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El libro de Iván Márquez, que tiene 276 páginas, con su respectiva carátula y prólogo, y que aún está en formato digital, lleva el nombre de “La segunda Marquetalia”.
Es un relato cronológico en el que Márquez, exjefe negociador de paz de las Farc, cuenta detalles de cómo fue su regreso a la selva, junto con una docena de exjefes guerrilleros, y su encuentro con Gentil Duarte, uno de los primeros comandantes de esa guerrilla que se apartó del proceso de paz. Contiene cartas que envió a diferentes instituciones veedoras del acuerdo “para buscar enderezar el Acuerdo de La Habana", dice Márquez; y las anécdotas de guerra más secretas como el sepelio de Manuel Marulanda Vélez, fundador de las Farc, cuerpo que, según el libro, profanó el también comandante de la guerrilla y hoy senador por el partido FARC Carlos Antonio Lozada por orden de Rodrigo Londoño (Timochenko). En un apartado, el documento también hace un recuento detallado de las diferencias que tuvo ese sector de las Farc con los exjefes guerrilleros mencionados anteriormente y quienes hoy dirigen el partido de la exguerrilla.
A las 9 de la noche del 3 de julio de 2018, en la región de El Pato Guayabero, en el departamento del Caquetá, nació lo que nombraron como “La Segunda Marquetalia". Ese es el día y la hora en que Iván Márquez y Hermán Dario Velásquez, salieron de esa zona, donde queda el espacio de reincorporación, y se sumergieron de nuevo en las selvas de la Amazonía colombiana. El documento, aún inédito, cuenta que Márquez y Velásquez, más conocido como “El Paisa”, marcharon con otros guerrilleros que se rearmaron: Aldinever Morantes, Edinson Romaña, Albeiro Córdoba, Iván Alí, Enrique Marulanda, Iván Merchán, Rusbel Ramírez, y otros de los cuales no hay detalles.
"En cinco días de marchas rápidas y arriesgadas, diurnas y nocturnas, dejando atrás un avispero de drones que nos buscaban, pasamos por San Juan del Losada, el Guaduas, la Sombra, y desde allí, rosando patrullas militares situadas a poca distancia, llegamos a la vastedad verde salpicada de matas de monte, de esteros, chaparros y morichales: las sabanas del Yarí”, escribió Iván Márquez, quien se supone es el narrador principal.
Allí en esa zona recuerdan que en 2016 se realizó la décima conferencia de esa guerrilla en armas, donde, precisamente, se reunió el entonces Estado Mayor Central para acogerse al Acuerdo de Paz que el mismo Márquez ayudó a construir en La Habana. Allí se encontraron con Miguel Botache Santillana, más conocido como Gentil Duarte, quien fuera el primer excomandante de esa guerrilla en mostrar su desacuerdo, expresamente, con el documento de La Habana y quien ni siquiera se sometió a la dejación de las armas como los demás. En dicha región, relataron la carta que le enviaron al jefe de la Misión de Naciones Unidas en Colombia, Jean Arnault, como una constancia de los acontecimientos que los había llevado a tomar la decisión de partir:
"Desde el viernes 6 de Julio tropas especiales de contraguerrilla del ejército pertenecientes al Batallón 22 y de Alta Montaña han desplegado sobre la región del Pato un operativo terrestre que no dudamos está dirigido a sabotear la marcha de la esperanza de paz. Esta novedad que revive ambientes de guerra que considerábamos superados, tiene lugar luego de sobrevuelos de aviones de inteligencia y de drones -que aún se mantienen- sobre el ETCR de Miravalle (Caquetá), situación que hemos informado oportunamente al señor Vice-presidente de la República", le escribieron Márquez y "El Paisa".
La marcha la continuaron con el sin sabor de la prisión del jefe guerrillero "Jesús Santrich", pues insistían en que todo obedecía a un montaje de la DEA y la Fiscalía para extraditarlos. Lo de las cartas fue una acción que se repitió a lo largo del camino por la selva. Por eso, "como una forma de dejar constancia de nuestras preocupaciones", escribe Márquez, otras personalidades garantes del Acuerdo de Paz también recibieron misivas.
