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                                                                                                                                Contenido Patrocinado
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                                                                                                                                La realidad detrás de la coca, la vida campesina en la cordillera de Nariño

                                                                                                                                Este es el testimonio de Sandra Panchalo, lideresa cocalera del sur del país, que refleja la situación de miles de familias que viven del cultivo de hoja de coca en Colombia. ¿Quiénes son esas familias? ¿Cuánto ganan con la coca? ¿Por qué siembran coca y no otros productos? ¿Por qué quieren sustituirla?

                                                                                                                                Sebastián Forero Rueda - @Sebastianforerr

                                                                                                                                Los recolectores de hoja de coca, o raspachines, llevan los bultos a los ranchos improvisados por los campesinos para procesarla en pasta base de coca. / Sebastián Forero Rueda
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                A los 17 fue que conocí al papá de mis hijos, que tenía una finca propia, y empecé a ir con él a cultivar, a cosechar, a trabajar. Eso era en un corregimiento de Policarpa, no le puedo decir el nombre por seguridad, pero todo ese municipio es zona cocalera. Estando con él, me dijo “este pedazo lo puede sembrar usted”, y ahí ya tuve mis primeros pedacitos propios de coca, y aprendí a sembrarla. 

                                                                                                                                Sandra Panchalo, integrante de la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam), que impulsa la campaña Rostros que Siembran, de esa organización con el apoyo de Christian Aid y en alianza con el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (Cajar).
                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                (Lea: En la cordillera de Nariño siguen esperando la paz)

                                                                                                                                En esa zona la tierra también es excelente para sembrar arroz, yuca, sandía, limón, mango. Con mi exesposo una vez tratamos con la sandía. Sembramos tres hectáreas y de ahí sacamos 15 toneladas, ya escogidas, de calidad. Teníamos que sacarla a un punto que se llama Remolino, sobre la vía Panamericana, a unas cinco o seis horas de distancia. El camión iba a la finca, la recogía, había que pagar quién cargue la sandía, y luego la llevaba hasta ese punto y había que pagar quién la descargue. Pero ese transporte era muy caro, porque las vías están muy malas. Cuando hicimos cuentas nos quedaba el kilo a $450 y con eso no sacábamos ni lo del trabajo. Mucha sandía se nos perdió, nos tocó incluso llamar a la gente de las veredas para que fueran a llevársela regalada. 

                                                                                                                                Ya uno con la coca lo que tiene es una rutina: uno cosecha, vende, paga deudas y vuelve y fía. Eso sí pasa en todos los territorios, usted va a donde el tendero y le dice ‘fíeme tanto’, y usted lleva una remesa grande, lleva los venenos otra vez para fumigar la mata y lo poco que le queda lo deja para el sustento de los hijos, para los estudios. Porque que uno venda y pague todo, y quede con ganancias, eso no pasa. Porque digamos de una cosecha de una hectárea y media salen 100 arrobas de hoja de coca. De ahí uno saca tres kilos de pasta base de coca. Eso, a $2 mil el gramo serían $2 millones por kilo, o sea $6 millones en total. Pero ahí toca mirar todo lo que se gasta en los cuatro meses que uno no recibe ni un peso. Y eso suponiendo que esté a $2 mil el gramo, pero ahorita está a $1.700, no hay plata. 

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Los que raspan la hoja de coca para procesarla son los recolectores, o raspachines, que son a los que les toca más duro. Ellos se ganan $7 mil por arroba de hoja de coca recolectada. Una arroba son unos 12 kilos. Ahí ya depende de cuánto se puedan echar al hombro durante el día. Los hombres se cogen de 11 arrobas para arriba, hay hombres que cogen harto. Se pueden hacer $80 mil, $90 mil al día. Una de mujer se coge las cinco, seis, máximo siete arrobas. Se paga cuando ya se termina la raspa, o la cosecha. Después de eso, los recolectores arrancan para otra finca que tenga cosecha. Y así.
                                                                                                                                Con esa plata muchos hemos educado a nuestros hijos. Yo, por ejemplo, tengo a mis tres hijos estudiando en Pasto. Los dos mayores están en noveno y el menor está en cuarto (de primaria). Y del corregimiento tenemos casos de familias que han sacado a sus hijos profesionales con la plata de la coca. Por ejemplo, un señor: a la hija mayor la sacó odontóloga, la otra hija es administradora pública, la otra es psicóloga y el hijo menor está estudiando música. Todos estudiaron en Popayán. Todos con lo que la hoja de coca.

