruto de los países. Y dice en uno de sus últimos informes que si fuéramos capaces de eliminar la brecha de género, en el mercado laboral se incrementarían en un 76% los ingresos de las mujeres a nivel global, lo que equivaldría a una inyección de unos US$13 millones a la economía mundial. La igualdad no es solo lo justo o lo ético, sino es lo más inteligente y ahora se debe tener más en cuenta que nunca.
Pero no solo hablamos de la economía, la pandemia también ha tenido efectos nefastos en la vida e integridad de las mujeres y niñas...
Sí, ha habido un incremento brutal en la violencia de género. Especialmente provocada por los confinamientos asociados a la pandemia, que han hecho que las mujeres convivan con sus agresores 24 horas siete días a la semana, y que además tengan más dificultades para acceder a los servicios esenciales y a sus redes de apoyo. Han estado también en la primera línea de batalla contra la pandemia, porque también son mayoría en el personal sanitario, por ejemplo.
¿Cree que la pandemia elevó también las cargas de cuidado no remunerado?
Sin duda. Ya antes de la pandemia las mujeres en Colombia dedicaban dos veces más tiempo que los hombres a ese trabajo de cuidado no remunerado. Y si a eso le sumas el cierre de los colegios, a las mujeres les ha tocado también ser maestras y tutoras. Además, con la saturación de los sistemas hospitalarios, han tenido que hacerse cargo del cuidado de las personas enfermas. Y, de paso, afrontar el teletrabajo, en el caso de tener la suerte de haber mantenido su empleo. La pandemia puso de manifiesto la insostenibilidad del sistema actual de cuidados y esperamos que todo esto también nos sirva para hacer una profunda reflexión.
¿Qué hacer para motivar esa reflexión en casa?
Bueno, pues hay que plantearse cómo distribuimos esa carga entre todos los integrantes del hogar y cómo se revaloriza en términos de política pública todo ese trabajo de cuidado no remunerado.
¿Qué datos conoce que dimensionen la importancia de este tema?
De acuerdo con la Cuenta Satélite de Cuidado —del Sistema de Cuentas Nacionales del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE)—, que ha hecho posible que podamos asignarle un valor económico a las horas de trabajo de cuidado no remunerado en Colombia, en 2017 el valor de este trabajo ascendió a $186.000 millones.
(Puede interesarle: Mujeres víctimas del conflicto en el Caribe narran cómo fueron despojadas de su humanidad)
Nada despreciable…
No, y sigue haciéndose gratis y sobre las espaldas de las mujeres sin ningún reconocimiento. De hecho, es una cifra que supera el valor agregado bruto de algunos sectores claves del país, por ejemplo, la industria manufacturera. Es decir, no es que las mujeres estemos aportando a la economía, es que la estamos sosteniendo. Por tanto, este 8 de marzo sí es especial, por muchísimas razones, sobre todo por esos efectos desproporcionados de la pandemia. El lema global este año es precisamente el liderazgo de las mujeres y sus aportaciones totalmente necesarias para la reactivación económica en el mundo del COVID-19.
Claro, y por primera vez en la historia del feminismo en Colombia, en un 8 de marzo, hubo una marcha masiva que llenó la plaza política más importante del país, pese a las restricciones que impuso la pandemia.
Sí, vemos un movimiento feminista más activo e inspirador que nunca, que reclama que ya no podemos esperar más. Cuando yo tenía 18 años, podías decir que eras cualquier cosa menos feminista; la gente se incomodaba mucho, se movían de silla. Hoy hay un feminismo con mujeres de todas las edades, acompañado de hombres que entienden que esto no es un tema de mujeres contra hombres sino de hombres y mujeres contra un sistema desigual y patriarcal que se ha mostrado ineficiente e injusto. Salimos todas y todos o no sale nadie, porque no podemos desaprovechar el potencial de las mujeres.
Algo que también ha resaltado esta pandemia...
Así es. Esto lo han demostrado, por ejemplo, los países presididos por mujeres como Alemania, Finlandia y Nueva Zelanda, donde se ha visto que han respondido de maneras muy eficientes frente a la pandemia, transmitiendo mensajes de formas más claras y transparentes. En Colombia, además, llevan diez años consecutivos saliendo más mujeres graduadas de las universidades que los hombres y, sin embargo, esto todavía no tiene un efecto en el mercado laboral y en las posibilidades de ascenso. Solo contamos con un 17 % de mujeres en juntas directivas en las empresas. Todavía hay una brecha muy importante tanto en los espacios laborales como en los espacios de poder y esto es algo que debemos resolver.
Antes de estar en Colombia, era la representante de ONU Mujeres Ecuador. ¿Cómo ve a Colombia en relación con la región en esa lucha por la igualdad?