A medida que va narrando el contacto de la caravana con la naturaleza, con los ríos y bosques que atraviesan, a los cuales les tienen nombre, demostrando que conocen muy bien esos territorios, escriben las cartas para la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la comisión de paz del Congreso, y, las que le enviaban al exjefe guerrillero Seuxis Paucias Hernández, "Jesús Santrich", mientras estuvo detenido en la cárcel La Picota, durante un año, acusado de conspirar para enviar cocaína a los Estados Unidos.
"Nos reunimos con Gentil y con Calarcá en El Diamante (Yarí), en un sitio colindante con una brigada móvil del Ejército. Si no hubiese sido por ellos, por su solidaridad, habría sido más difícil guarecernos de la persecución del Estado. A través de ellos hicimos contacto con Iván Lozada, comandante del Primer Frente, que aún se mostraba sulfurado por la traición que consideraba de doble vía. Pudimos darnos cuenta de la injusticia de una guerra mediática de desprestigio contra un hombre bueno, revolucionario como Gentil, a quien acusaban falsamente, sin ninguna prueba, de ser narcotraficante y de otras barbaridades sin fundamento”, aparece en el documento.
Desde las sabanas del Yarí, a través del río Tunía, al cual Márquez llama la carretera fluvial de la Serranía del Chiribiquete, se adentran a dicho parque natural, en donde duermen varios días, mientras llegan a las selvas del Vaupés y el Vichada.
"Luego de superar poblaciones de carrizos y chuquiales selváticos vecinos de los caños, notamos que "El Paisa" venía cansado; tan cansado que pujaba como un paujil en la profundidad de la selva. Resoplaba el hombre con intervalos de tiempo igual que una mula cargada. En realidad, Oscar es un espécimen muy fuerte para “volear infantería”, tan fuerte que siempre llega a los puntos de destino, clasificado en los primeros lugares".
Gentil Duarte los alcanzó en Caño Caribe, narra Márquez, quien acampó con ellos una noche, pero no es claro en especificar si continuaron el camino juntos o si cada quien tiene una guerrilla aparte. También dejaron ver la indumentaria que los acompañaba:
"Al día siguiente, a orillas de una laguna secamos al sol las armas, las municiones, los equipos empapados, los computadores, los teléfonos, los iPod, los GPS, las grabadoras y los cuadernos…”.
Ya en las selvas del Guainía, aparece otro excomandante de las Farc que estuvo a cargo del Espacio de Reincorporación de Colinas en el Guaviare: Nelson Enrique Díaz Osorio, también conocido como "Iván Alí".
Unos días después irrumpió con gran sorpresa un tornado a orillas del río Inírida. "Iván Alí" y los jefes del Primer Frente estaban ensayando dos drones mavic-pro. En desarrollo de las maniobras, uno de los aparatos que volaba a dos kilómetros de distancia y a 400 metros de altura, emitió una señal de alerta sobre el avance de fuertes vientos en su ruta. Rápidamente, y para evitar la pérdida del dron, Alí optó por ordenar su retorno inmediato al punto de partida".
Igualmente, en el relato también aparece el nombre del exjefe guerrillero Élmer Caviedes, conocido como Albeiro Córdoba, y quien recientemente ha expresado a la JEP y al partido FARC, que no se rearmó, como se había afirmado. No obstante, el relato y su posterior presencia en Bogotá da entender que hizo un ingreso y luego se retiró de las nuevas filas guerrilleras.
