“En negociación con el Eln es indispensable la cooperación de Nicolás Maduro”: FIP
La directora de la Fundación Ideas para la Paz, María Victoria Llorente, explica cuáles son los desafíos y las decisiones clave para reactivar los diálogos con esa guerrilla. Qué hacer con las armas, cómo lograr el desescalamiento de la violencia y adelantar una consulta interna en el grupo, entre los retos urgentes.
Julián Ríos Monroy
A menos de dos semanas de la posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia, su propuesta de reactivar los diálogos de paz con el Eln —y la disposición de hacerlo expresada por esta guerrilla— sigue despertando expectativas en el país.
Pese a que han sido infructuosos los intentos que desde la década de 1990 se han adelantado para finalizar el conflicto con esa organización, el escenario que abre el nuevo gobierno (que tiene la ‘paz total’ en la mira) da señales esperanzadoras para avanzar en el proceso que arrancó en la mesa de conversaciones de Quito en 2017, y que congeló el presidente Iván Duque en 2019, luego del atentado a la Escuela de Policía General Santander, en Bogotá, que dejó 22 cadetes muertos.
Le puede interesar: ¿Qué tan viable es retomar la negociación de paz con el Eln?
Un informe de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) le puso la lupa a los desafíos de retomar las negociaciones de paz con el Eln y a las decisiones claves que habrá que tomar a nivel internacional, nacional y local para poner en marcha los diálogos nuevamente. Temas como la participación de la sociedad civil en las conversaciones, la idea de mantener las armas como garantía de que se implementará lo acordado, el abandono del secuestro, la necesidad de una consulta al interior de la guerrilla —cuya ‘línea dura’ se fortaleció en medio de la estadía de la comandancia en Cuba—, la desconfianza que generaron en el Eln las trabas en la implementación del acuerdo de paz con las Farc, y el restablecimiento de relaciones con Venezuela aparecen entre los retos identificados por la fundación.
Sin embargo, como señala en diálogo con Colombia+20 María Victoria Llorente, directora de la FIP, el ambiente de la negociación con la presidencia de Petro parece dar buenas luces y, si se logra un acuerdo de paz con el Eln, significaría “un cierre de lo que hemos conocido como el conflicto armado en Colombia”. Eso sí, advierte que es “absolutamente indispensable” la cooperación del régimen de Nicolás Maduro, en tanto el Eln se ha consolidado como una guerrilla binacional, y asegura que la negociación —a diferencia “de lo que piensan los más entusiastas”— no será corta.
El Eln intentó negociar con presidentes como Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe y Santos. ¿Por qué esta vez, con Petro, el diálogo puede ser diferente, y quizás ahora sí llegar a buen puerto?
Lo primero es que hay un escenario estratégico distinto en términos, por ejemplo, de que las negociaciones anteriores se dieron a la sombra de diálogos con las Farc —que siempre fueron priorizadas por los gobiernos—, o como en el periodo de César Gaviria, fueron conjuntas, a través de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.
Otro punto es que el Eln siempre ha sido una organización difícil en cuanto a la negociación porque no es típica, entre el grupo y el Gobierno o Estado, sino que negocian en función de la población, y el tema de la participación y de que la población debe hacer parte es relevante. En el Gobierno electo eso pareciera que está conectado: se ha hablado de diálogos territoriales vinculantes, está toda una iniciativa, pero la gran pregunta es cómo se va a materializar eso.
Lea además: Tras victoria de Gustavo Petro, guerrilla del Eln abre la puerta al diálogo
De todas formas, el informe de la FIP advierte que puede haber tensiones con Petro. ¿Por qué?
Por un lado, hay una tensión alrededor de la idea de que llegó la izquierda al poder y de cierta manera queda copada la agenda de cambios del Eln. Eso no necesariamente es así porque, aunque el Gobierno electo quiere hacer muchos cambios, no se sabe qué tantos pueda hacer, sobre todo a nivel territorial, que es donde hay mayores intereses para el Eln.
