Mujeres que resisten contra la estigmatización, la violencia y el machismo
Desde la Serranía del Perijá, en el Cesar, hasta el volcán Cumbal, en Nariño, cinco mujeres son símbolo de resistencia pacífica, luchan por la equidad de género y construyen paz en sus territorios. Conozca sus historias.
Diana Velasco - Rutas del Conflicto
Carolina Vargas es una excombatiente de las Farc que trabaja por la equidad de género en la vereda Tierra Grata, en el Cesar. Ana Panesso es concejala del municipio de Medio Atrato, Chocó; lugar al que solo es posible llegar en lancha tras un recorrido de cuarenta minutos desde Quibdó. Nini Cardozo, a pocos pasos de la frontera con Venezuela, es una araucana que defiende los derechos de las víctimas del conflicto armado de su departamento. Martha Dagua es una lideresa que promueve el empoderamiento femenino desde Santander de Quilichao, en el norte del Cauca. Por último, Zonia Puenayán alza la voz para representar a las mujeres del resguardo Panán, en Nariño.
Juntas hacen parte de la Red Nosotras Ahora, en la que se reúnen cientos de luchas y apuestas políticas que buscan el bienestar de las mujeres y construye paz en sus territorios. Hoy esta red tiene más de 200 mujeres activas a lo largo y ancho del país, promovida por la Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol), la organización Artemisas, Extituto, Mapp - OEA, NIMD Colombia, la Fundación Avina y la Fundación Corona.
Nosotras Ahora se ha convertido en una red de afectos que, por nodos regionales, trabaja desde la sororidad en el posicionamiento de agendas y liderazgos de mujeres en el escenario político, así como en la implementación de políticas públicas y proyectos productivos con enfoque de género.
En un país como Colombia, donde la construcción de paz es todo un reto para las regiones apartadas, estas mujeres se enfrentan a diversas limitaciones al defender sus ideales.
Los riesgos del liderazgo social
Como lideresas, su labor ha sido estigmatizada en diversas ocasiones. El caso más reciente ocurrió en la madrugada del pasado 27 de mayo, cuando la Fiscalía capturó a Nini Cardozo en el hotel Dann Carlton en Bogotá. Nini es la coordinadora de la Mesa Departamental de Víctimas de Arauca y presidenta del Consejo Departamental de Paz, una mujer que ha trabajado los últimos diez años en el reconocimiento de los derechos de las víctimas de su departamento, que hoy representa en la Mesa Nacional de Víctimas.
La Fiscalía la detuvo junto a otros quince líderes de Arauca, bajo el argumento de ser colaboradores de las disidencias de las Farc en el territorio. “No hay derecho”, dijo el fiscal Francisco Barbosa ante los medios de comunicación, tras sostener que “cuatro de los procesados habían obtenido esquemas de seguridad de la UNP (Unidad Nacional de Protección) con presuntas amenazas falsas”. Nini tenía con uno de estos esquemas.
El equipo de Rutas del Conflicto estuvo con Nini durante una semana en el territorio para evidenciar su labor social en el departamento. En aquel viaje encontramos a una mujer que duerme poco, pues se encarga de visitar cada rincón de Arauca para escuchar a quienes, como ella, han sido víctimas de un conflicto armado que les ha arrebatado familiares, tierras y tranquilidad. En cada municipio del departamento, Nini tiene a una mujer que lidera los procesos de construcción de paz. Así, además de ser parte de la Red Nosotras Ahora, Nini ha creado su propia red de liderazgo femenino. A donde llega, la reciben con un abrazo y una sonrisa. Es ella quien ha gestionado diversos proyectos productivos para las víctimas y ha defendido a las comunidades en conflictos ambientales.
A muchos kilómetros de ahí, Carolina Vargas también tiene un esquema de protección otorgado por la UNP. Como firmante de la paz y lideresa, ha recibido constantes amenazas de grupos herederos del paramilitarismo. En el 2019 decidió lanzarse como candidata al Concejo del municipio de Manaure, Cesar, por el partido que hoy se llama Comunes.
Fue una de las cuatro mujeres que hicieron parte de la lista cerrada de ocho candidatos por este partido político. El proceso como candidata, según cuenta, fue desafiante, debido a que recibieron amenazas y a que aún existe demasiada estigmatización por parte de algunos sectores de la sociedad por su condición de excombatientes.
Lea también: (La violencia sexual, un crimen invisible en la protesta social)
La lucha feminista
Estas lideresas tienen como objetivo principal empoderar a más mujeres en las regiones. Esta ardua tarea les ha traído muchas alegrías y aprendizajes, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia de la mujer en espacios que poco a poco han dejado el machismo a un lado. Muchas de ellas han sido criticadas por ejercer su liderazgo.