"Después de cruzar el río, Albeiro Córdoba nos relató su experiencia con una boa o guio constrictor que medía unos 9 o 10 metros de largo. Habían llegado a un caño sin nombre y como era hora del almuerzo, resolvieron hacer un alto en la marcha…”
Los restos perdidos de Marulanda
“El Paisa” es quien relata durante la marcha, cómo fueron los últimos tres años de vida de Marulanda en las selvas, como máximo comandante de esa guerrilla. En los primeros días de 2008, cuenta, Marulanda ya presentía su muerte. Lo habían perseguido las bombas y las balas por todos esos caminos, principalmente los del Caquetá y Meta, donde consolidó su retaguardia para combatir a las Fuerzas estatales. En la parte montañosa de la región de El Pato, cuenta "El Paisa”, hizo construir su última casa al estilo guerrillero. El 26 de marzo de ese año finalmente murió.
Justo para esos días, "El Paisa”, quien era el encargado de la guardia personal del jefe guerrillero, salió en una misión hacia otra zona y así relató que se enteró de la noticia y lo que pasó después con el cadáver.
“Me llamó la atención que el mensajero me preguntara si yo tenía formol. ¿Formol? Vea pues, pensé. Esto si está más raro que un berriondo… No; yo no tengo esa vaina, respondí. Tuve que encargarlo diciéndome a mí mismo “aquí pasó algo”. Arranqué a toda, y cuando llego al campamento, claro, el camarada había muerto. Allí estaba con su uniforme guerrillero… Lo estaban velando en una mesita envuelto en la bandera tricolor de las FARC”.
Por lo que representaba para la organización insurgente y también para el Gobierno, los restos de Manuel Marulanda quedarían enterrados en secreto. Por eso, los mismos guerrilleros construyeron el ataúd y los enterraron en una de las montañas de la región de El Pato (Caquetá). Sin embargo, cuenta “El Paisa”, cuatro años después, en 2016, se enteró de que los restos habían sido sacados y escondidos por “Timochenko” y "Carlos Antonio Lozada” desde 2012.
Enterado de la situación, relata el libro, a su regreso de La Habana, donde estuvo en 2016 en la mesa de negociación, "El Paisa” organizó a 18 guerrilleros de la columna Teófilo Forero para ir a buscar en cuatro camionetas los restos de Marulanda. La información que tenía “El Paisa”, era que habían sido trasladados a una zona del Meta muy distante del Caquetá.
“Tomé la decisión de ir a rescatarlos sin importar el riesgo que significaba evadir el anillo de seguridad del Ejército de Miravalle y el cruce frente a bases militares instaladas en la vía que conduce al Guayabero”, cuenta en el libro. "Sólo teníamos referencias, algunas señas, pero no el punto exacto”.
Después de varias horas de búsqueda, la primera vez no los encontraron. “El Paisa” se regresó, pero dejó guerrilleros durante varios días excavando para intentar ubicarlos.
"Cuando llegamos al lugar, sí; allí estaban los huesos del comandante en jefe acomodados en una caneca plástica. Los recogimos con amor y veneración, y también con alegría por el fin de la profanación, y luego de unas horas de marcha pasamos por El Losada”, relata el guerrillero.
Hoy, según el documento, los restos de Manuel Marulanda Vélez reposan en un lugar secreto del que solo saben “El Paisa” y su círculo más cercano que ahora está en armas.
La disputa ideológica con “Timochenko" y “Lozada"
La parte más íntima, la cual ha tenido su desarrollo desde los diálogos de paz en La Habana, es la que expone Márquez como la "traición" de sus propios compañeros Rodrigo Londoño (Timochenko) y Julián Gallo (Carlos Antonio Lozada). A este último, por ejemplo, lo acusan de ser el encargado de desmontar el Bloque Oriental en plena guerra. Según el libro, el 26 de marzo de 2012, a las 2:50 de la madrugada, la aviación del Ejército atacó con bombas una columna de mandos del Bloque Oriental de las Farc, en Caño Correntoso, municipio de Vistahermosa (Meta), hecho en el que murieron 37 comandantes.