Pero hay otros temas, ligados al ADN del Eln, que pueden generar dificultades...
Sí, uno de esos es cómo se va a aclarar el tema de las armas. Pareciera que es inamovible para el Eln mantener las armas hasta tanto no se produzcan transformaciones, pero estas toman tiempo, porque varias son estructurales. Además, creo que hay visión temporal distinta, porque el Gobierno y las personas que son afines al Pacto Histórico y los grupos que han promovido la negociación con el Eln, están viendo el tema como algo que se resuelve pronto, retomando los diálogos hace cuatro años, y no están avizorando obstáculos, pero el Eln de hoy es distinto al de hace cuatro años.
(En otras noticias: Aprobado: representantes de curules de paz tienen cupos en comisiones del Congreso)
¿Cuáles son los principales cambios desde que se adelantaron esos diálogos hasta la actualidad?
El Eln está más empoderado en algunas regiones, ha ampliado su capacidad militar, es un Eln que tiene un componente binacional muy importante al otro lado de la frontera (ya no como antes, que era una retaguardia, sino que tiene un aparato militar ligado a intereses propios de Venezuela, que defiende la revolución bolivariana, que tiene campamentos y que incluso está compuesta por venezolanos que han sido reclutados).
Por otro lado está el tema del involucramiento del Eln con el narcotráfico: aunque insisten en que eso no es así, hay varios integrantes pedidos en extradición. Otro punto que no es menor es la situación territorial, donde tenemos estos enfrentamientos con distintos actores, con afectaciones humanitarias muy graves, en donde vamos a ver si es posible avanzar en acuerdos humanitarios que han venido pidiendo las poblaciones en distintas zonas, que permitan ir generando un clima para avanzar en las negociaciones.
Como menciona, la presencia del Eln en Venezuela es un tema clave. ¿Es indispensable el apoyo del régimen de Nicolás Maduro para esta negociación?
Creemos que es indispensable. La negociación con las Farc, por ejemplo, no habría sido posible sin la intervención de Hugo Chavez indicando que no iba más el interés de mantener en su territorio un grupo que desestabilizara a la región y a Colombia, porque ya no había prácticamente motivos: la izquierda estaba ascendiendo en toda la región por vía democrática y un grupo guerrillero se veía anacrónico. Hoy en día, uno sí vería que es absolutamente indispensable. No hay ninguna posibilidad de avanzar en una negociación si no hay cooperación con el Gobierno de Maduro. Esto no quiere decir que el “castrochavismo” llegó a Colombia ni nada por el estilo, sino que es de interés nacional tener esa relación, no solo por el diálogo, sino porque hay temas binacionales y de la frontera que requieren urgentemente de esa relación. El gobierno electo ha sido bastante cauto en profundizar cómo se va a dar eso, pero ha mandado señal de que se hará, y tiene que ser así.
“Pareciera que es inamovible para el Eln mantener las armas hasta tanto no se produzcan transformaciones”
María Victoria Llorente, directora de la FIP
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¿En qué temas de la negociación es crucial la ayuda de Venezuela?
Es una pregunta difícil de contestar, pero para empezar, hay que aclarar hasta dónde van a respaldar o no al Eln. No me alinearía con el decir que ellos están apoyando irrestrictamente al Eln en su territorio, aunque pareciera que así es. El Eln tiene un ideario de defensa de revolución bolivariana y hay una serie de asuntos de mucha afinidad con Venezuela, por eso es imperativo que se mande una señal de que están apoyando el proceso y no van a seguir conexando con la presencia de ellos en su territorio. Es muy difícil, porque en la zona de frontera no es tan claro el nivel de control territorial del régimen, es una zona donde los militares están involucrados en la explotación minera y confluyen intereses económicos, y uno si se pregunta qué tanto poder tiene verdaderamente el régimen frente a posibilidad de enviarle mensajes de “acá no van más” al Eln. Ese es uno de los temas más importantes: que el Eln se vea disuadido y vea que no la tiene fácil en el país vecino. También eso abre la duda de qué le va a implicar eso al gobierno Petro, de cuál es la contraprestación para el Gobierno de Maduro.
