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                                                                                                                                  Violencia obstétrica, el horror no contado de los paramilitares en Santander

                                                                                                                                  Hombres del Bloque Central Bolívar, que se tomaron el centro de salud del corregimiento de Cincelada, “jugaron” a ser médicos y torturaron a una mujer durante su parto. 17 años después aún sufre las consecuencias físicas y emocionales. Su testimonio podría entrar al macrocaso 08 que abrió la JEP.

                                                                                                                                  Cindy A. Morales Castillo

                                                                                                                                  Editora General Colombia+20
                                                                                                                                  Durante cuatro años Cristina tuvo su útero descolgado como consecuencia de la tortura que recibió durante el parto. / Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  Foto: GUSTAVO TORRIJOS
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Volver a ese momento le disgusta, en parte por la impunidad con la que ha pasado su caso por todas las justicias a las que se lo ha contado, pero también por vergüenza. Se pregunta cómo fue posible que cinco paramilitares hubieran “jugado” a ser médicos mientras ella intentaba dar a luz, se retorcía y su cuerpo se desangraba y se desgarraba.

                                                                                                                                  En contexto: La esclavitud sexual de los paramilitares en Charalá

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Para entonces, según las cuentas de Cristina, aún faltaban al menos 20 días para cumplir las 39 semanas del embarazo. Sin embargo, fue al centro de salud por recomendación del médico, que en el último control le había dicho que debía hacerle una autorización para que fuera trasladada al hospital de Charalá. “Como habían pasado 10 años de mi último embarazo, el doctor me dijo que debían hacerme cesárea y que en Cincelada no me podían atender porque no tenían los implementos, entonces que mejor con tiempo pasara por la autorización”, dice Cristina, quien entonces tenía 34 años.

                                                                                                                                  Para llegar a Cincelada desde su casa debe caminar al menos dos horas y media o esperar que ese día haya un transporte que la lleve por la trocha que hace de camino. De ahí a Charalá hay apenas 12 kilómetros, pero al menos cuatro son una senda angosta y filuda de pura piedra y arena, donde los kilómetros no se registran en grandes postes, sino que están inscritos literalmente en cualquier roca del camino.

                                                                                                                                  Además, dice Cristina, debía dejarle todo listo a los hombres que trabajan en su “ranchito”, donde siembra yuca, plátano y maíz. “Tocaba preparar a la que iba a hacer lo del día porque eso toca dejarles cocinado todo”, explica.

                                                                                                                                  “Lo que hubo aquí no solo fue una toma, sino un control absoluto y territorial. No más piense que el palacio municipal -que ahora es la subestación de Policía- era la trinchera de la señora Luz Marina Eslava, que actuaba como inspectora de Policía y al mismo tiempo era paramilitar”.

                                                                                                                                  Rodolfo Maya, presidente de la Asociación de Víctimas de Coromoro

                                                                                                                                  Le puede interesar: Migrar y ser reclutado: el delito silencioso en la frontera con Venezuela

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD
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                                                                                                                                  La enfermera que la había atendido durante los pocos controles prenatales que tuvo no estaba y nadie le daba razón de si la iban a trasladar al otro pueblo. La única orden era que ni ella ni su esposo podían salir del centro de salud.

                                                                                                                                  Las vejaciones de los “paras”

                                                                                                                                  Desde 1999, paramilitares del Frente Comunero Cacique Guanentá (FCCG), del Bloque Central Bolívar, tenían asediado al Magdalena Medio. Varias sentencias han probado que, con la complicidad y omisión de las autoridades, esos grupos de autodefensa reclutaron a menores de edad y asediaron a la población.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  “La pareja, además de organizar bazares y reinados desde 2001, prestó su casa para retener a los secuestrados y torturarlos, y abrieron las puertas del colegio para que los jefes paramilitares eligieran a las niñas y jóvenes que violaron y esclavizaron sexualmente”, dice el volumen territorial del Informe Final de la Comisión de la Verdad (CEV), que cita la sentencia de Justicia y Paz del 11 de agosto de 2017.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  En 2002, según Justicia y Paz, ese grupo paramilitar instauró también una escuela de entrenamiento que duró poco tiempo y tuvo al menos 70 miembros, ubicada entre la vereda La Mina, corregimiento de Pueblo Viejo, del municipio de Coromoro, cuyo alcalde era Rubén Darío Martínez Cáceres.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Además: Informe de la CEV - La guerra en el cuerpo

