Un llamado a que la verdad del conflicto en el Huila no sea un campo de disputa
En el evento Hablemos de Verdad en Neiva, voces de diversas posiciones políticas y sociales hablaron sobre la importancia de construir un relato de la guerra basado en la reconciliación y la despolarización, no sobre el dolor. La verdad, para quienes allí hablaron, es necesaria en una región que poco ha reflexionado sobre los estragos de la violencia.
Colombia en Transición
No hay una receta para que alguien perdone a quién le mató a sus hijos o lo secuestró. Tampoco hay un manual para que excombatientes y víctimas logren la reconciliación. Nada está dicho, es un proceso y una decisión individual. Para algunos y algunas, dar un primer paso significa sentarse a escuchar a quien fue su victimario, sin armas ni uniformes que intimiden, de igual a igual. Eso puede significar, en algunos casos, reconocer la humanidad en el otro. Hay quienes deciden no perdonar y quieren todo el peso de la justicia, hay otros para los que conocer toda la verdad es la única forma de perdonar y sentir tranquilidad.
(Lea: El testimonio de un sobreviviente de falsos positivos en el Huila)
En el Huila, ese ejercicio de escuchar al otro, al “enemigo”, al victimario, pocas veces se ha realizado. Es más, también han sido prácticamente nulas las veces en las que las Farc, en proceso de reincorporación después de haber firmado el acuerdo de paz, han pedido perdón y han aceptado responsabilidades. La extinta guerrilla, a diferencia de otros lugares de Colombia donde hubo confluencia de varios actores armados, fue hegemónica en el Huila con dos frentes del Bloque Alfonso Cano y seis del Bloque Sur durante cuatro décadas. Fueron los responsables de casos de extorsión y secuestro de caficultores, arroceros, comerciantes y ganaderos del departamento, pero también de asesinatos y desapariciones contra la población civil.
Este miércoles varias de las víctimas de la guerrilla pudieron escuchar a un excombatiente durante el encuentro Hablemos de Verdad, realizado por Colombia 2020 de El Espectador, en asocio con la Embajada de Alemania en Colombia y la Embajada de la Unión Europea, en Neiva. Durante toda la mañana estuvieron presentes Lucena Ibarra, víctima de la masacre de los concejales de Rivera; Rosana Rojas, madre y esposa de dos secuestrados y desaparecidos por las Farc y Aníbal Rodríguez, presidente de Camacol Huila y también víctima de secuestro. Allí se vieron por primera vez con Ronald Rojas, quien estuvo en armas con esta exguerrilla durante veinte años bajo el alias de “Ramiro Durán” y ahora se encuentra en proceso de reincorporación en este departamento.
“Llevo 21 años en búsqueda de la verdad, de a dónde se llevaron a mi esposo y mi hijo, si están vivos o muertos o que me entreguen sus restos, para nosotros cerrar ese capítulo como familia”, aseguró Rosana, quien además contó: “Visité los campamentos del “Mono Jojoy”, de “Marulanda” y el “negro Acacio”, pero nunca fue posible que me dijeran por qué se los llevaron”. Así increpó a Ronald, quien anotó todos los detalles de su relato y le prometió ayudarla en su búsqueda y en encontrar las respuestas que ha esperado por años.
Lucena Ibarra, hija del concejal Luis Ernesto Ibarra, asesinado por la columna Teófilo Forero, al mando de Hernán Dario Velásquez, el “Paisa”, junto a otros ocho ediles el 27 de febrero de 2006, le preguntó a Ronald las razones de esta masacre. Si hubo intereses políticos y económicos que la motivaron y quién dio la orden. Ante estas preguntas, él le respondió: “Voy a ser muy sincero con ustedes: yo siento que en los compañeros que tienen verdad hay hermetismo frente a la masacre de Rivera. Tenemos una gran dificultad para el Huila hoy y es que gran parte, quizás el 100% de la verdad, se fue con quien fue el comandante de la Columna Móvil Teófilo Forero, el “Paisa Óscar” se llevó a la clandestinidad muchas verdades". Aseguró también que sí hubo intereses, pero no quiso referirse al tema en profundidad, pero sí sostuvo que el “éxito” de una operación militar en la guerra dependía del nivel de información, que no era obtenida en el campamento, sino que llegaba desde Neiva. “A veces era el mismo amigo el que nos inducía a hacer el daño”, y pidió que para hallar la verdad no solo exijan respuestas de los actores armados, sino también de aquellas personas que nunca portaron un uniforme, pero estuvieron implicadas de alguna manera.