Varios comandantes del Eln siguen en Cuba y están desconectados de los frentes y estructuras. Se ha hablado de una consulta interna, ¿cómo sería eso?
Sí, y en los últimos cuatro años se ha fortalecido el poder de los comandantes que siguen en Colombia. Por la forma asamblearia del Eln, bajo la cual las decisiones se toman por consenso, se requería sí o sí algún proceso de consulta al interior de la organización, y eso puede tomar algún tiempo. Aún no es claro cómo se va a gestionar, pero eso se hizo con las Farc, y es algo que el gobierno tendrá que facilitar. Lo que queremos señalar es que aunque hay asuntos en el ambiente que hacen pensar que este proceso tiene elementos que dan esperanzas, no creemos que se vaya a resolver tan rápido, y hay que recordar que estamos en una sociedad que no quiere a estos grupos.
Lea además: Los retos de Petro para establecer diálogos regionales en medio del conflicto
¿Qué tan sólido está el Comando Central (Coce) y qué tanto margen de riesgo hay de que surjan disidentes a la negociación?
Por la experiencia propia y de otros países de mundo, lo más seguro es que haya disidencias, como siempre las ha habido. Vamos a ver cómo sale la iniciativa de la paz total, si se logran desactivar todos los focos de violencia. Tenemos organizaciones, incluido el Eln, que cada vez están más relacionadas a un escenario de crimen organizado y abandonando la esfera del conflicto armado. La probabilidad de disidencias es alta, por la misma configuración del Eln, pero en general siempre ha sido positivo que se logre desarmar y desactivar grupos al margen de la ley con este tipo de negociaciones y siempre ha tenido impactos positivos sobre los niveles de violencia, que hoy en día desafortunadamente están creciendo en varias zonas.
¿Y qué hacer si el Eln quiere dialogar en medio de la guerra, de la resistencia armada?
Así se negoció con las Farc. El mismo presidente electo ha hablado sobre un cese al fuego bilateral, que siempre se ha utilizado como medida de construcción de confianza, pero faltará ver cómo es que el gobierno materializa eso. Pareciera que la señal es que ese tema no va a impedir la negociación o a ser una exigencia previa. Nosotros planteamos la posibilidad de tener una comisión accidental para que el cese al fuego no sea un obstáculo. Lo que me parece complejo es el asunto de los demás actores en disputa por el territorio, se vuelve escenario más volátil y difícil.
En el gobierno Duque hubo trabas a la negociación porque el Eln no abandonaba prácticas como el secuestro y otras violaciones de Derechos Humanos. ¿Es posible iniciar un diálogo sin un compromiso en esa materia?
Pareciera que el gobierno electo, de cierta manera, no va a poner condiciones de cese al fuego ni fin del secuestro para sentarse a negociar, pero puede también que sea parte de los actos de confianza y medidas temporales de desescalamiento. Sin embargo, uno sí pensaría que sería una buena señal para la sociedad que el Eln desista del secuestro.
El proceso de paz con las Farc —con el que el Eln tuvo muchas reservas— mostró limitaciones del Estado para cumplir y creó desconfianza en el Eln. ¿Qué diferencias se espera que esta guerrilla imponga frente al acuerdo con las Farc en esta eventual negociación?
