¿Por qué Brahian Rojas terminó ahogado en el río Cauca en el marco del paro nacional?
Aunque no asistió a las manifestaciones del paro, terminó en medio de una revuelta. Testigos aseguran que fue golpeado por la Policía. Su familia pide a la Fiscalía que esclarezcan los hechos.
Casi todos los días, después del trabajo, Brahian Gabriel Rojas se iba hasta el puente Francisco Jaramillo Ochoa a pasar la tarde con sus amigos y hermano mayor. Desde este lugar del municipio de La Virginia (Risaralda), a 43 minutos de Pereira, veía caer la tarde sobre el río Cauca para tomar fuerzas, ‘recochar’ y al día siguiente levantarse temprano a cumplir con su oficio de ebanista. Pero el pasado 28 de abril, ya no hubo risas en la orilla del descanso.
Brahian, de 26 años, no prendía el televisor y tampoco estaba enterado de las noticias, así que no tenía idea de que ese día, en el puente, se congregaría una marcha en el marco del paro nacional. Miles de personas se reunieron para rechazar la decisión del presidente Iván Duque de proponer una reforma tributaria en medio de la pandemia que, consideraban, iba en contra de sus bolsillos ya vacíos. A las 5:30 p.m., la protesta, como casi siempre sucede en Colombia cuando está el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), terminó en revuelta.
(Lea también: La “legítima defensa” y otras propuestas del uribismo y empresarios en Pereira para frentear el paro nacional)
Según testigos, los policías lanzaron gases lacrimógenos y la gente comenzó a correr. Algunos decidieron refugiarse debajo del puente, donde estaba Brahian con sus amigos y su hermano. Detrás de los manifestantes llegó la Policía, que empezó a atacar a todos indiscriminadamente. “A mi hermano mayor lo golpearon, le rompieron la parte del pómulo. La espalda la tiene llena de morados, de golpes. Pero él se alcanzó a soltar y salió corriendo por la parte de la avenida. Cuando Brahian intentó correr, lo cogieron y lo llevaron hasta la orilla del río. Ahí le golpearon”, relata Thalía Rojas, hermana de Brahian.
Quienes estaban allí le dijeron a la familia Rojas que los policías golpearon tanto a Brahian que él se asustó y cuando se zafó se lanzó al caudaloso río Cauca, que esa noche estaba crecido por la lluvia que no cesaba. Thalía cuenta que, de acuerdo con la información que han podido recolectar, “estando él en el río, él intentó acercarse a la orilla, pero no logró agarrarse. Los policías le apuntaron con una linterna, pero ahí se hundió y no volvieron a saber de él”.
“Ese río es muy traicionero”, dice Thalía. Pero lo cierto es que tampoco hubo una reacción inmediata de las autoridades: “¿Uno que espera de la Policía? que por lo menos lo saquen de ese río, pero eso no pasó. Lo dejaron ahí en el Cauca y luego nadie lo buscó. Ni siquiera reportaron el hecho”. Esa noche, el otro hermano que pudo escaparse llegó a la casa a la 1:00 a.m. asustado y alertando a la familia sobre lo que pasó.
“Esa noche no fuimos a buscarlo. Nos dijeron en la Policía que tenían que pasar 72 horas porque había desaparecido, pero eso no nos importó y seguimos buscándolo. De hecho, fuimos nosotros quienes llamamos a los bomberos y al final lo terminamos encontrando”, asegura Thalía. Luego fueron a la Fiscalía a reportar el caso de desaparición, pero tampoco recibieron ayuda.
Los bomberos fueron los únicos que actuaron con rapidez. Desde el punto de La Virginia hasta los municipios por los que pasa el río Cauca hacia Antioquia se llamaron unos a otros para empezar con la búsqueda de Brahian. Pasaron días, pero nadie reportaba pistas de dónde podría estar. Sólo hasta el 4 de mayo, los bomberos del municipio de Sabanalarga, en Antioquia, anunciaron que rescataron un cuerpo que estaba justo en la entrada de la represa de Hidroituango.
A la familia le parecía imposible que “hubiese llegado tan arriba”, pues la distancia es de 300 kilómetros, pero de todas formas le pidieron a los bomberos verificar si la persona que hallaron tenía dos tatuajes, medía 1.70 y de contextura delgada. Hace un par de meses, Brahian se había tatuado unas alas en la parte baja del cuello y una caricatura de Sam Bigotes en la pantorrilla.