Martha Dagua, desde el Norte del Cauca, aún recuerda aquel 8 de marzo, en el que, en medio de la plaza de Santander de Quilichao, salió junto a más mujeres para visibilizar su lucha. De inmediato, un comentario desagradable interrumpió la jornada: “Un profesor que estaba en el parque ese día dijo: ‘Jum ¿qué tal? Hablando de derechos y son cinco gatas’. Nos devolvimos y le hicimos un alboroto del que yo creo él nunca se olvidó de estas cinco gatas”, cuenta Martha.
Ella hace parte de la Fundación para el Empoderamiento de la Mujer - Empoderarte, que agrupa a mujeres de Santander de Quilichao, incluyendo víctimas de violencias, y las capacita sobre sus derechos, además de trabajar activamente por defenderlos.
Frente a la casa del Cabildo de Panán, en Nariño, Zonia Puenayán y las mujeres de la Mesa Municipal de Mujeres construyeron un mural con información sobre a quién acudir cuando experimentaran algún tipo de violencia de género. Terminar el mural les tomó tres días, debido a que muchas de ellas trabajan en el hogar o tienen otras responsabilidades. Entre risas nerviosas, manos creativas y una tarea conjunta, Zonia recuerda que empezaron a comadrear y a preguntarse:
—¿Qué dijo tu marido?
—No, pues bravo, que para qué venía a perder el tiempo.
—¿Y el tuyo? No, pues, también bravo, pero bueno, ya les ha de pasar, ya se han de haber ido (sic) donde la mamá, a echarle quejas o a que les cocinara.
En el Chocó, la visión machista también afectó la llegada de Ana Panesso al Concejo Municipal en año 2015. Con 145 votos, lideró los resultados de su partido, pero esto no fue suficiente para tener la palabra en los primeros días como concejala.
En su tercer día de sesiones, siendo la única mujer en el recinto, tuvo que pedir la palabra de manera contundente: “Un momento, yo pedí la palabra, ¿por qué se la dio a él? Y eso pasó antier y eso pasó ayer. Me quedé callada antier y me quedé callada ayer, pero hoy no me voy a callar más. Usted piensa que porque yo no había dicho nada es porque no estaba notando, yo estaba era anotando si es que era error o si era algo suyo, pero ya veo que eso es machismo. ¿Como yo soy la única mujer debo esperar a que ustedes hablen? Pues no, yo hablo cuando me toque hablar, cuando yo quiera hablar es que voy a hablar, y si usted sigue vulnerando mis derechos lo voy a demandar”.
(Vea: El terror persiste en Colombia: al menos 35 masacres durante 2021)
Ahora la voz de Ana resuena en cada sesión y se ha destacado por gestionar proyectos que beneficien a las mujeres de su comunidad, como la Asociación de Mujeres Emprendedoras del Municipio de Medio Atrato (Asomumetra), la cual dirige en compañía de Ana Córdoba, su prima y compañera de lucha incansable.
En el Cesar, Carolina sintió estas costumbres machistas en medio de su reincorporación a la vida civil. A pesar de que en la guerrilla las labores se debían realizar por igual, en el proceso de transición a la vida civil, las costumbres se fueron transformando y ya no tenían la obligación o la norma de ser equitativos en los quehaceres, especialmente los del hogar.
En la nueva cotidianidad, una buena parte de las mujeres excombatientes decidieron ser madres, y Carolina empezó a darse cuenta de que las antiguas tradiciones machistas se volvieron a implantar en su comunidad y que, de cierta forma, las mujeres no lograban tener su propia estabilidad económica y dependían mucho de sus parejas o de terceros. Para ella, se volvió una necesidad prioritaria fortalecer las prácticas de equidad de género y buscar que tanto hombres como mujeres tengan los mismos derechos y deberes.
Un conflicto que no se ha ido
Las historias de estas cinco mujeres se enmarcan en un contexto particular. En sus territorios, el impacto del conflicto armado se evidencia en cada rostro, cada saludo, cada actividad. Son comunidades resilientes que han pasado por situaciones violentas, algunas de ellas han permeado a las lideresas y es lo que les da cada día más fuerza para seguir adelante.