Principalmente, que esto no es una negociación entre las cúpulas, sino con la sociedad civil, que debe tener un rol de participación y debe conectarse con la agenda. Lo segundo, definir cuáles son las agendas de cambio, que no creo que sean a nivel nacional, como la Reforma Rural Integral, sino de cambio territorial, y eso puede variar entre una región y otra. Quizá el único asunto del orden nacional es la política mineroenergética, sobre la cual el Eln siempre ha tenido una postura. Otra diferencia es el rol de la iglesia, que no fue tan significativo en el proceso con las Farc, pero que hoy está muy activa en temas humanitarios y con un compromiso claro frente a coadyuvar en el proceso con el Eln. El punto que me parece más complicado es cuál va a ser el modelo de justicia transicional. El canciller nombrado, Álvaro Leyva, habló de que se iba a necesitar una Comisión de la Verdad para el Eln, pero la duda principal es si se necesita otra JEP o si se puede abrir, porque hay restricciones grandes en ese campo. Hay que esperar a ver cómo el nuevo gobierno arma una institucionalidad para la negociación. Y bueno, también está el tema que ya mencioné sobre qué hacer con las armas.
Para las otrora Farc también había una postura de conservar las armas al inicio del proceso, pero cambió...
Hay que recordar que con las Farc -y lo dicen los comandantes que ya están en la vida pública y en la política- ellos decían que el tema de las armas también era inamovible, pero desde la agenda del comienzo, de la primera fase secreta, ya se había acordado que iban a entregar las armas en un punto. Con el Eln eso aún es una incógnita.
El informe habla de decisiones claves en distintos niveles. ¿Cuál es la acción más urgente en el ámbito internacional?
Lo primero es resolver todo el tema con Cuba: los protocolos, cuál va a ser la configuración para el respaldo internacional con los países garantes y acompañantes, si se va a enviar de vuelta a los jefes negociadores o se va a continuar en Cuba, todo eso, que además es una deuda con Cuba, que ha ayudado mucho en esto y quedó internacionalmente con la imagen de ser “protectora de terroristas”. El siguiente tema fundamental es Venezuela, una vez actualicemos los protocolos, hay que ver cómo se va a ir restableciendo las relaciones y qué hoja de ruta se plantea. La última, que no es menor, es la relación con Estados Unidos, que pareciera que va a apoyar el proceso de paz. El presidente Joe Biden ha enviado señales muy positivas, pero no deja de ser inquietante, además porque para Estados Unidos la prioridad sigue siendo el narcotráfico.
Puede leer: Regular la coca y la cocaína: ¿el reto del próximo gobierno?
¿Y a nivel nacional?
Lo más urgente es, primero, definir cuál va a ser la institucionalidad, el equipo negociador y las fichas del proceso, y luego, la consulta interna del Eln, que es indispensable. Lo otro es que hay estructuras del Eln bastante criminalizadas, que no se sabe cómo quieran jugarle al proceso, y habrá que ver cuál va ser la estrategia militar de disuasión al Eln.
Vamos a lo local. De esto se ha hablado menos...
Planteamos dos puntos básicos: primero, cómo se desescala el conflicto en las zonas donde hay disputas, afectaciones humanitarias graves, cómo se logran acuerdos humanitarios que están pidiendo a gritos las comunidades y en los que la Iglesia está jugando un rol importante. Ya hay procesos en marcha de mesas humanitarias en varios departamentos y hay que ver cómo se puede avanzar para lograr que se desescale la violencia y la afectación, que se dé un respiro y una posibilidad al acuerdo de paz, y sobre todo a que se hagan procesos de participación abiertos y transparentes, porque no se puede hacer eso en lugares donde las personas son declaradas objetivo militar y donde a las comunidades se les utiliza como mecanismo de retaliación. Hay que ver también si las propuestas de participación de la negociación del 2016 se van a usar y si esas son las metodologías que se necesitan. En fin, hay muchas preguntas que requieren de método, estructura y recursos. Eso no se puede dar a la topa tolondra.
Si esta negociación sale bien y se logra el fin del conflicto con el Eln, ¿qué significaría para el país?