Uno de los bomberos que participó en el operativo de búsqueda asegura que a través de los tatuajes pudieron identificarlo y así entregarlo a la familia: “Su cuerpo llegó muy deteriorado. Junto a él había otra persona que no ha sido identificada. El comandante de bomberos los sacó y luego los entregaron a la Sijín de Santa Fé de Antioquia, para que luego fueran llevados a Medicina Legal en Medellín”.
Thalía dice que apenas se enteraron que era Brahian, enviaron a su hermano menor a Medellín: “Él fue a buscarlo. Lo extraño es que nunca le permitieron verlo en ese momento para reconocerlo. Le hicieron la necropsia y nos dijeron que los resultados nos los entregaban en 30 días. Luego nos dieron el cuerpo y nos tocó pagar el traslado que nos costó un millón porque no lo cubría la funeraria. Le pedimos ayuda económica al alcalde de La Virginia, pero nada. Ni siquiera me llamaron para indagar en la investigación”.
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Luego la familia Rojas llamó a la Fiscalía para contarles que encontraron a Brahian y esperaban que pronto pudieran adelantar la investigación, sin embargo, diez días después del hallazgo no han recibido una sola llamada de los fiscales que supuestamente le iban a asignar al caso. Colombia+20 intentó hablar con el ente investigador, pero al cierre de esta edición no dieron respuesta. Igualmente, hasta el momento, no ha habido un pronunciamiento oficial de la Policía sobre este caso.
La madre y el padre de Brahian no fueron al velorio de su hijo. No han asimilado que murió en esas condiciones y que, además, la Policía lo hubiese golpeado antes. Para Thalía, ni él ni quien esté en las marchas debería ser golpeado por quien, se supone, debe protegerlos: “¿Qué importa si mi hermano estaba marchando o no? En el marco de esas manifestaciones murió. Él saltó al río por miedo, porque le estaban dando duro entre varios policías. Y lo peor es que no estaba metido en eso. No le interesaba nada de eso. No conocía bien de política ni de leyes. Ni siquiera veía noticieros, no sabía las razones de las marchas”.
A Brahian lo recuerda como un joven trabajador, juicioso y tranquilo. No terminó el colegio, porque sabía a qué se quería dedicar desde pequeño. Quería seguir los pasos de su padre que se dedicaba a modelar y pintar la madera. Brahian era delgado, de tez blanca, con pelo castaño, ojos claros y, agrega su hermana, “una sola risa”. Una risa que ya no resonará a las orillas del Cauca.
Casi todos los días, después del trabajo, Brahian Gabriel Rojas se iba hasta el puente Francisco Jaramillo Ochoa a pasar la tarde con sus amigos y hermano mayor. Desde este lugar del municipio de La Virginia (Risaralda), a 43 minutos de Pereira, veía caer la tarde sobre el río Cauca para tomar fuerzas, ‘recochar’ y al día siguiente levantarse temprano a cumplir con su oficio de ebanista. Pero el pasado 28 de abril, ya no hubo risas en la orilla del descanso.
Brahian, de 26 años, no prendía el televisor y tampoco estaba enterado de las noticias, así que no tenía idea de que ese día, en el puente, se congregaría una marcha en el marco del paro nacional. Miles de personas se reunieron para rechazar la decisión del presidente Iván Duque de proponer una reforma tributaria en medio de la pandemia que, consideraban, iba en contra de sus bolsillos ya vacíos. A las 5:30 p.m., la protesta, como casi siempre sucede en Colombia cuando está el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), terminó en revuelta.
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Según testigos, los policías lanzaron gases lacrimógenos y la gente comenzó a correr. Algunos decidieron refugiarse debajo del puente, donde estaba Brahian con sus amigos y su hermano. Detrás de los manifestantes llegó la Policía, que empezó a atacar a todos indiscriminadamente. “A mi hermano mayor lo golpearon, le rompieron la parte del pómulo. La espalda la tiene llena de morados, de golpes. Pero él se alcanzó a soltar y salió corriendo por la parte de la avenida. Cuando Brahian intentó correr, lo cogieron y lo llevaron hasta la orilla del río. Ahí le golpearon”, relata Thalía Rojas, hermana de Brahian.
Quienes estaban allí le dijeron a la familia Rojas que los policías golpearon tanto a Brahian que él se asustó y cuando se zafó se lanzó al caudaloso río Cauca, que esa noche estaba crecido por la lluvia que no cesaba. Thalía cuenta que, de acuerdo con la información que han podido recolectar, “estando él en el río, él intentó acercarse a la orilla, pero no logró agarrarse. Los policías le apuntaron con una linterna, pero ahí se hundió y no volvieron a saber de él”.