Mientras estuve en Ecuador se pudo avanzar, en cuanto al aporte para mejorar en los marcos normativos relativos a la igualdad de género. Se aprobó una ley integral contra la violencia contra las mujeres hace cuatro años, se acaba de aprobar un código de la democracia que incorpora la paridad. Ecuador ha avanzado mucho en la perspectiva de la norma. Colombia cuenta con un andamiaje institucional y normativo robusto. El problema, no solo en Ecuador y Colombia, sino en toda la región, es que falta igualdad real.
¿Cómo avanzar en el paso de esa igualdad legal a la de carne y hueso?
Ese es el camino que estamos recorriendo, pero faltan recursos para desarrollarla. En la conmemoración de los 25 años de la plataforma de acción de Beijing vimos que la brecha consistente en todos los países del mundo sigue siendo la de género. No se invierte lo suficiente en políticas de igualdad y la igualdad no va a llegar por sí sola.
Con el paso de los meses, la paridad política que prometió el gobierno de Iván Duque se desdibujó. ¿Qué piensa de esto?
Bueno, Colombia tiene liderazgos femeninos importantes. El hecho de tener una vicepresidenta, comprometida con la igualdad, o una alcaldesa en la capital, manda mensajes potentes a las niñas, que no han tenido muchos referentes de mujeres en espacios de poder. Pero si nos vamos al Congreso, por ejemplo, solo se cuenta con un 20 % de mujeres, a pesar de que representan un poco más del 50 % de la población en Colombia. Por tanto, sí es importante acelerar la paridad política del 50-50 que nos hemos marcado de aquí al año 2030. No es suficiente con las normas.
¿Qué falta?
Faltan otro tipo de herramientas sociales y de inversión, porque las mujeres enfrentan todavía muchísimos obstáculos. Los partidos políticos en Colombia apenas destinan un 5 % de su presupuesto a la incorporación efectiva de mujeres o a las campañas políticas lideradas por mujeres.
¿Cómo ve la violencia política contra las mujeres en Colombia?
Es altísima. Un 63 % de las mujeres que están en puestos de liderazgo en política dicen haber sufrido alguna forma de violencia a lo largo de su vida. Violencia física y también verbal y contra sus familias. Y ese es uno de los principales obstáculos, pero hay otros muchos: la falta de financiación o capacitación y la no implementación de las leyes de cuota.
Hay una fuerte aversión al tema de las cuotas en Colombia...
Sí, a muchos les genera aversión el término “cuota”, pero mire, no solo es un tema cuantitativo, es cualitativo. Cuando más mujeres se incorporan a la política, se incrementa el número de cuestiones que pasan a formar parte de la agenda política como, por ejemplo, la lucha contra la violencia de género, el tema de los cuidados, el tema de la conciliación entre la vida profesional y la familiar, los pisos de protección social. Estos temas han pasado a la prioridad de la agenda política gracias a muchas mujeres. Michelle Bachelet tiene una frase que me gusta repetir: cuando una mujer entra en política cambia la mujer, cuando muchas mujeres entran en política cambia la política. Así que vayamos a un cambio de la política para que se parezca más a la sociedad que representa, compuesta en un 50 % por hombres y un 50 % de mujeres.
(Vea: Violencia contra las mujeres: la curva que no se aplana)
¿Por dónde seguimos?
La desigualdad nos lleva siglos de ventaja. Entonces no es suficiente seguir con los cambios legales, para la igualdad real hace falta romper con una cultura machista. Y claro que lo personal es político, por eso creo que hay que ir modificando modelos. Las mujeres estamos cada vez trabajando más, lidiando con enormes responsabilidades, pero seguimos asumiendo la mayor parte de la tarea interna: la de cuidadora de lo doméstico y de los hijos. Y las mujeres no vamos a ser iguales fuera de los hogares mientras no seamos iguales dentro.
¿Por dónde enfocará los recursos y las energías de ONU Mujeres en Colombia?
Pues son muchos los desafíos, pero tenemos un marco de cooperación recién aprobado que se enfoca fundamentalmente en tres áreas: todo lo relacionado en construcción de paz y seguridad, ahí tenemos una alianza importante con Noruega y Suecia; migración, violencia y empoderamiento económico.
¿Cree que la agenda feminista es irrenunciable para cualquier campaña electoral o falta mucho para eso?
Yo creo que sí, y no solo está sucediendo en Colombia. Estamos viendo un movimiento muy inspirador y masivo en otros lugares: en España, en Chile, en Estados Unidos, con el movimiento Me too; en Argentina y su movimiento de pañuelos verdes por el derecho a la interrupción del embarazo. Esta es una agenda inaplazable y debe estar en el centro de cualquier campaña política. Queremos una sociedad igualitaria ya y la nueva normalidad, que trajo la pandemia, debe traer también realidades distintas para las mujeres. Porque esa realidad donde era normal darnos besos y abrazos era también la normalidad de la brecha salarial, de la violencia de género, de la discriminación. Vayamos a una nueva normalidad donde tengamos una sociedad más justa.