Voy a decir algo que puede ser controversial para algunos, y es que el Eln es la única organización guerrillera que queda en este hemisferio, así se haya transformado. Lograr el acuerdo de paz con el Eln sería un cierre de lo que hemos conocido como el conflicto armado en Colombia, y lo que nos quedaría es un escenario de crimen organizado. Creo que significaría aclarar las aguas en Colombia y probablemente tendría un efecto importante en materia de descenso de la violencia y afectaciones humanitarias. Finalmente podríamos tener un país más normal, lejos de esa sombra del conflicto del cual nunca logramos salir y de esta narrativa permanente del conflicto armado de la cual no logramos escaparnos.
A menos de dos semanas de la posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia, su propuesta de reactivar los diálogos de paz con el Eln —y la disposición de hacerlo expresada por esta guerrilla— sigue despertando expectativas en el país.
Pese a que han sido infructuosos los intentos que desde la década de 1990 se han adelantado para finalizar el conflicto con esa organización, el escenario que abre el nuevo gobierno (que tiene la ‘paz total’ en la mira) da señales esperanzadoras para avanzar en el proceso que arrancó en la mesa de conversaciones de Quito en 2017, y que congeló el presidente Iván Duque en 2019, luego del atentado a la Escuela de Policía General Santander, en Bogotá, que dejó 22 cadetes muertos.
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Un informe de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) le puso la lupa a los desafíos de retomar las negociaciones de paz con el Eln y a las decisiones claves que habrá que tomar a nivel internacional, nacional y local para poner en marcha los diálogos nuevamente. Temas como la participación de la sociedad civil en las conversaciones, la idea de mantener las armas como garantía de que se implementará lo acordado, el abandono del secuestro, la necesidad de una consulta al interior de la guerrilla —cuya ‘línea dura’ se fortaleció en medio de la estadía de la comandancia en Cuba—, la desconfianza que generaron en el Eln las trabas en la implementación del acuerdo de paz con las Farc, y el restablecimiento de relaciones con Venezuela aparecen entre los retos identificados por la fundación.
Sin embargo, como señala en diálogo con Colombia+20 María Victoria Llorente, directora de la FIP, el ambiente de la negociación con la presidencia de Petro parece dar buenas luces y, si se logra un acuerdo de paz con el Eln, significaría “un cierre de lo que hemos conocido como el conflicto armado en Colombia”. Eso sí, advierte que es “absolutamente indispensable” la cooperación del régimen de Nicolás Maduro, en tanto el Eln se ha consolidado como una guerrilla binacional, y asegura que la negociación —a diferencia “de lo que piensan los más entusiastas”— no será corta.
El Eln intentó negociar con presidentes como Gaviria, Samper, Pastrana, Uribe y Santos. ¿Por qué esta vez, con Petro, el diálogo puede ser diferente, y quizás ahora sí llegar a buen puerto?
Lo primero es que hay un escenario estratégico distinto en términos, por ejemplo, de que las negociaciones anteriores se dieron a la sombra de diálogos con las Farc —que siempre fueron priorizadas por los gobiernos—, o como en el periodo de César Gaviria, fueron conjuntas, a través de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.
Otro punto es que el Eln siempre ha sido una organización difícil en cuanto a la negociación porque no es típica, entre el grupo y el Gobierno o Estado, sino que negocian en función de la población, y el tema de la participación y de que la población debe hacer parte es relevante. En el Gobierno electo eso pareciera que está conectado: se ha hablado de diálogos territoriales vinculantes, está toda una iniciativa, pero la gran pregunta es cómo se va a materializar eso.
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De todas formas, el informe de la FIP advierte que puede haber tensiones con Petro. ¿Por qué?
Por un lado, hay una tensión alrededor de la idea de que llegó la izquierda al poder y de cierta manera queda copada la agenda de cambios del Eln. Eso no necesariamente es así porque, aunque el Gobierno electo quiere hacer muchos cambios, no se sabe qué tantos pueda hacer, sobre todo a nivel territorial, que es donde hay mayores intereses para el Eln.
Pero hay otros temas, ligados al ADN del Eln, que pueden generar dificultades...