"La directriz de Marulanda era clara y precisa: se debía evitar la concentración de tropas guerrilleras en la nueva situación militar generada por los bombardeos masivos de la aviación y el uso desproporcionado de la fuerza. Ignorando totalmente esta advertencia Carlos Antonio convocó a los mandos medios del Oriental a una Escuela atípica como inútil, alejada de los pensums habituales de las escuelas guerrilleras. ¡¡¡Los concentró para enseñarles “Comprensión de lectura!!!...No se puede pasar por alto que, del campamento de Carlos Antonio, ubicado muy cerca del área del bombardeo, no salió ningún refuerzo ni apoyo, ninguna directriz. No hubo despliegue de fuerza para responder al ataque, ni conformación de comandos para buscar y atender heridos”.
Dicha controversia con este comandante, relata Márquez, tuvo un punto alto en la décima conferencia de esa guerrilla en los Llanos del Yarí, donde se pretendía refrendar los acordado en La Habana con la base guerrillera, especialmente, con el Estado Mayor Central de la insurgencia. Justamente, el intento de cambiar a viejos comandantes guerrilleros que pertenecían a ese órgano, fue lo que más causó polémica en ese momento en el grupo de Márquez que poco a poco se fue desmarcando de la línea de "Timochenko" y "Lozada", a quienes en el libro acusa de haber tenido un plan individualista y poco cercano a los designios de la organización. Posteriormente, tras ganar el pulso el grupo de Márquez en la Conferencia, relata en el libro, la disputa se trasladó a La Habana en la recta final del proceso de paz.
"Reuniones secretas, conversaciones sigilosas y clandestinas entre Carlos Antonio y los militares, fueron perfilando las transmutación de la Dejación de las Armas, en su entrega sin garantías de cumplimiento. Los capitostes de la desintegración de las FARC actuaban bajo el embrujo de la oferta del Estado de una participación política, que solo eran migajas de oropel”, escribió.
Luego, escribió Márquez, confiando que podían recomponer la situación, constituyeron el partido político FARC, como había quedado escrito en el Acuerdo de Paz, y convocaron el primer congreso político para ese fin. Tres días, entre el 25 y 31 de agosto e 2017 estuvieron reunidos más de 1800 delegados de las Farc de todo el país, donde, según la versión de Márquez en el libro, el equipo de Carlos Antonio Lozada y Timochenko "descalificaron a dedo a los delegados elegidos en sus estructuras, que no eran de su gusto, argumentando que no llenaban requisitos e incluso tildándolos de infiltrados", dice el documento.
Finalmente, ese fue otro pulso que describe Márquez en el libro y que se resolvió en las elecciones que las ganó su sector. Sin embargo, siempre alegó que los resultados fueron desconocidos por el sector de "Timochenko":
"El encono era absoluto contra las posiciones que no coincidían con el Timo-lozadismo, y tal ambiente empeoró cuando tras el largo escrutinio que culminó a eso de las tres de la madrugada, entre las cinco votaciones más altas estaban los nombres de Iván Márquez, quien obtuvo el primer lugar y Jesús Santrich, como tercero. De segundo logró registro Pablo Catatumbo, de cuarto Joaquín Gómez y de quinto, con un resultado bastante lejano del primero, Timoleón Jiménez. Este golpe a la arrogancia lo sintieron como un insulto, que incluso llevó a Timochenko a renunciar".
Sin embargo, relata Márquez, se impuso una dirección ejecutiva de 15 integrantes dejando por fuera a Santrich. "que parecía ser la manzana de la discordia en aquella escena típica de la politiquería o vieja forma de hacer política que se supone iríamos a inaugurar”.
La fuga de Santrich
Este es un capítulo aparte y está en la recta final del libro. Cuenta cómo fue la salida de Seuxis Paucias Hernández, más conocido como Jesús Santrich, quien ya gozaba de su libertad tras un año en la cárcel acusado de narcotráfico. Diez días permaneció en la costa norte de Colombia en Pondores, La Guajira, con la idea de llegar al otro espacio de reincorporación de Tierra Grata. En medio de ese intento, hubo paro cívico en La Guajira, cuenta, y por eso le tocó esperar unos días y luego hablar con un “palabrero” Wayú para que le permitieran pasar y empezar un recorrido político como Representante a la Cámara, investidura que tenía en ese momento.