“Ese río es muy traicionero”, dice Thalía. Pero lo cierto es que tampoco hubo una reacción inmediata de las autoridades: “¿Uno que espera de la Policía? que por lo menos lo saquen de ese río, pero eso no pasó. Lo dejaron ahí en el Cauca y luego nadie lo buscó. Ni siquiera reportaron el hecho”. Esa noche, el otro hermano que pudo escaparse llegó a la casa a la 1:00 a.m. asustado y alertando a la familia sobre lo que pasó.
“Esa noche no fuimos a buscarlo. Nos dijeron en la Policía que tenían que pasar 72 horas porque había desaparecido, pero eso no nos importó y seguimos buscándolo. De hecho, fuimos nosotros quienes llamamos a los bomberos y al final lo terminamos encontrando”, asegura Thalía. Luego fueron a la Fiscalía a reportar el caso de desaparición, pero tampoco recibieron ayuda.
Los bomberos fueron los únicos que actuaron con rapidez. Desde el punto de La Virginia hasta los municipios por los que pasa el río Cauca hacia Antioquia se llamaron unos a otros para empezar con la búsqueda de Brahian. Pasaron días, pero nadie reportaba pistas de dónde podría estar. Sólo hasta el 4 de mayo, los bomberos del municipio de Sabanalarga, en Antioquia, anunciaron que rescataron un cuerpo que estaba justo en la entrada de la represa de Hidroituango.
A la familia le parecía imposible que “hubiese llegado tan arriba”, pues la distancia es de 300 kilómetros, pero de todas formas le pidieron a los bomberos verificar si la persona que hallaron tenía dos tatuajes, medía 1.70 y de contextura delgada. Hace un par de meses, Brahian se había tatuado unas alas en la parte baja del cuello y una caricatura de Sam Bigotes en la pantorrilla.
Uno de los bomberos que participó en el operativo de búsqueda asegura que a través de los tatuajes pudieron identificarlo y así entregarlo a la familia: “Su cuerpo llegó muy deteriorado. Junto a él había otra persona que no ha sido identificada. El comandante de bomberos los sacó y luego los entregaron a la Sijín de Santa Fé de Antioquia, para que luego fueran llevados a Medicina Legal en Medellín”.
Thalía dice que apenas se enteraron que era Brahian, enviaron a su hermano menor a Medellín: “Él fue a buscarlo. Lo extraño es que nunca le permitieron verlo en ese momento para reconocerlo. Le hicieron la necropsia y nos dijeron que los resultados nos los entregaban en 30 días. Luego nos dieron el cuerpo y nos tocó pagar el traslado que nos costó un millón porque no lo cubría la funeraria. Le pedimos ayuda económica al alcalde de La Virginia, pero nada. Ni siquiera me llamaron para indagar en la investigación”.
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Luego la familia Rojas llamó a la Fiscalía para contarles que encontraron a Brahian y esperaban que pronto pudieran adelantar la investigación, sin embargo, diez días después del hallazgo no han recibido una sola llamada de los fiscales que supuestamente le iban a asignar al caso. Colombia+20 intentó hablar con el ente investigador, pero al cierre de esta edición no dieron respuesta. Igualmente, hasta el momento, no ha habido un pronunciamiento oficial de la Policía sobre este caso.
La madre y el padre de Brahian no fueron al velorio de su hijo. No han asimilado que murió en esas condiciones y que, además, la Policía lo hubiese golpeado antes. Para Thalía, ni él ni quien esté en las marchas debería ser golpeado por quien, se supone, debe protegerlos: “¿Qué importa si mi hermano estaba marchando o no? En el marco de esas manifestaciones murió. Él saltó al río por miedo, porque le estaban dando duro entre varios policías. Y lo peor es que no estaba metido en eso. No le interesaba nada de eso. No conocía bien de política ni de leyes. Ni siquiera veía noticieros, no sabía las razones de las marchas”.
A Brahian lo recuerda como un joven trabajador, juicioso y tranquilo. No terminó el colegio, porque sabía a qué se quería dedicar desde pequeño. Quería seguir los pasos de su padre que se dedicaba a modelar y pintar la madera. Brahian era delgado, de tez blanca, con pelo castaño, ojos claros y, agrega su hermana, “una sola risa”. Una risa que ya no resonará a las orillas del Cauca.