Sí, uno de esos es cómo se va a aclarar el tema de las armas. Pareciera que es inamovible para el Eln mantener las armas hasta tanto no se produzcan transformaciones, pero estas toman tiempo, porque varias son estructurales. Además, creo que hay visión temporal distinta, porque el Gobierno y las personas que son afines al Pacto Histórico y los grupos que han promovido la negociación con el Eln, están viendo el tema como algo que se resuelve pronto, retomando los diálogos hace cuatro años, y no están avizorando obstáculos, pero el Eln de hoy es distinto al de hace cuatro años.
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¿Cuáles son los principales cambios desde que se adelantaron esos diálogos hasta la actualidad?
El Eln está más empoderado en algunas regiones, ha ampliado su capacidad militar, es un Eln que tiene un componente binacional muy importante al otro lado de la frontera (ya no como antes, que era una retaguardia, sino que tiene un aparato militar ligado a intereses propios de Venezuela, que defiende la revolución bolivariana, que tiene campamentos y que incluso está compuesta por venezolanos que han sido reclutados).
Por otro lado está el tema del involucramiento del Eln con el narcotráfico: aunque insisten en que eso no es así, hay varios integrantes pedidos en extradición. Otro punto que no es menor es la situación territorial, donde tenemos estos enfrentamientos con distintos actores, con afectaciones humanitarias muy graves, en donde vamos a ver si es posible avanzar en acuerdos humanitarios que han venido pidiendo las poblaciones en distintas zonas, que permitan ir generando un clima para avanzar en las negociaciones.
Como menciona, la presencia del Eln en Venezuela es un tema clave. ¿Es indispensable el apoyo del régimen de Nicolás Maduro para esta negociación?
Creemos que es indispensable. La negociación con las Farc, por ejemplo, no habría sido posible sin la intervención de Hugo Chavez indicando que no iba más el interés de mantener en su territorio un grupo que desestabilizara a la región y a Colombia, porque ya no había prácticamente motivos: la izquierda estaba ascendiendo en toda la región por vía democrática y un grupo guerrillero se veía anacrónico. Hoy en día, uno sí vería que es absolutamente indispensable. No hay ninguna posibilidad de avanzar en una negociación si no hay cooperación con el Gobierno de Maduro. Esto no quiere decir que el “castrochavismo” llegó a Colombia ni nada por el estilo, sino que es de interés nacional tener esa relación, no solo por el diálogo, sino porque hay temas binacionales y de la frontera que requieren urgentemente de esa relación. El gobierno electo ha sido bastante cauto en profundizar cómo se va a dar eso, pero ha mandado señal de que se hará, y tiene que ser así.
“Pareciera que es inamovible para el Eln mantener las armas hasta tanto no se produzcan transformaciones”
María Victoria Llorente, directora de la FIP
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¿En qué temas de la negociación es crucial la ayuda de Venezuela?
Es una pregunta difícil de contestar, pero para empezar, hay que aclarar hasta dónde van a respaldar o no al Eln. No me alinearía con el decir que ellos están apoyando irrestrictamente al Eln en su territorio, aunque pareciera que así es. El Eln tiene un ideario de defensa de revolución bolivariana y hay una serie de asuntos de mucha afinidad con Venezuela, por eso es imperativo que se mande una señal de que están apoyando el proceso y no van a seguir conexando con la presencia de ellos en su territorio. Es muy difícil, porque en la zona de frontera no es tan claro el nivel de control territorial del régimen, es una zona donde los militares están involucrados en la explotación minera y confluyen intereses económicos, y uno si se pregunta qué tanto poder tiene verdaderamente el régimen frente a posibilidad de enviarle mensajes de “acá no van más” al Eln. Ese es uno de los temas más importantes: que el Eln se vea disuadido y vea que no la tiene fácil en el país vecino. También eso abre la duda de qué le va a implicar eso al gobierno Petro, de cuál es la contraprestación para el Gobierno de Maduro.