                                                                                                                                (Lea también: Escuelas en ruinas y rodeadas de coca, así estudian en la cordillera de Nariño)

                                                                                                                                Pero uno se mete con la sustitución voluntaria de ese cultivo porque con la coca siempre está la violencia. En mi caso, por ejemplo, el 14 de mayo de 2014 los paramilitares se llevaron a mi hermano de la finca. Él no mantenía por ahí, tenía su familia por fuera, sino que iba a trabajar en los cultivos y se salía. Ahí fue cuando yo desperté y me di cuenta de que a la gente que se la llevan, nunca más regresa. Entonces empecé a hablar con la gente, con la Junta de Acción Comunal, mejor dicho alboroté a todo el mundo y nos fuimos a hablar con esa gente para que lo entregaran. Ellos dijeron que eso no se podía, que ya ellos eran los responsables, pero la verdad es que seguimos insistiendo y al final no tuvieron de otra que devolvérnoslo con vida.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Pero allá en la cordillera la pelea de esos grupos es por quedarse con esa base de coca, por controlar ese comercio. Y así mismo es en las zonas cocaleras del departamento, en Tumaco, en Samaniego, en Santa Cruz de Guachavés. Todo eso es zona roja porque ahí se cultiva la coca y ahí mantienen los grupos armados. 

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Entonces cuando llegó el programa de sustitución de cultivos la gente se entusiasmó y se metió a eso. En varias zonas se firmó al acuerdo colectivo, pero formalmente se terminaron inscribiendo solamente en Tumaco, donde hay más de 16 mil familias vinculadas. Pero desde entonces yo he estado muy activa con la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam) y eso es lo que me ha traído las amenazas. La primera fue en junio de 2018, cuando se reactivó esa organización en Nariño. Estábamos en reunión con los delegados de los municipios, los delegados de FARC y del Gobierno Nacional. Al municipio llegó esa gente preguntando por mí. Que me tenía que presentar ante ellos, que necesitaban hablar conmigo. Obviamente no fui. 

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Al año siguiente, en agosto de 2019 yo estaba en El Tambo. Ahí yo hablaba mucho con un funcionario de la Alcaldía para todos los temas de sustitución. Al celular de él le llegó un mensaje: “Huevón, dejá de andar con esa vieja Sandra Panchalo porque a esa vieja la van a pelar por sapa”. Ahí ya tenía esquema de seguridad. Y en noviembre al pueblo llegaron un par de sicarios también a buscarme. Ahí ya salí del territorio y actualmente estoy por fuera. Estoy en otro municipio. A raíz de esas amenazas mi esposo y yo nos separamos. Pero él sigue allá con la hectárea y media de coca, y ahí seguimos pagando la educación de los hijos."

                                                                                                                                Los recolectores de hoja de coca, o raspachines, llevan los bultos a los ranchos improvisados por los campesinos para procesarla en pasta base de coca. / Sebastián Forero Rueda
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                A los 17 fue que conocí al papá de mis hijos, que tenía una finca propia, y empecé a ir con él a cultivar, a cosechar, a trabajar. Eso era en un corregimiento de Policarpa, no le puedo decir el nombre por seguridad, pero todo ese municipio es zona cocalera. Estando con él, me dijo “este pedazo lo puede sembrar usted”, y ahí ya tuve mis primeros pedacitos propios de coca, y aprendí a sembrarla. 

                                                                                                                                Sandra Panchalo, integrante de la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam), que impulsa la campaña Rostros que Siembran, de esa organización con el apoyo de Christian Aid y en alianza con el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo (Cajar).
                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                (Lea: En la cordillera de Nariño siguen esperando la paz)

                                                                                                                                En esa zona la tierra también es excelente para sembrar arroz, yuca, sandía, limón, mango. Con mi exesposo una vez tratamos con la sandía. Sembramos tres hectáreas y de ahí sacamos 15 toneladas, ya escogidas, de calidad. Teníamos que sacarla a un punto que se llama Remolino, sobre la vía Panamericana, a unas cinco o seis horas de distancia. El camión iba a la finca, la recogía, había que pagar quién cargue la sandía, y luego la llevaba hasta ese punto y había que pagar quién la descargue. Pero ese transporte era muy caro, porque las vías están muy malas. Cuando hicimos cuentas nos quedaba el kilo a $450 y con eso no sacábamos ni lo del trabajo. Mucha sandía se nos perdió, nos tocó incluso llamar a la gente de las veredas para que fueran a llevársela regalada. 