                                                                                                                                  De acuerdo con la denuncia, los paramilitares también tenían el control del centro de salud. / Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  Foto: GUSTAVO TORRIJOS

                                                                                                                                  “Fue como si me arrancaran las entrañas”

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Según una sentencia de Justicia y Paz de 2017, Eslava era parte de la estructura paramilitar donde era conocida como Yoli. Dentro de la inspección de Policía secuestraba y torturaba a campesinos y pobladores a quienes señalaban de colaboradores de las guerrillas. Lo hacía dentro de una de las celdas que hay en la estación y cuyo nombre, en una paradoja propia de la historia de este país errático, es: Calabozo Antonia Santos.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  A eso se sumaron casos como el de Javier Rincón, un joven de 15 años que resultó reclutado con la falsa promesa de que lo iban a contratar para manejar vehículos. Su madre logró sacarlo del grupo armado y enviarlo fuera del territorio, pero un día antes de su regreso fue asesinado, según documenta la sentencia.Tal como se habían tomado la inspección lo hicieron con el centro de salud, por ese entonces una edificación de apenas un solo piso con cuatro consultorios y una improvisada sala de espera con dos filas de cinco sillas. La orden de no dejar ir a Cristina venía de cinco paramilitares que por diversión o simplemente por la sed de poder suplantaron las funciones de los médicos.

                                                                                                                                  “Como no tenía dolores porque no era el tiempo, entonces ellos dijeron que me indujeran el parto”.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  También puede leer: “Hechos”, pide el jefe negociador del Eln al Gobierno al retomar diálogos

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                                                                                                                                  Afuera su esposo se impacientaba y les dijo a los señores que no entendía qué estaba pasando porque solo escuchaba los gritos de Cristina. Pidió -o más bien con la fuerza de un padre protector- les exigió que le dejaran sacar a su esposa y que él la llevaba al otro hospital. “Él estaba bien envalentonado de escuchar esa tortura, pero le dijeron que yo no me podía ir y que mejor se quedara calladito porque si seguía molestando, lo iban a amarrar y pues qué hizo, callarse y esperar el golpe a ver qué pasaba (…) Yo creo que ellos tenían miedo de que nosotros fuéramos a contar que ellos tenían tomado el hospital”, asegura Cristina.

                                                                                                                                  Antes de este hijo, esta campesina ya había tenido otros tres partos, dos de ellos con partera y uno más en el hospital de Charalá. “Mis otros partos fueron normales, así sin drogas ni nada. Partos naturales y normales. Yo por eso digo que este fue muy traumático”, afirma.

                                                                                                                                  Los paramilitares le dieron la orden a la doctora de sacar como fuera al bebé del vientre.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  “Menos mal que mi esposo me lleva 20 años, y como ya tiene sus años ya no es tan activo, porque si no seguro que me hubiera dejado. Eso habría dicho que yo tengo otro o que ya no lo quiero, y la verdad es que yo no tenía ganas de nada de nada”

                                                                                                                                  Víctimas de violencia obstétrica por parte de paramilitares

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Cuando los hombres vieron que la situación estaba fuera de control, mandaron a llamar a la ambulancia y la mujer dice que escuchó que decían que era probable que murieran los dos (ella y el bebé). “Yo siento que ahí mi Dios me iluminó y pensé aquí hay una de dos: o me muero o me voy corriendo. Entonces me boté de la camilla, me resbalé y apenas pude dar tres pasos cuando el niño cayó al suelo. En esas llegó la doctora y eso me pegó una vaciada. Alzaron al niño y le mandaron más agua a él. Eso fue una tortura muy terrible”, cuenta Cristina. Hace una pausa como para perderse en sus recuerdos o quizá para no dejarlos escapar de sus manos recias donde se asoma la tierra que ha labrado. Apenas se puede escuchar la atrocidad de lo que está contando y muy pasito dice que no entiende por qué le tocó a ella.