Varios comandantes del Eln siguen en Cuba y están desconectados de los frentes y estructuras. Se ha hablado de una consulta interna, ¿cómo sería eso?
Sí, y en los últimos cuatro años se ha fortalecido el poder de los comandantes que siguen en Colombia. Por la forma asamblearia del Eln, bajo la cual las decisiones se toman por consenso, se requería sí o sí algún proceso de consulta al interior de la organización, y eso puede tomar algún tiempo. Aún no es claro cómo se va a gestionar, pero eso se hizo con las Farc, y es algo que el gobierno tendrá que facilitar. Lo que queremos señalar es que aunque hay asuntos en el ambiente que hacen pensar que este proceso tiene elementos que dan esperanzas, no creemos que se vaya a resolver tan rápido, y hay que recordar que estamos en una sociedad que no quiere a estos grupos.
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¿Qué tan sólido está el Comando Central (Coce) y qué tanto margen de riesgo hay de que surjan disidentes a la negociación?
Por la experiencia propia y de otros países de mundo, lo más seguro es que haya disidencias, como siempre las ha habido. Vamos a ver cómo sale la iniciativa de la paz total, si se logran desactivar todos los focos de violencia. Tenemos organizaciones, incluido el Eln, que cada vez están más relacionadas a un escenario de crimen organizado y abandonando la esfera del conflicto armado. La probabilidad de disidencias es alta, por la misma configuración del Eln, pero en general siempre ha sido positivo que se logre desarmar y desactivar grupos al margen de la ley con este tipo de negociaciones y siempre ha tenido impactos positivos sobre los niveles de violencia, que hoy en día desafortunadamente están creciendo en varias zonas.
¿Y qué hacer si el Eln quiere dialogar en medio de la guerra, de la resistencia armada?
Así se negoció con las Farc. El mismo presidente electo ha hablado sobre un cese al fuego bilateral, que siempre se ha utilizado como medida de construcción de confianza, pero faltará ver cómo es que el gobierno materializa eso. Pareciera que la señal es que ese tema no va a impedir la negociación o a ser una exigencia previa. Nosotros planteamos la posibilidad de tener una comisión accidental para que el cese al fuego no sea un obstáculo. Lo que me parece complejo es el asunto de los demás actores en disputa por el territorio, se vuelve escenario más volátil y difícil.
En el gobierno Duque hubo trabas a la negociación porque el Eln no abandonaba prácticas como el secuestro y otras violaciones de Derechos Humanos. ¿Es posible iniciar un diálogo sin un compromiso en esa materia?
Pareciera que el gobierno electo, de cierta manera, no va a poner condiciones de cese al fuego ni fin del secuestro para sentarse a negociar, pero puede también que sea parte de los actos de confianza y medidas temporales de desescalamiento. Sin embargo, uno sí pensaría que sería una buena señal para la sociedad que el Eln desista del secuestro.
El proceso de paz con las Farc —con el que el Eln tuvo muchas reservas— mostró limitaciones del Estado para cumplir y creó desconfianza en el Eln. ¿Qué diferencias se espera que esta guerrilla imponga frente al acuerdo con las Farc en esta eventual negociación?
Principalmente, que esto no es una negociación entre las cúpulas, sino con la sociedad civil, que debe tener un rol de participación y debe conectarse con la agenda. Lo segundo, definir cuáles son las agendas de cambio, que no creo que sean a nivel nacional, como la Reforma Rural Integral, sino de cambio territorial, y eso puede variar entre una región y otra. Quizá el único asunto del orden nacional es la política mineroenergética, sobre la cual el Eln siempre ha tenido una postura. Otra diferencia es el rol de la iglesia, que no fue tan significativo en el proceso con las Farc, pero que hoy está muy activa en temas humanitarios y con un compromiso claro frente a coadyuvar en el proceso con el Eln. El punto que me parece más complicado es cuál va a ser el modelo de justicia transicional. El canciller nombrado, Álvaro Leyva, habló de que se iba a necesitar una Comisión de la Verdad para el Eln, pero la duda principal es si se necesita otra JEP o si se puede abrir, porque hay restricciones grandes en ese campo. Hay que esperar a ver cómo el nuevo gobierno arma una institucionalidad para la negociación. Y bueno, también está el tema que ya mencioné sobre qué hacer con las armas.