En Arauca, una de las principales fronteras con Venezuela, la situación es compleja. El 25 de marzo de 2021, el defensor del Pueblo fue hasta el territorio para escuchar a los líderes y las lideresas del departamento. Allí, Nini habló un poco de lo que se vive día a día:
“Hoy quiero mostrar un paneo de lo que pasa en Arauca en materia de derechos humanos. El departamento de Arauca tiene aproximadamente 300.000 habitantes, de los cuales 180.000 son víctimas del conflicto armado. Tenemos actores armados dominantes en el territorio, tenemos 3.126 desplazados de Venezuela y del resto del país. Vemos que recrudece la violencia en el territorio, y debido al COVID se agudice el reclutamiento de los niños, y tenemos los extractivismos minero-energéticos, que generan desplazamientos, despojos de tierra y conflictos sociales”, y desafortunadamente, la lista sigue.
En Medio Atrato, municipio donde Ana Panesso debe sesionar en el Concejo, el Frente 57 de las Farc estuvo en la década de los 80. En 1997 surgió el Bloque Elmer Cárdenas de las Auc, al mando de Freddy Rendón, conocido como el Alemán, que controlaba la orilla occidental del Atrato. El Eln también pasó por el territorio. Actualmente, hay grupos herederos del paramilitarismo en la región.
El resguardo de Panán, en Nariño, ha vivido un conflicto ancestral. Zonia Puenayán heredó el liderazgo de María Panana, cacica fundadora de su resguardo, luchadora incansable por la defensa y la recuperación de las tierras indígenas que fueron hurtadas por terratenientes y hacendados españoles.
Hoy, la presencia de grupos armados ilegales en la región ha sido un impedimento para que mujeres y hombres puedan ejercer su liderazgo libremente. Sobre las paredes de algunas casas en Cumbal se alcanzan a leer las siglas del fantasma de las antiguas Farc. Aunque esta guerrilla dejó de tener influencia en el territorio tras el inicio del proceso de paz, en el 2016, otros grupos, como la guerrilla del Eln y la banda residual del paramilitarismo los Rastrojos, han impuesto toques de queda y repartido panfletos con amenazas a diferentes sectores de la comunidad.
En el norte del Cauca y el Cesar, la violencia también ha dejado huellas imborrables. Grupos armados ilegales, masacres y asesinatos de líderes y lideresas son algunos de los hechos que persisten en los territorios. Sin embargo, la lucha continúa. La entereza de estas mujeres para levantarse cada mañana a luchar por sus derechos y los de sus comunidades es indescriptible. No dejan sus regiones porque están convencidas de que solo así, trabajando con su gente, es que se construye paz y se reduce la brecha de la inequidad.
Carolina Vargas es una excombatiente de las Farc que trabaja por la equidad de género en la vereda Tierra Grata, en el Cesar. Ana Panesso es concejala del municipio de Medio Atrato, Chocó; lugar al que solo es posible llegar en lancha tras un recorrido de cuarenta minutos desde Quibdó. Nini Cardozo, a pocos pasos de la frontera con Venezuela, es una araucana que defiende los derechos de las víctimas del conflicto armado de su departamento. Martha Dagua es una lideresa que promueve el empoderamiento femenino desde Santander de Quilichao, en el norte del Cauca. Por último, Zonia Puenayán alza la voz para representar a las mujeres del resguardo Panán, en Nariño.
Juntas hacen parte de la Red Nosotras Ahora, en la que se reúnen cientos de luchas y apuestas políticas que buscan el bienestar de las mujeres y construye paz en sus territorios. Hoy esta red tiene más de 200 mujeres activas a lo largo y ancho del país, promovida por la Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Colombia (Fescol), la organización Artemisas, Extituto, Mapp - OEA, NIMD Colombia, la Fundación Avina y la Fundación Corona.
Nosotras Ahora se ha convertido en una red de afectos que, por nodos regionales, trabaja desde la sororidad en el posicionamiento de agendas y liderazgos de mujeres en el escenario político, así como en la implementación de políticas públicas y proyectos productivos con enfoque de género.
En un país como Colombia, donde la construcción de paz es todo un reto para las regiones apartadas, estas mujeres se enfrentan a diversas limitaciones al defender sus ideales.
Los riesgos del liderazgo social
Como lideresas, su labor ha sido estigmatizada en diversas ocasiones. El caso más reciente ocurrió en la madrugada del pasado 27 de mayo, cuando la Fiscalía capturó a Nini Cardozo en el hotel Dann Carlton en Bogotá. Nini es la coordinadora de la Mesa Departamental de Víctimas de Arauca y presidenta del Consejo Departamental de Paz, una mujer que ha trabajado los últimos diez años en el reconocimiento de los derechos de las víctimas de su departamento, que hoy representa en la Mesa Nacional de Víctimas.