                                                                                                                                  Lea también: Ejército niega en un informe que haya tenido relación con el paramilitarismo

                                                                                                                                  En este calabozo miembros del Frente Cacique Guanentá torturaban a personas que eran señaladas como ayudantes de la guerrilla. / Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  Foto: GUSTAVO TORRIJOS

                                                                                                                                  “He tenido 17 años de dolores”

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El bebé nació, y hoy es un joven sano, pero la tragedia personal de Cristina no cesó. Los dolores de los días posteriores eran casi tan intensos como los del parto. “Era como una tortura que no terminaba. Tenía intensos dolores vaginales, botaba materia y yo era cada vez más enferma. Me tocó entonces volver al puesto de salud, pero lo hice porque ya había vuelto la enfermera”, dice.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Vea: El resurgimiento del paramilitarismo en la zona rural de Cúcuta

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Durante ese tiempo, detalla, estuvo planificando con inyecciones, no tenía período menstrual y estaba constantemente infectada. Ni qué decir de los malestares que tiene en la cintura y en la vejiga que le han causado incontinencia. “A mí me da pena decir esto, pero a veces sí tenía coágulos de sangre, pero con un olor muy desagradable. Por eso les tocó operarme, porque eso ya iba para cáncer”, afirma.

                                                                                                                                  Su vida sexual también se vio afectada. “Fue totalmente destruida porque a mí siempre me dolía algo”, dice. En su siguiente respuesta también se ve el machismo al que estamos expuestas las mujeres. “Menos mal que mi esposo me lleva 20 años, y como ya tiene sus años ya no es tan activo, porque si no seguro que me hubiera dejado. Eso habría dicho que yo tengo otro o que ya no lo quiero, y la verdad es que yo no tenía ganas de nada de nada”, afirma.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Otras mujeres de la zona en varios testimonios a este diario afirman que ni ellas ni otras se atrevieron a hacerse controles prenatales o a visitar el centro de salud durante el tiempo en que los paramilitares tuvieron el control de este.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Le puede interesar: El nuevo macrocaso de la JEP que investigará masacres y desaparición forzada

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Cristina pasó su caso por vía administrativa a través de la Ley 1448, que contempla la reparación de las víctimas, pero no fue admitido por lo que actualmente ella no aparece en el Registro Único de Víctimas. Luego surtió todo el proceso de la Ley de Justicia y Paz (con la que se buscó la desmovilización de paramilitares), pero hasta ahora no prosperó. La última esperanza la tiene puesta en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), donde presentó testimonio para un informe. Es posible que ese tribunal de paz lo incluya dentro del macrocaso 08 que abrió recientemente y que investigará las alianzas de paramilitares, Fuerza Pública y terceros civiles. “Espero que salga porque será la última vez que cuente lo que me pasó”, dice tajantemente.

                                                                                                                                  *Esta nota fue realizada con una lideresa de Santander que por razones de seguridad prefirió no dar su nombre.

                                                                                                                                  **Nombre de la protagonista cambiado por seguridad.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Durante cuatro años Cristina tuvo su útero descolgado como consecuencia de la tortura que recibió durante el parto. / Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  Foto: GUSTAVO TORRIJOS
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Volver a ese momento le disgusta, en parte por la impunidad con la que ha pasado su caso por todas las justicias a las que se lo ha contado, pero también por vergüenza. Se pregunta cómo fue posible que cinco paramilitares hubieran “jugado” a ser médicos mientras ella intentaba dar a luz, se retorcía y su cuerpo se desangraba y se desgarraba.

                                                                                                                                  En contexto: La esclavitud sexual de los paramilitares en Charalá

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  Ese martes bajó desde su vereda hasta Cincelada, un corregimiento del sur de Santander famoso por ser el lugar de nacimiento de la heroína de la independencia Antonia Santos y cuyo nombre, en lengua de los guanes, significa sin miedo, un contrasentido a lo que vivieron sus pobladores.

                                                                                                                                  Para entonces, según las cuentas de Cristina, aún faltaban al menos 20 días para cumplir las 39 semanas del embarazo. Sin embargo, fue al centro de salud por recomendación del médico, que en el último control le había dicho que debía hacerle una autorización para que fuera trasladada al hospital de Charalá. “Como habían pasado 10 años de mi último embarazo, el doctor me dijo que debían hacerme cesárea y que en Cincelada no me podían atender porque no tenían los implementos, entonces que mejor con tiempo pasara por la autorización”, dice Cristina, quien entonces tenía 34 años.

                                                                                                                                  Para llegar a Cincelada desde su casa debe caminar al menos dos horas y media o esperar que ese día haya un transporte que la lleve por la trocha que hace de camino. De ahí a Charalá hay apenas 12 kilómetros, pero al menos cuatro son una senda angosta y filuda de pura piedra y arena, donde los kilómetros no se registran en grandes postes, sino que están inscritos literalmente en cualquier roca del camino.

