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El pasado 30 de abril, cuando estaba en la finca La Angustina, Vereda Mandivá del municipio de Santander de Quilichao (Cauca), fue asesinado Arnoldo Medina Urcue, excombatiente de las Farc, conocido en la guerra como Nelson Rodríguez. Dicen los testigos, sus familiares, que fueron al menos siete hombres a buscarlo. Lo sacaron del chalet y lo ajusticiaron. Justamente estaba en la zona porque era el coordinador de uno de los esquemas de la Unidad Nacional de Protección de Víctimas (UNP) y líder de proyectos productivos de excombatientes. Quienes lo conocían repiten lo mismo: un hombre que le apostó a la paz.
Antes de entrar al proceso de reincorporación, Medina, quien tenía 51 años, hizo parte de la dirección de la columna móvil Daniel Aldana y fue comandante del frente 30 de las antiguas Farc, que hacía presencia principalmente en Buenaventura (Valle del Cauca). Santiago Cepeda, excombatiente y quien compartió con él en la zona rural de Buenaventura, cuenta que “fue querido por la guerrillerada por ser muy humano, cercano a las bases”.
El excombatiente, quien era indígena de la comunidad nasa, entró a las Farc desde muy joven cuando ni siquiera sabía leer ni escribir. “Ingresó al sexto frente y luego le pidieron que conformara el frente 30. Fue militarmente un buen combatiente y por eso, a pesar de no tener estudios, llegó a ser miembro del Estado mayor”, recuerda Cepeda.
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Cepeda dice que Medina era un hombre “noble, atento, sencillo y curioso para aprender”. Y al igual que otras fuentes entrevistadas concuerdan con que era prudente e introvertido, pero siempre atento a lo que le aconsejaban los demás. “Encontraba las palabras correctas para decir lo que pensaba o para liderar. Quienes lo acompañaban ahora en el proceso de reincorporación lo admiraban mucho”.
Confiaban tanto en él, que fue uno de los últimos guerrilleros en reincorporarse. Durante el proceso de la dejación de armas, Medina fue el encargado de vigilar los containers con el armamento que luego se fundaría para hacer obras de memoria, como el monumento Fragmentos, en Bogotá. Los dejó armados y los entregó al Estado colombiano como parte de su compromiso al firmar la paz.
Después del Acuerdo de Paz se dedicó a liderar los proyectos productivos en su ETCR. “Le decían Nelson 30 porque era el único sobreviviente representativo de los que estaban en ese frente. Desde que se reincorporó estaba tranquilo viviendo en Santander de Quilichao. Vivía en el anonimato y dedicado a su liderazgo en la piscicultura y avicultura”, relata una persona cercana que prefiere no revelar su identidad.
Medina hacía parte del antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación Carlos Patiño, en Buenos Aires (Cauca), una de las concentraciones de excombatientes más amenazadas. Cuando volvieron a la vida vicil, 140 exguerrilleros decidieron vivir allí, pero de ellas solo quedaban hasta el año pasado 43.
Las amenazas no paran desde que se asentaron. Alrededor del espacio, que hoy es conocido como Nueva Área de Reincorporación (NAR) de Mandivá, ubicado en la puerta de entrada a la región del Naya, patrullan grupos armados, entre ellos disidentes de las Farc, y carteles de narcotráfico que se disputan el territorio.
Medina no tenía protección individual, pero sí lo acogía el esquema colectivo de protección que fue otorgado por el Estado tras la cantidad de asesinatos y hostigamientos en la región. “Él decía que siempre tenía el arraigo por respetar al otro, tenía un firme compromiso con la reconciliación. Pero además tenía una buena relación con los campesinos y vecinos que lo rodeaban. Que no se había sentido estigmatizado por su condición de excombatiente”, agrega la fuente. De hecho, el lugar donde lo asesinaron era una finca familiar, donde vivía con su compañera y dos hijos.
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Además de sus proyectos productivos, que sacó adelante a pesar de no siempre contaba con un gran presupuesto, Medina empezaba a acercarse a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad para dar sus aportes de verdad sobre lo ocurrido en la guerra, sobre todo en el Caso 01, conocido como Toma de rehenes y graves privaciones a la libertad por parte de las Farc-Ep.
“Nosotros iniciamos la ruta con la Comisión, donde narró toda su trayectoria desde el nacimiento del Frente 30, todas las áreas de injerencia y especificó su relación con las comunidades afro, su paso por Buenaventura, su trabajo militar y sus funciones que desarrolló. Y en la JEP, en el caso 01, habló del funcionamiento de milicias y esclareció varias demandas de verdad”, dice la misma fuente.
De hecho, desde el partido Comunes no descartan que haya sido por sus declaraciones ante estas entidades de la justicia transicional que lo hayan asesinado: “No sabemos qué grupo es o qué persona ordenó su muerte, pero lo que sí sabemos es que estaba en alto riesgo de sufrir un atentado porque estaba comprometido en el proceso, estaba aportando información, comparecido o dado su versión frente al caso 01 y también empezando a brindar información frente al caso 02”, advierte Luis Enríquez, consejero de solidaridad y derechos humanos de los Comunes en el departamento del Cauca.
Si bien la JEP ya decretó una protección colectiva y le ordenó al Gobierno Nacional adoptar medidas urgentes para salvaguardar la vida de los firmantes del Acuerdo de Paz, las amenazas y asesinatos en su contra continúan. Solo en los últimos diez días han sido asesinados 10, y la lista general ya asciende a 275. Según el partido Comunes, esto no sólo es un resultado de la falta de implementación de lo pactado en La Habana (Cuba) sino también un atentado en contra del futuro del país: un exFarc asesinado es también una verdad sobre la guerra y una posibilidad de reconciliación que también se sepultan.