La Fiscalía la detuvo junto a otros quince líderes de Arauca, bajo el argumento de ser colaboradores de las disidencias de las Farc en el territorio. “No hay derecho”, dijo el fiscal Francisco Barbosa ante los medios de comunicación, tras sostener que “cuatro de los procesados habían obtenido esquemas de seguridad de la UNP (Unidad Nacional de Protección) con presuntas amenazas falsas”. Nini tenía con uno de estos esquemas.
El equipo de Rutas del Conflicto estuvo con Nini durante una semana en el territorio para evidenciar su labor social en el departamento. En aquel viaje encontramos a una mujer que duerme poco, pues se encarga de visitar cada rincón de Arauca para escuchar a quienes, como ella, han sido víctimas de un conflicto armado que les ha arrebatado familiares, tierras y tranquilidad. En cada municipio del departamento, Nini tiene a una mujer que lidera los procesos de construcción de paz. Así, además de ser parte de la Red Nosotras Ahora, Nini ha creado su propia red de liderazgo femenino. A donde llega, la reciben con un abrazo y una sonrisa. Es ella quien ha gestionado diversos proyectos productivos para las víctimas y ha defendido a las comunidades en conflictos ambientales.
A muchos kilómetros de ahí, Carolina Vargas también tiene un esquema de protección otorgado por la UNP. Como firmante de la paz y lideresa, ha recibido constantes amenazas de grupos herederos del paramilitarismo. En el 2019 decidió lanzarse como candidata al Concejo del municipio de Manaure, Cesar, por el partido que hoy se llama Comunes.
Fue una de las cuatro mujeres que hicieron parte de la lista cerrada de ocho candidatos por este partido político. El proceso como candidata, según cuenta, fue desafiante, debido a que recibieron amenazas y a que aún existe demasiada estigmatización por parte de algunos sectores de la sociedad por su condición de excombatientes.
Lea también: (La violencia sexual, un crimen invisible en la protesta social)
La lucha feminista
Estas lideresas tienen como objetivo principal empoderar a más mujeres en las regiones. Esta ardua tarea les ha traído muchas alegrías y aprendizajes, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia de la mujer en espacios que poco a poco han dejado el machismo a un lado. Muchas de ellas han sido criticadas por ejercer su liderazgo.
Martha Dagua, desde el Norte del Cauca, aún recuerda aquel 8 de marzo, en el que, en medio de la plaza de Santander de Quilichao, salió junto a más mujeres para visibilizar su lucha. De inmediato, un comentario desagradable interrumpió la jornada: “Un profesor que estaba en el parque ese día dijo: ‘Jum ¿qué tal? Hablando de derechos y son cinco gatas’. Nos devolvimos y le hicimos un alboroto del que yo creo él nunca se olvidó de estas cinco gatas”, cuenta Martha.
Ella hace parte de la Fundación para el Empoderamiento de la Mujer - Empoderarte, que agrupa a mujeres de Santander de Quilichao, incluyendo víctimas de violencias, y las capacita sobre sus derechos, además de trabajar activamente por defenderlos.
Frente a la casa del Cabildo de Panán, en Nariño, Zonia Puenayán y las mujeres de la Mesa Municipal de Mujeres construyeron un mural con información sobre a quién acudir cuando experimentaran algún tipo de violencia de género. Terminar el mural les tomó tres días, debido a que muchas de ellas trabajan en el hogar o tienen otras responsabilidades. Entre risas nerviosas, manos creativas y una tarea conjunta, Zonia recuerda que empezaron a comadrear y a preguntarse:
—¿Qué dijo tu marido?
—No, pues bravo, que para qué venía a perder el tiempo.
—¿Y el tuyo? No, pues, también bravo, pero bueno, ya les ha de pasar, ya se han de haber ido (sic) donde la mamá, a echarle quejas o a que les cocinara.
En el Chocó, la visión machista también afectó la llegada de Ana Panesso al Concejo Municipal en año 2015. Con 145 votos, lideró los resultados de su partido, pero esto no fue suficiente para tener la palabra en los primeros días como concejala.
En su tercer día de sesiones, siendo la única mujer en el recinto, tuvo que pedir la palabra de manera contundente: “Un momento, yo pedí la palabra, ¿por qué se la dio a él? Y eso pasó antier y eso pasó ayer. Me quedé callada antier y me quedé callada ayer, pero hoy no me voy a callar más. Usted piensa que porque yo no había dicho nada es porque no estaba notando, yo estaba era anotando si es que era error o si era algo suyo, pero ya veo que eso es machismo. ¿Como yo soy la única mujer debo esperar a que ustedes hablen? Pues no, yo hablo cuando me toque hablar, cuando yo quiera hablar es que voy a hablar, y si usted sigue vulnerando mis derechos lo voy a demandar”.