                                                                                                                                  Además, dice Cristina, debía dejarle todo listo a los hombres que trabajan en su “ranchito”, donde siembra yuca, plátano y maíz. “Tocaba preparar a la que iba a hacer lo del día porque eso toca dejarles cocinado todo”, explica.

                                                                                                                                  “Lo que hubo aquí no solo fue una toma, sino un control absoluto y territorial. No más piense que el palacio municipal -que ahora es la subestación de Policía- era la trinchera de la señora Luz Marina Eslava, que actuaba como inspectora de Policía y al mismo tiempo era paramilitar”.

                                                                                                                                  Rodolfo Maya, presidente de la Asociación de Víctimas de Coromoro

                                                                                                                                  Le puede interesar: Migrar y ser reclutado: el delito silencioso en la frontera con Venezuela

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD
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                                                                                                                                  La enfermera que la había atendido durante los pocos controles prenatales que tuvo no estaba y nadie le daba razón de si la iban a trasladar al otro pueblo. La única orden era que ni ella ni su esposo podían salir del centro de salud.

                                                                                                                                  Las vejaciones de los “paras”

                                                                                                                                  Desde 1999, paramilitares del Frente Comunero Cacique Guanentá (FCCG), del Bloque Central Bolívar, tenían asediado al Magdalena Medio. Varias sentencias han probado que, con la complicidad y omisión de las autoridades, esos grupos de autodefensa reclutaron a menores de edad y asediaron a la población.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  “La pareja, además de organizar bazares y reinados desde 2001, prestó su casa para retener a los secuestrados y torturarlos, y abrieron las puertas del colegio para que los jefes paramilitares eligieran a las niñas y jóvenes que violaron y esclavizaron sexualmente”, dice el volumen territorial del Informe Final de la Comisión de la Verdad (CEV), que cita la sentencia de Justicia y Paz del 11 de agosto de 2017.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Le puede interesar: En libertad exrectora de colegio de Charalá, procesada por vínculos con paramilitares

                                                                                                                                  En 2002, según Justicia y Paz, ese grupo paramilitar instauró también una escuela de entrenamiento que duró poco tiempo y tuvo al menos 70 miembros, ubicada entre la vereda La Mina, corregimiento de Pueblo Viejo, del municipio de Coromoro, cuyo alcalde era Rubén Darío Martínez Cáceres.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Además: Informe de la CEV - La guerra en el cuerpo

                                                                                                                                  De acuerdo con la denuncia, los paramilitares también tenían el control del centro de salud. / Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  Foto: GUSTAVO TORRIJOS

                                                                                                                                  “Fue como si me arrancaran las entrañas”

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  Según una sentencia de Justicia y Paz de 2017, Eslava era parte de la estructura paramilitar donde era conocida como Yoli. Dentro de la inspección de Policía secuestraba y torturaba a campesinos y pobladores a quienes señalaban de colaboradores de las guerrillas. Lo hacía dentro de una de las celdas que hay en la estación y cuyo nombre, en una paradoja propia de la historia de este país errático, es: Calabozo Antonia Santos.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  A eso se sumaron casos como el de Javier Rincón, un joven de 15 años que resultó reclutado con la falsa promesa de que lo iban a contratar para manejar vehículos. Su madre logró sacarlo del grupo armado y enviarlo fuera del territorio, pero un día antes de su regreso fue asesinado, según documenta la sentencia.Tal como se habían tomado la inspección lo hicieron con el centro de salud, por ese entonces una edificación de apenas un solo piso con cuatro consultorios y una improvisada sala de espera con dos filas de cinco sillas. La orden de no dejar ir a Cristina venía de cinco paramilitares que por diversión o simplemente por la sed de poder suplantaron las funciones de los médicos.

                                                                                                                                  “Como no tenía dolores porque no era el tiempo, entonces ellos dijeron que me indujeran el parto”.

                                                                                                                                  No ad for you

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                                                                                                                                  También puede leer: “Hechos”, pide el jefe negociador del Eln al Gobierno al retomar diálogos

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                                                                                                                                  Afuera su esposo se impacientaba y les dijo a los señores que no entendía qué estaba pasando porque solo escuchaba los gritos de Cristina. Pidió -o más bien con la fuerza de un padre protector- les exigió que le dejaran sacar a su esposa y que él la llevaba al otro hospital. “Él estaba bien envalentonado de escuchar esa tortura, pero le dijeron que yo no me podía ir y que mejor se quedara calladito porque si seguía molestando, lo iban a amarrar y pues qué hizo, callarse y esperar el golpe a ver qué pasaba (…) Yo creo que ellos tenían miedo de que nosotros fuéramos a contar que ellos tenían tomado el hospital”, asegura Cristina.

