Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El 23 de diciembre de 1997, dos hombres armados irrumpieron en la casa de Mario Calixto y apuntaron con un arma a su cabeza. En compañía de su esposa Mireya Perea, sus hijos y su madre, logró escapar con la ayuda de dos brigadistas internacionales de paz (PBI).
Puede leer: “Medidas para proteger a líderes sociales no han dado resultado”: Alberto Brunori
Los PBI estuvieron con ellos desde 1995 y su acompañamiento, a la vez que las amenazas y el peligro que corrían, se incrementó y su presencia se convirtió en algo permanente.
El hecho fue presuntamente ordenado por Guillermo Cristancho Acosta, alias Camilo Morantes, jefe paramilitar de Santander y del Sur del Cesar, que según el portal Verdad Abierta ordenó la masacre del 16 de mayo de 1998 en Barrancabermeja y estuvo detrás del despojo masivo de tierras en el municipio de Sabana de Torres.
En 1998 durante el gobierno de Andrés Pastrana, la familia Calixto se vio obligada a salir de Colombia. La violencia, el despojo y la persecución hacia las comunidades campesinas y los defensores de Derechos Humanos aumentaron en Santander. Durante la década de los noventa, grupos guerrilleros, paramilitares y el Ejército Nacional disputaron el control sobre el territorio.
Ese 23 de diciembre la vida y el futuro de la familia cambió radicalmente. Mario tuvo que dejar atrás su trabajo como profesor, la dirección del Comité Regional de Derechos Humanos y su participación en la Comisión Municipal Pro-reversión de los Campos Petrolíferos de Sabana de Torres.
Ahora Mario Calixto, exiliado en España, recuerda la violencia que se vivía en su región. Asegura que los intereses económicos de las multinacionales y del Estado colombiano fueron determinantes para su salida.
Por ser defensor de los DDHH y miembro del sindicato de maestros, Calixto fue señalado como un obstáculo en el desarrollo de proyectos mineros y petroleros en el territorio. “Detrás de los recursos naturales están los que todos sabemos: las multinacionales o empresas poderosas, compañías como Ecopetrol y multinacionales como la Texaco, la Epson y otras más. Nosotros chocamos con estas empresas porque las denunciamos”, sostiene Calixto. Desde hace más de dos décadas Mario, como muchos otros líderes de movimientos sociales y ambientales, ha denunciado la explotación de recursos naturales en Colombia. Contrario a esto, la Agencia Nacional de Hidrocarburos sólo en 2017 firmó 13 contratos para la exploración de yacimientos no convencionales en diferentes regiones del país, entre ellas Santander. La explotación de este tipo de recursos tiene severas implicaciones medioambientales.
Lea tambièn: La labor de líder social no puede ser estigmatizada?
Calixto pertenece al grupo de más de medio millón de colombianos, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, que se han visto obligados a abandonar el país.
Para él estar fuera ha significado una circunstancia difícil que no quiso pero que tuvo que tomar para salvar su vida y la de su familia.
A pesar de ello, convencido de que su voz no podía ser acallada, Mario junto con Mireya, inició hace 16 años un programa en una estación de radio independiente de Vitoria-Gasteiz (España). A través de éste, ha continuado con su labor como activista, contando y denunciando las realidades latinoamericanas a la audiencia vasca.
El programa lo realiza de forma voluntaria y sin retribución económica. Después de años en España sigue sin poder desempeñarse en aquello que más le gusta: la docencia.
La enseñanza es una de razones por las que no deja de añorar sus días en Colombia. Por ello, tras 20 años de exilio quiere el retorno.
“Me veo regresando pero a una Colombia donde haya garantías para los luchadores sociales, para los líderes y para los defensores de DDHH como nosotros, pero no las hay. Lamentablemente entendemos que los señores de la guerra, los cinco conglomerados económicos que gobiernan no van a permitir que regresemos”, asegura Calixto.
Lea tambièn: El refugio para líderes que cerró sus puertas?