(Vea: El terror persiste en Colombia: al menos 35 masacres durante 2021)
Ahora la voz de Ana resuena en cada sesión y se ha destacado por gestionar proyectos que beneficien a las mujeres de su comunidad, como la Asociación de Mujeres Emprendedoras del Municipio de Medio Atrato (Asomumetra), la cual dirige en compañía de Ana Córdoba, su prima y compañera de lucha incansable.
En el Cesar, Carolina sintió estas costumbres machistas en medio de su reincorporación a la vida civil. A pesar de que en la guerrilla las labores se debían realizar por igual, en el proceso de transición a la vida civil, las costumbres se fueron transformando y ya no tenían la obligación o la norma de ser equitativos en los quehaceres, especialmente los del hogar.
En la nueva cotidianidad, una buena parte de las mujeres excombatientes decidieron ser madres, y Carolina empezó a darse cuenta de que las antiguas tradiciones machistas se volvieron a implantar en su comunidad y que, de cierta forma, las mujeres no lograban tener su propia estabilidad económica y dependían mucho de sus parejas o de terceros. Para ella, se volvió una necesidad prioritaria fortalecer las prácticas de equidad de género y buscar que tanto hombres como mujeres tengan los mismos derechos y deberes.
Un conflicto que no se ha ido
Las historias de estas cinco mujeres se enmarcan en un contexto particular. En sus territorios, el impacto del conflicto armado se evidencia en cada rostro, cada saludo, cada actividad. Son comunidades resilientes que han pasado por situaciones violentas, algunas de ellas han permeado a las lideresas y es lo que les da cada día más fuerza para seguir adelante.
En Arauca, una de las principales fronteras con Venezuela, la situación es compleja. El 25 de marzo de 2021, el defensor del Pueblo fue hasta el territorio para escuchar a los líderes y las lideresas del departamento. Allí, Nini habló un poco de lo que se vive día a día:
“Hoy quiero mostrar un paneo de lo que pasa en Arauca en materia de derechos humanos. El departamento de Arauca tiene aproximadamente 300.000 habitantes, de los cuales 180.000 son víctimas del conflicto armado. Tenemos actores armados dominantes en el territorio, tenemos 3.126 desplazados de Venezuela y del resto del país. Vemos que recrudece la violencia en el territorio, y debido al COVID se agudice el reclutamiento de los niños, y tenemos los extractivismos minero-energéticos, que generan desplazamientos, despojos de tierra y conflictos sociales”, y desafortunadamente, la lista sigue.
En Medio Atrato, municipio donde Ana Panesso debe sesionar en el Concejo, el Frente 57 de las Farc estuvo en la década de los 80. En 1997 surgió el Bloque Elmer Cárdenas de las Auc, al mando de Freddy Rendón, conocido como el Alemán, que controlaba la orilla occidental del Atrato. El Eln también pasó por el territorio. Actualmente, hay grupos herederos del paramilitarismo en la región.
El resguardo de Panán, en Nariño, ha vivido un conflicto ancestral. Zonia Puenayán heredó el liderazgo de María Panana, cacica fundadora de su resguardo, luchadora incansable por la defensa y la recuperación de las tierras indígenas que fueron hurtadas por terratenientes y hacendados españoles.
Hoy, la presencia de grupos armados ilegales en la región ha sido un impedimento para que mujeres y hombres puedan ejercer su liderazgo libremente. Sobre las paredes de algunas casas en Cumbal se alcanzan a leer las siglas del fantasma de las antiguas Farc. Aunque esta guerrilla dejó de tener influencia en el territorio tras el inicio del proceso de paz, en el 2016, otros grupos, como la guerrilla del Eln y la banda residual del paramilitarismo los Rastrojos, han impuesto toques de queda y repartido panfletos con amenazas a diferentes sectores de la comunidad.
En el norte del Cauca y el Cesar, la violencia también ha dejado huellas imborrables. Grupos armados ilegales, masacres y asesinatos de líderes y lideresas son algunos de los hechos que persisten en los territorios. Sin embargo, la lucha continúa. La entereza de estas mujeres para levantarse cada mañana a luchar por sus derechos y los de sus comunidades es indescriptible. No dejan sus regiones porque están convencidas de que solo así, trabajando con su gente, es que se construye paz y se reduce la brecha de la inequidad.