                                                                                                                                Ya uno con la coca lo que tiene es una rutina: uno cosecha, vende, paga deudas y vuelve y fía. Eso sí pasa en todos los territorios, usted va a donde el tendero y le dice ‘fíeme tanto’, y usted lleva una remesa grande, lleva los venenos otra vez para fumigar la mata y lo poco que le queda lo deja para el sustento de los hijos, para los estudios. Porque que uno venda y pague todo, y quede con ganancias, eso no pasa. Porque digamos de una cosecha de una hectárea y media salen 100 arrobas de hoja de coca. De ahí uno saca tres kilos de pasta base de coca. Eso, a $2 mil el gramo serían $2 millones por kilo, o sea $6 millones en total. Pero ahí toca mirar todo lo que se gasta en los cuatro meses que uno no recibe ni un peso. Y eso suponiendo que esté a $2 mil el gramo, pero ahorita está a $1.700, no hay plata. 

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Los que raspan la hoja de coca para procesarla son los recolectores, o raspachines, que son a los que les toca más duro. Ellos se ganan $7 mil por arroba de hoja de coca recolectada. Una arroba son unos 12 kilos. Ahí ya depende de cuánto se puedan echar al hombro durante el día. Los hombres se cogen de 11 arrobas para arriba, hay hombres que cogen harto. Se pueden hacer $80 mil, $90 mil al día. Una de mujer se coge las cinco, seis, máximo siete arrobas. Se paga cuando ya se termina la raspa, o la cosecha. Después de eso, los recolectores arrancan para otra finca que tenga cosecha. Y así.
                                                                                                                                Con esa plata muchos hemos educado a nuestros hijos. Yo, por ejemplo, tengo a mis tres hijos estudiando en Pasto. Los dos mayores están en noveno y el menor está en cuarto (de primaria). Y del corregimiento tenemos casos de familias que han sacado a sus hijos profesionales con la plata de la coca. Por ejemplo, un señor: a la hija mayor la sacó odontóloga, la otra hija es administradora pública, la otra es psicóloga y el hijo menor está estudiando música. Todos estudiaron en Popayán. Todos con lo que la hoja de coca.

                                                                                                                                (Lea también: Escuelas en ruinas y rodeadas de coca, así estudian en la cordillera de Nariño)

                                                                                                                                Pero uno se mete con la sustitución voluntaria de ese cultivo porque con la coca siempre está la violencia. En mi caso, por ejemplo, el 14 de mayo de 2014 los paramilitares se llevaron a mi hermano de la finca. Él no mantenía por ahí, tenía su familia por fuera, sino que iba a trabajar en los cultivos y se salía. Ahí fue cuando yo desperté y me di cuenta de que a la gente que se la llevan, nunca más regresa. Entonces empecé a hablar con la gente, con la Junta de Acción Comunal, mejor dicho alboroté a todo el mundo y nos fuimos a hablar con esa gente para que lo entregaran. Ellos dijeron que eso no se podía, que ya ellos eran los responsables, pero la verdad es que seguimos insistiendo y al final no tuvieron de otra que devolvérnoslo con vida.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Entonces cuando llegó el programa de sustitución de cultivos la gente se entusiasmó y se metió a eso. En varias zonas se firmó al acuerdo colectivo, pero formalmente se terminaron inscribiendo solamente en Tumaco, donde hay más de 16 mil familias vinculadas. Pero desde entonces yo he estado muy activa con la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana (Coccam) y eso es lo que me ha traído las amenazas. La primera fue en junio de 2018, cuando se reactivó esa organización en Nariño. Estábamos en reunión con los delegados de los municipios, los delegados de FARC y del Gobierno Nacional. Al municipio llegó esa gente preguntando por mí. Que me tenía que presentar ante ellos, que necesitaban hablar conmigo. Obviamente no fui. 

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Al año siguiente, en agosto de 2019 yo estaba en El Tambo. Ahí yo hablaba mucho con un funcionario de la Alcaldía para todos los temas de sustitución. Al celular de él le llegó un mensaje: “Huevón, dejá de andar con esa vieja Sandra Panchalo porque a esa vieja la van a pelar por sapa”. Ahí ya tenía esquema de seguridad. Y en noviembre al pueblo llegaron un par de sicarios también a buscarme. Ahí ya salí del territorio y actualmente estoy por fuera. Estoy en otro municipio. A raíz de esas amenazas mi esposo y yo nos separamos. Pero él sigue allá con la hectárea y media de coca, y ahí seguimos pagando la educación de los hijos."

                                                                                                                                Por Sebastián Forero Rueda - @Sebastianforerr

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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