Cuando iba a pasar por Fonseca, rumbo a Tierra Grata, una fuente le dijo que el 9 de julio, el día de su audiencia en la Corte Suprema de Justicia, lo iban a capturar y a extraditar a los Estados Unidos.
Santrich se reunió con muchos guerrilleros y líderes de esa región del país durante esos días, describe en su crónica, en donde habló de las comparecencias colectivas o individuales ante la Justicia Especial para la Paz. “Reconocimiento colectivo de verdad ante el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición. Eso fue lo que se acordó en La Habana. Jamás se habló de comparecencias individuales obligatorias con implicaciones judiciales”, escribió.
Días después, pensó en que el plan que había planeado para la Guajira estaba algo lejano y que ante el deseo del Gobierno de “presionar” para extraditarlo, en el Cesar tomó la decisión de regresar al monte a la clandestinidad.
"Ya en Tierra Grata y enterado como estaba de la situación, el “plan de escape” lo hice yo mismo en mi mente sin comunicarle a nadie en especial. No organicé un grupo compacto, sino que contacté por separado a un par de locos extraordinarios, muy buenos, que me habían acompañado en el pasado en la unidad de propaganda del Bloque Caribe.
A “Joche” le pedí entonces que contratara un carro de los que regularmente suben a la Sierra de Manaure y lo pusiera a esperar unos insumos agrícolas que le llevaría Daniel con destino a la reforestación que se estaba dando en la parte alta.
Mientras tanto hice colocar dos llantas viejas junto a la ventana para facilitar mi la salida de la habitación.
Un vehículo, conocido en el ETCR, fue parqueado cerca al callejón que pegaba con la ventana de mi cuarto. Yo sabía que en el primer retén ubicado en la salida a ese chofer solo lo paraban para preguntarle si llevaba “protegidos”; si decía que no, le daban el pase sin requisa".
Después de esa noche, de atravesar montañas y cerros finalmente llega al sitio establecido, relata Santrich, donde lo esperaban dos camionetas Toyota parecidas a las utilizadas por la Unidad Nacional de Protección (UNP), una de ellas con vidrios polarizados y otra convencional o de platón.
"Nos esperaban cuatro compañeros, entre ellos una muchacha de nombre Paola. Tenían identificación clonada, una copia exacta de las que utilizan los escoltas en sus movimientos. “Pablito", que era el jefe del grupo, nos explicó que íbamos a tomar la ruta del Magdalena Medio, pasando por Aguachica y que ya tenían campaneros en algunos tramos de la carretera; que todo estaba bien a pesar de la bulla mediática”, dice el libro.
El 3 de julio en la mañana, en la finca ubicada a orillas del río Magdalena donde descansaron la noche anterior, “Pablito” le explicó a Santrich y a sus dos acompañantes el plan previsto para esa noche.
"Unas horas después, sentí que estábamos trepando por una carretera áspera y me dijeron que subíamos por la ruta que conduce a Balsillas (Caquetá). Comentaron que tenían que pasar por un puesto de control del Ejército. En el retén hicieron un pare muy breve, pero los soldados de guardia nos permitieron pasar luego que los del primer vehículo hablaron con ellos. Esa carretera es muy dura. Desajusta a la gente. Después de una hora pasamos por Guayabal y luego por los Andes. Unos minutos después cruzamos sin ser importunados por el ejército que presta seguridad a la entrada del ETCR de Miravalle, en El Pato. Al rato sentí que volvimos a tomar vía pavimentada, y antes de una hora viramos a la izquierda, en dirección a San Juan del Losada (entre Caquetá y Meta), según les escuché. Por esos lados, me recibió el otro equipo de camaradas guerrilleros que estaba encargado de llevarme por sabanas, montes y ríos, al lugar donde me esperaban “Romaña", "el Paisa", "el Zarco Aldinever" e “Iván". Pero esa es otra historia que seguramente relataré en otra ocasión”.