                                                                                                                                  Antes de este hijo, esta campesina ya había tenido otros tres partos, dos de ellos con partera y uno más en el hospital de Charalá. “Mis otros partos fueron normales, así sin drogas ni nada. Partos naturales y normales. Yo por eso digo que este fue muy traumático”, afirma.

                                                                                                                                  Los paramilitares le dieron la orden a la doctora de sacar como fuera al bebé del vientre.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  No es para menos. Las inyecciones hacían su efecto y las contracciones eran cada vez más fuertes, como no las había sentido en ninguno de sus anteriores partos. Pero el suplicio no acababa ahí, los paramilitares le dieron la orden a la doctora de sacar como fuera al bebé del vientre. “Me metía las dos manos a tirarme el bebé, y usted no se imagina el dolor. Es como si le quitaran a uno las entrañas. Y encima me dice: ‘Puje, puje, es que tiene que botar el niño’, pero era imposible. Entonces me echaron a la camilla y como empecé a sangrar me empezaron a echar agua, pero no a limpiar, me tiraban baldados de agua fría y ahí sentí que el mundo me daba vueltas y lo último que vi fue que me aplicaban otra inyección para reanimarme”, detalla Cristina.

                                                                                                                                  “Menos mal que mi esposo me lleva 20 años, y como ya tiene sus años ya no es tan activo, porque si no seguro que me hubiera dejado. Eso habría dicho que yo tengo otro o que ya no lo quiero, y la verdad es que yo no tenía ganas de nada de nada”

                                                                                                                                  Víctimas de violencia obstétrica por parte de paramilitares

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Cuando los hombres vieron que la situación estaba fuera de control, mandaron a llamar a la ambulancia y la mujer dice que escuchó que decían que era probable que murieran los dos (ella y el bebé). “Yo siento que ahí mi Dios me iluminó y pensé aquí hay una de dos: o me muero o me voy corriendo. Entonces me boté de la camilla, me resbalé y apenas pude dar tres pasos cuando el niño cayó al suelo. En esas llegó la doctora y eso me pegó una vaciada. Alzaron al niño y le mandaron más agua a él. Eso fue una tortura muy terrible”, cuenta Cristina. Hace una pausa como para perderse en sus recuerdos o quizá para no dejarlos escapar de sus manos recias donde se asoma la tierra que ha labrado. Apenas se puede escuchar la atrocidad de lo que está contando y muy pasito dice que no entiende por qué le tocó a ella.

                                                                                                                                  Lea también: Ejército niega en un informe que haya tenido relación con el paramilitarismo

                                                                                                                                  En este calabozo miembros del Frente Cacique Guanentá torturaban a personas que eran señaladas como ayudantes de la guerrilla. / Gustavo Torrijos
                                                                                                                                  Foto: GUSTAVO TORRIJOS

                                                                                                                                  “He tenido 17 años de dolores”

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  El bebé nació, y hoy es un joven sano, pero la tragedia personal de Cristina no cesó. Los dolores de los días posteriores eran casi tan intensos como los del parto. “Era como una tortura que no terminaba. Tenía intensos dolores vaginales, botaba materia y yo era cada vez más enferma. Me tocó entonces volver al puesto de salud, pero lo hice porque ya había vuelto la enfermera”, dice.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Apenas la vio, dice Cristina, la enfermera quedó en shock: “ella no dejaba de preguntarme una y otra vez qué era lo que me habían hecho y me decía: ‘si yo hubiera estado aquí no hubiera dejado hacer eso’”, afirma. El diagnóstico de la enfermera no fue nada alentador, el útero de Cristina quedó colgando, como le confirmó un médico tras cuatro años de padecer dolores agudos. “El doctor me vio y me dijo que la cirugía era para ya, pero imagínese todo el tiempo en que tuve ese sufrimiento. Los exámenes duraron como un mes y ahí me metieron a la operación, y se dieron cuenta de que mi matriz estaba 12 centímetros desgarrada”, cuenta Cristina.