Para las otrora Farc también había una postura de conservar las armas al inicio del proceso, pero cambió...
Hay que recordar que con las Farc -y lo dicen los comandantes que ya están en la vida pública y en la política- ellos decían que el tema de las armas también era inamovible, pero desde la agenda del comienzo, de la primera fase secreta, ya se había acordado que iban a entregar las armas en un punto. Con el Eln eso aún es una incógnita.
El informe habla de decisiones claves en distintos niveles. ¿Cuál es la acción más urgente en el ámbito internacional?
Lo primero es resolver todo el tema con Cuba: los protocolos, cuál va a ser la configuración para el respaldo internacional con los países garantes y acompañantes, si se va a enviar de vuelta a los jefes negociadores o se va a continuar en Cuba, todo eso, que además es una deuda con Cuba, que ha ayudado mucho en esto y quedó internacionalmente con la imagen de ser “protectora de terroristas”. El siguiente tema fundamental es Venezuela, una vez actualicemos los protocolos, hay que ver cómo se va a ir restableciendo las relaciones y qué hoja de ruta se plantea. La última, que no es menor, es la relación con Estados Unidos, que pareciera que va a apoyar el proceso de paz. El presidente Joe Biden ha enviado señales muy positivas, pero no deja de ser inquietante, además porque para Estados Unidos la prioridad sigue siendo el narcotráfico.
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¿Y a nivel nacional?
Lo más urgente es, primero, definir cuál va a ser la institucionalidad, el equipo negociador y las fichas del proceso, y luego, la consulta interna del Eln, que es indispensable. Lo otro es que hay estructuras del Eln bastante criminalizadas, que no se sabe cómo quieran jugarle al proceso, y habrá que ver cuál va ser la estrategia militar de disuasión al Eln.
Vamos a lo local. De esto se ha hablado menos...
Planteamos dos puntos básicos: primero, cómo se desescala el conflicto en las zonas donde hay disputas, afectaciones humanitarias graves, cómo se logran acuerdos humanitarios que están pidiendo a gritos las comunidades y en los que la Iglesia está jugando un rol importante. Ya hay procesos en marcha de mesas humanitarias en varios departamentos y hay que ver cómo se puede avanzar para lograr que se desescale la violencia y la afectación, que se dé un respiro y una posibilidad al acuerdo de paz, y sobre todo a que se hagan procesos de participación abiertos y transparentes, porque no se puede hacer eso en lugares donde las personas son declaradas objetivo militar y donde a las comunidades se les utiliza como mecanismo de retaliación. Hay que ver también si las propuestas de participación de la negociación del 2016 se van a usar y si esas son las metodologías que se necesitan. En fin, hay muchas preguntas que requieren de método, estructura y recursos. Eso no se puede dar a la topa tolondra.
Si esta negociación sale bien y se logra el fin del conflicto con el Eln, ¿qué significaría para el país?
Voy a decir algo que puede ser controversial para algunos, y es que el Eln es la única organización guerrillera que queda en este hemisferio, así se haya transformado. Lograr el acuerdo de paz con el Eln sería un cierre de lo que hemos conocido como el conflicto armado en Colombia, y lo que nos quedaría es un escenario de crimen organizado. Creo que significaría aclarar las aguas en Colombia y probablemente tendría un efecto importante en materia de descenso de la violencia y afectaciones humanitarias. Finalmente podríamos tener un país más normal, lejos de esa sombra del conflicto del cual nunca logramos salir y de esta narrativa permanente del conflicto armado de la cual no logramos escaparnos.