Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Qué le dice su corazón cada año cuando llega esta fecha?
Me duele al igual que mi alma, porque pasan los 2 de mayo y en Bojayá persiste el conflicto. Atravesar el río para llegar al pueblo es algo que viene con sentimientos de dolor, porque mi gente sigue en postración. Al igual que en 2002, buena parte de la institucionalidad se mantiene negando la violencia y no nos escuchan. En las conmemoraciones, incluyendo la de este año, escucho los nombres de quienes nos quitaron y se me vienen a la mente sus rostros…, tristes, porque en estos 20 años se ha consolidado la impunidad.
¿Cuáles son las verdades que después de 20 años le deben a Bojayá?
La masacre de Bojayá fue un crimen tripartito entre Estado, guerrilla y paramilitares. Mataron a autoridades étnicas, arrasaron pueblos enteros y aun así los pocos responsables que han dado la cara han narrado todo a medias. Ninguno de ellos nos explicó por qué este territorio era atractivo para ellos a la hora de cometer crímenes, ¿qué querían? ¿Narcotráfico? ¿Rutas para comercializar? No nos han dicho las causas de sus actos. Nos deben verdades acerca de los negocios que perviven del tráfico de armas que entran desde Panamá y que posibilitan una guerra que no acaba en Chocó.
Lea: “Veinte años después, Bojayá sigue sin enterrar sus dolores”
Las verdades pendientes de las antiguas Farc son un punto y aparte…
El 21 de abril de 2002 llegaron a Bojayá más de 2.000 guerrilleros de las Farc. ¿Por qué solo han dado la cara unos pocos? Desde ese día, hasta el 6 de mayo, hubo muchos asesinatos de los que nunca se habló o escribió. La inoperancia de la justicia ha estado cercana a ellos y los años nos han mostrado que la verdad no es la prioridad para varios de los responsables. El trabajo comunitario, de nuestras madres y hermanos, ha sido el que nos ha dado frutos; pasamos por el proceso de exhumación de nuestros muertos en 2019 gracias a ellos… tal vez si nos hubiéramos quedado esperando un apoyo externo de los responsables seguiríamos sentados sin identificar a nuestros familiares.
No olvido tampoco la forma de actuar tan lamentable de los paramilitares. Si muchos de las Farc aún no dan la cara, mucho menos ellos que también tienen a sus espaldas nuestros muertos y los sobrevivientes que quedaron con secuelas permanentes. Más que condenas, siempre quisimos verdades que al parecer no llegarán.
Nos malacostumbramos a ver un departamento de Chocó plagado de violencias de todo tipo. Desde confinamientos irremediables hasta suicidios de jóvenes emberas en Napipí, los Baudós, las cuencas del San Juan y otras subregiones que prefieren ese camino a ser reclutados por los grupos armados. ¿Cree que nos congelamos en 2002 y un episodio similar al de esa fecha pueda ocurrir si el Estado los sigue dejando en el olvido?
Pienso que la situación actual en Bojayá es un poco peor que hace 20 años, porque estamos siendo testigos de la agudización del conflicto en Chocó. En el San Juan, Cacarica y los pueblos del Atrato la gente se está muriendo. Alrededor de estas comunidades hay más de 20.000 personas confinadas, las calles siguen minadas por voluntad del Eln y las Agc; el 70 % del departamento está en crisis humanitaria y durante este año la Defensoría ha advertido en cuatro ocasiones los riesgos que se viven en Bojayá y las zonas aledañas. Vivimos pequeños episodios como el del 2 de mayo todos los días.
Algunos nos quieren acostumbrar a una vida en la que solo valen la pena y el dolor. ¿Cómo es posible aceptar que sigamos en la misma dirección y que el 50 % de Bojayá aún no cuente con servicios de electricidad? ¿Cómo aceptar que en el último año más de 50 de nuestros jóvenes se hayan suicidado para no ser llevados a la guerra? ¿Cómo aceptar una vida llena de torturas todos los días? Veinte años después Colombia no ha aprendido las lecciones de nuestra masacre.
¿Qué se contará de Bojayá en el informe de la Comisión de la Verdad?
La masacre y las lecciones que nos dejó como pueblo tendrán un espacio muy especial en el capítulo étnico.
A lo largo del informe revisamos más de 700 masacres, pero sin duda esta fue una de las más simbólicas durante la guerra. Representó daños estructurales que no se han ido, como el ensañamiento de la violencia contra la gente de color; seguimos siendo racistas y la vida de los negros sigue valiendo menos para muchos promotores de la guerra.
Veremos una narrativa que nos permite decir que Bojayá fue el vivo ejemplo de la desproporcionalidad durante el conflicto, del desconocimiento de nuestros gobernantes sobre los territorios… no me canso de decir que esa masacre fue cantada y nadie de acá olvidará que los llamados de acción fueron ignorados.
Vea también: “En Bojayá los jóvenes se suicidan para no ser reclutados”
Usted habla de la sanación colectiva, pero individualmente, ¿cómo lidia con eso? ¿Después de dos décadas puede decir que perdonó a los responsables de la masacre?
Aprendí a perdonar para vivir tranquilo, no lo hago como un favor para aquellos que me hicieron daño. Quiero una vida en la que se pueda seguir andando, y si guardo odio todo eso va a quedar impedido. El resentimiento no es una opción para mí y estoy convencido de que una buena forma de honrar a mis muertos es no guardando rencores y creyendo en el resarcimiento de las personas.
¿Y Bojayá perdonó?
Más que nadie. El pueblo siempre ha dado muestras de grandeza y siempre sin negociar la dignidad. La capacidad de reconciliar llevó a que el 97 % de Bojayá apoyara el plebiscito por la paz y a que se acogieran a 13 exguerrilleros para que hicieran su vida como civiles aquí. A estas personas se les permitieron todas las facilidades para el acceso a la tierra, con el fin de que cultivaran en la legalidad, para que no se volvieran a armar nunca más. Por más de que el país siga atado a una polarización que lo único que hace es reabrir heridas, Bojayá sigue confiando en la paz y creyendo que las salidas a la violencia se negocian, pase lo que pase.
Usted ha sido muy crítico con el rol de la justicia frente a la masacre de Bojayá. ¿Qué significa la posible entrada de ese hecho al caso 04 sobre Urabá en la JEP?
La llegada de la masacre de Bojayá a la Justicia Especial para la Paz marca el hito más importante que hemos conseguido para vencer la impunidad; seguramente tendrán un enfoque novedoso para atender el caso, y llega en el momento en el que más los necesitamos.
Nos hemos demorado mucho tiempo en atender profundamente los efectos de la guerra. Más pronto que tarde veremos esclarecimientos y este pueblo le mandará nuevamente un mensaje al país de que lo ocurrido en el Urabá, el Darién y el río Atrato no se puede olvidar y repetir nunca.