Ibarra agregó que “falta compromiso” de parte de los actores armados, pero también del Estado colombiano que hasta ahora no los ha apoyado: “Hemos pedido que nos escuchen, pero esto ha quedado en silencio. Hemos pedido apoyo al Gobierno. Y no económico, sino en estudio, trabajo digno, estabilidad. Pero tampoco hay respuesta”.
(Vea: “En Huila las Autodefensas no tuvieron apoyo de los empresarios”: Camacol)
Aníbal Rodríguez, presidente de Camacol, reconocido empresario del sector de la construcción, quien fue secuestrado con su esposa y sus tres hijos en el asalto al edificio Miraflores, de Neiva, el 26 de julio de 2001, ya pasó por el perdón. Durante la campaña del plebiscito por la paz impulsó el “Sí” aunque en la región ganó el “No”, pero él es firme en defender procesos de reconciliación y construcción de paz. “Detrás de la tragedia de cada familia hay una verdad”, dijo, “lo más importante es cómo contribuimos al esclarecimiento de la verdad y cómo a través de ella podremos construir una sociedad mejor”.
Estigmatización y prejuicios
Rodríguez también destacó que, aunque hubo muchos intentos, ni las Farc ni paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) tuvieron eco en el territorio y eso marcó la diferencia con el resto del país. Quizá por eso, advirtió, hoy viven en Huila en una “relativa tranquilidad que no podemos dejar perder”. Agregó que la falta de eco se dio en gran parte porque en la región hay pequeños y medianos productores, no grandes comerciantes que pudieran financiar la guerra.Así también lo aseguró la directora del Comité de Ganaderos del Huila, Luceni Muñoz, quien estuvo sentada en la mesa de diálogo para hablar sobre el papel de este gremio en el conflicto armado. Para ella la verdad de la guerra en esta región significa derribar prejuicios, es decir, que la estigmatización sobre este gremio no ha permitido la reconciliación en la zona. La percepción, dijo, es que todos los ganaderos son uribistas y no es así, cada cual trabaja para darle ingresos a sus familias. “Muchos han cambiado y ahora le han dado trabajo a excombatientes”, agregó.
El fútbol unió a antiguos enemigos de guerra
Un ejemplo de reconciliación se dio entre Ronald Rojas y Óscar Montealegre, excombatiente del Bloque Central de las AUC, quien también participó en el encuentro Hablemos de Verdad. Los paramilitares no tuvieron control sobre esta zona, porque los dos intentos de llegada, en 1998 y 2001, por orden de Carlos Castaño para cometer homicidios selectivos, según lo contó Oscar Montealegre, fueron frustrados por las autoridades. Sin embargo, desde muy joven, Montealegre cultivó el odio hacia las Farc después del asesinato de sus padres cuando él tenía cuatro años.
Ya desmovilizado, conoció a Ronald Rojas, de Farc, por ejercicios de reconciliación que se estaban dando en el Huila. Se sentó a almorzar junto a Ronald y su esposa, exguerrillera también, y se confesaron el odio, pero también el miedo que se sentían mutuamente. Los paramilitares habían asesinado a la familia de “la cacica”, como se hizo llamar en la guerra la esposa de Ronald. Por eso ella ingresó a las Farc.
En esa charla los tres se dieron cuenta que sus razones para entrar a la guerra habían sido las mismas. Reconocieron esa humanidad que hay en el otro y que el odio muchas veces no deja ver. Pero también notaron que el fútbol era algo que ya los había unido. Cada cual había viajado hasta Barranquilla, el mismo día y por la misma ruta, para ver un partido entre Colombia y Brasil. Incluso compartieron la misma tribuna. “Si en ese momento hubiéramos sabido de la presencia del otro, seguramente nos hubiéramos matado. Hoy, intercambiamos las camisetas de nuestros equipos”.
(Vea: El fútbol une a un exparamilitar y un excomandante de las Farc)
Y así fue. En medio del encuentro, después de un abrazo, Oscar le entregó su camiseta del Nacional a Ronald, y este le entregó la del Huila. “En Colombia hay gente que se mata por una camiseta de fútbol”, afirmó Rojas. “Nosotros, que fuimos guerrillero y paramilitar queremos demostrar que este es un motivo de unión y reconciliación”. Ambos ahora comparten una gran amistad y trabajan en una campaña con hinchas del Nacional para evitar más muertes en los estadios.