                                                                                                                                  Vea: El resurgimiento del paramilitarismo en la zona rural de Cúcuta

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Durante ese tiempo, detalla, estuvo planificando con inyecciones, no tenía período menstrual y estaba constantemente infectada. Ni qué decir de los malestares que tiene en la cintura y en la vejiga que le han causado incontinencia. “A mí me da pena decir esto, pero a veces sí tenía coágulos de sangre, pero con un olor muy desagradable. Por eso les tocó operarme, porque eso ya iba para cáncer”, afirma.

                                                                                                                                  Su vida sexual también se vio afectada. “Fue totalmente destruida porque a mí siempre me dolía algo”, dice. En su siguiente respuesta también se ve el machismo al que estamos expuestas las mujeres. “Menos mal que mi esposo me lleva 20 años, y como ya tiene sus años ya no es tan activo, porque si no seguro que me hubiera dejado. Eso habría dicho que yo tengo otro o que ya no lo quiero, y la verdad es que yo no tenía ganas de nada de nada”, afirma.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Lea también: Un conflicto que profundizó la violencia contra las mujeres

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Los Convenios de Ginebra indican que las mujeres en estado de embarazo son sujetos de protección y respeto particular en el conflicto armado, un hecho que reafirma la convención de Belem do Pará, en el que específicamente se afirma que la violencia física, sexual y psicológica contra la mujer también puede darse en establecimientos de salud. En Colombia, la Ley 1257 de 2008, que entre otras cosas regula el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias, y la ley de ética médica conmina al personal de salud a actuar de oficio en este tipo de casos y reportarlos a las autoridades judiciales. En el caso de Cristina, nadie lo hizo.

                                                                                                                                  Otras mujeres de la zona en varios testimonios a este diario afirman que ni ellas ni otras se atrevieron a hacerse controles prenatales o a visitar el centro de salud durante el tiempo en que los paramilitares tuvieron el control de este.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  La habitación del terror donde parió Cristina todavía existe en el centro de salud, que ahora ya tiene dos pisos. El día de esta entrevista ella aprovechó que bajaba al pueblo para pedir una cita médica, una más de las tantas que ha tenido por las secuelas físicas que le dejó ese hecho violento, a ver si “le dan con el chiste”. Allí nos indicó cuál era el consultorio. La luz de hospital no llega hasta el lugar, que está ubicado al fondo de la edificación. Dentro hay una camilla ginecológica y sobre ella una media sábana blanca y una máquina que parecía un ultrasonido. Es una habitación sin ventanas donde se concentra un olor particular. “Ahí hay una energía, ¿no le parece?”, pregunta la mujer.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  En 2016, Riachuelo fue beneficiario del plan de reparación colectiva por los probados delitos de lesa humanidad que llevó a cabo el Bloque Central Bolívar. Casi todos esos delitos cometidos en ese municipio los sufrió también su vecino Coromoro y el corregimiento de Cincelada. Por eso ese mismo año presentaron una petición ante la Unidad para la Atención de Víctimas para lograr el reconocimiento colectivo. Esa entidad le negó la petición porque, según la resolución a la que obtuvo acceso Colombia+20, no se podía afirmar que “existan afectaciones al tejido social, entendiendo que no hay una plena identificación de algún elemento de cohesión” entre la comunidad.

                                                                                                                                  Le puede interesar: El nuevo macrocaso de la JEP que investigará masacres y desaparición forzada

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Cristina pasó su caso por vía administrativa a través de la Ley 1448, que contempla la reparación de las víctimas, pero no fue admitido por lo que actualmente ella no aparece en el Registro Único de Víctimas. Luego surtió todo el proceso de la Ley de Justicia y Paz (con la que se buscó la desmovilización de paramilitares), pero hasta ahora no prosperó. La última esperanza la tiene puesta en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), donde presentó testimonio para un informe. Es posible que ese tribunal de paz lo incluya dentro del macrocaso 08 que abrió recientemente y que investigará las alianzas de paramilitares, Fuerza Pública y terceros civiles. “Espero que salga porque será la última vez que cuente lo que me pasó”, dice tajantemente.

                                                                                                                                  *Esta nota fue realizada con una lideresa de Santander que por razones de seguridad prefirió no dar su nombre.

                                                                                                                                  **Nombre de la protagonista cambiado por seguridad.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  ***Este texto es parte de varios productos periodísticos construidos con lideresas sociales de Santander, Córdoba, Sucre y Cundinamarca en el marco del proyecto de International Media Support (IMS) “Implementando la Resolución 1325 a través de los medios”, en asocio con la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo.

                                                                                                                                  Por Cindy A. Morales Castillo

                                                                                                                                  Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com
                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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