El silencio sobre lo que ocurrió en tiempo de guerra en el Huila ha sido la práctica más común. La verdad hasta ahora está atreviéndose a salir a la luz, en medio de un ambiente de polarización y odio. El llamado, para quienes estuvieron sentados en la mesa es a que se derriben los prejuicios y a que, como sociedad, estemos dispuestos a escuchar al otro, aunque sea diferente a nosotros. Es necesario abrir esos silencios, reconocer responsabilidades, de quienes estuvieron armados y quienes no, y construir un nuevo relato de esperanza y paz aunque nos tome un largo tiempo.
No hay una receta para que alguien perdone a quién le mató a sus hijos o lo secuestró. Tampoco hay un manual para que excombatientes y víctimas logren la reconciliación. Nada está dicho, es un proceso y una decisión individual. Para algunos y algunas, dar un primer paso significa sentarse a escuchar a quien fue su victimario, sin armas ni uniformes que intimiden, de igual a igual. Eso puede significar, en algunos casos, reconocer la humanidad en el otro. Hay quienes deciden no perdonar y quieren todo el peso de la justicia, hay otros para los que conocer toda la verdad es la única forma de perdonar y sentir tranquilidad.
(Lea: El testimonio de un sobreviviente de falsos positivos en el Huila)
En el Huila, ese ejercicio de escuchar al otro, al “enemigo”, al victimario, pocas veces se ha realizado. Es más, también han sido prácticamente nulas las veces en las que las Farc, en proceso de reincorporación después de haber firmado el acuerdo de paz, han pedido perdón y han aceptado responsabilidades. La extinta guerrilla, a diferencia de otros lugares de Colombia donde hubo confluencia de varios actores armados, fue hegemónica en el Huila con dos frentes del Bloque Alfonso Cano y seis del Bloque Sur durante cuatro décadas. Fueron los responsables de casos de extorsión y secuestro de caficultores, arroceros, comerciantes y ganaderos del departamento, pero también de asesinatos y desapariciones contra la población civil.
Este miércoles varias de las víctimas de la guerrilla pudieron escuchar a un excombatiente durante el encuentro Hablemos de Verdad, realizado por Colombia 2020 de El Espectador, en asocio con la Embajada de Alemania en Colombia y la Embajada de la Unión Europea, en Neiva. Durante toda la mañana estuvieron presentes Lucena Ibarra, víctima de la masacre de los concejales de Rivera; Rosana Rojas, madre y esposa de dos secuestrados y desaparecidos por las Farc y Aníbal Rodríguez, presidente de Camacol Huila y también víctima de secuestro. Allí se vieron por primera vez con Ronald Rojas, quien estuvo en armas con esta exguerrilla durante veinte años bajo el alias de “Ramiro Durán” y ahora se encuentra en proceso de reincorporación en este departamento.
“Llevo 21 años en búsqueda de la verdad, de a dónde se llevaron a mi esposo y mi hijo, si están vivos o muertos o que me entreguen sus restos, para nosotros cerrar ese capítulo como familia”, aseguró Rosana, quien además contó: “Visité los campamentos del “Mono Jojoy”, de “Marulanda” y el “negro Acacio”, pero nunca fue posible que me dijeran por qué se los llevaron”. Así increpó a Ronald, quien anotó todos los detalles de su relato y le prometió ayudarla en su búsqueda y en encontrar las respuestas que ha esperado por años.
Lucena Ibarra, hija del concejal Luis Ernesto Ibarra, asesinado por la columna Teófilo Forero, al mando de Hernán Dario Velásquez, el “Paisa”, junto a otros ocho ediles el 27 de febrero de 2006, le preguntó a Ronald las razones de esta masacre. Si hubo intereses políticos y económicos que la motivaron y quién dio la orden. Ante estas preguntas, él le respondió: “Voy a ser muy sincero con ustedes: yo siento que en los compañeros que tienen verdad hay hermetismo frente a la masacre de Rivera. Tenemos una gran dificultad para el Huila hoy y es que gran parte, quizás el 100% de la verdad, se fue con quien fue el comandante de la Columna Móvil Teófilo Forero, el “Paisa Óscar” se llevó a la clandestinidad muchas verdades". Aseguró también que sí hubo intereses, pero no quiso referirse al tema en profundidad, pero sí sostuvo que el “éxito” de una operación militar en la guerra dependía del nivel de información, que no era obtenida en el campamento, sino que llegaba desde Neiva. “A veces era el mismo amigo el que nos inducía a hacer el daño”, y pidió que para hallar la verdad no solo exijan respuestas de los actores armados, sino también de aquellas personas que nunca portaron un uniforme, pero estuvieron implicadas de alguna manera.
Ibarra agregó que “falta compromiso” de parte de los actores armados, pero también del Estado colombiano que hasta ahora no los ha apoyado: “Hemos pedido que nos escuchen, pero esto ha quedado en silencio. Hemos pedido apoyo al Gobierno. Y no económico, sino en estudio, trabajo digno, estabilidad. Pero tampoco hay respuesta”.
(Vea: “En Huila las Autodefensas no tuvieron apoyo de los empresarios”: Camacol)
Aníbal Rodríguez, presidente de Camacol, reconocido empresario del sector de la construcción, quien fue secuestrado con su esposa y sus tres hijos en el asalto al edificio Miraflores, de Neiva, el 26 de julio de 2001, ya pasó por el perdón. Durante la campaña del plebiscito por la paz impulsó el “Sí” aunque en la región ganó el “No”, pero él es firme en defender procesos de reconciliación y construcción de paz. “Detrás de la tragedia de cada familia hay una verdad”, dijo, “lo más importante es cómo contribuimos al esclarecimiento de la verdad y cómo a través de ella podremos construir una sociedad mejor”.
Estigmatización y prejuicios
Rodríguez también destacó que, aunque hubo muchos intentos, ni las Farc ni paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) tuvieron eco en el territorio y eso marcó la diferencia con el resto del país. Quizá por eso, advirtió, hoy viven en Huila en una “relativa tranquilidad que no podemos dejar perder”. Agregó que la falta de eco se dio en gran parte porque en la región hay pequeños y medianos productores, no grandes comerciantes que pudieran financiar la guerra.Así también lo aseguró la directora del Comité de Ganaderos del Huila, Luceni Muñoz, quien estuvo sentada en la mesa de diálogo para hablar sobre el papel de este gremio en el conflicto armado. Para ella la verdad de la guerra en esta región significa derribar prejuicios, es decir, que la estigmatización sobre este gremio no ha permitido la reconciliación en la zona. La percepción, dijo, es que todos los ganaderos son uribistas y no es así, cada cual trabaja para darle ingresos a sus familias. “Muchos han cambiado y ahora le han dado trabajo a excombatientes”, agregó.
El fútbol unió a antiguos enemigos de guerra
Un ejemplo de reconciliación se dio entre Ronald Rojas y Óscar Montealegre, excombatiente del Bloque Central de las AUC, quien también participó en el encuentro Hablemos de Verdad. Los paramilitares no tuvieron control sobre esta zona, porque los dos intentos de llegada, en 1998 y 2001, por orden de Carlos Castaño para cometer homicidios selectivos, según lo contó Oscar Montealegre, fueron frustrados por las autoridades. Sin embargo, desde muy joven, Montealegre cultivó el odio hacia las Farc después del asesinato de sus padres cuando él tenía cuatro años.
Ya desmovilizado, conoció a Ronald Rojas, de Farc, por ejercicios de reconciliación que se estaban dando en el Huila. Se sentó a almorzar junto a Ronald y su esposa, exguerrillera también, y se confesaron el odio, pero también el miedo que se sentían mutuamente. Los paramilitares habían asesinado a la familia de “la cacica”, como se hizo llamar en la guerra la esposa de Ronald. Por eso ella ingresó a las Farc.
En esa charla los tres se dieron cuenta que sus razones para entrar a la guerra habían sido las mismas. Reconocieron esa humanidad que hay en el otro y que el odio muchas veces no deja ver. Pero también notaron que el fútbol era algo que ya los había unido. Cada cual había viajado hasta Barranquilla, el mismo día y por la misma ruta, para ver un partido entre Colombia y Brasil. Incluso compartieron la misma tribuna. “Si en ese momento hubiéramos sabido de la presencia del otro, seguramente nos hubiéramos matado. Hoy, intercambiamos las camisetas de nuestros equipos”.
(Vea: El fútbol une a un exparamilitar y un excomandante de las Farc)
Y así fue. En medio del encuentro, después de un abrazo, Oscar le entregó su camiseta del Nacional a Ronald, y este le entregó la del Huila. “En Colombia hay gente que se mata por una camiseta de fútbol”, afirmó Rojas. “Nosotros, que fuimos guerrillero y paramilitar queremos demostrar que este es un motivo de unión y reconciliación”. Ambos ahora comparten una gran amistad y trabajan en una campaña con hinchas del Nacional para evitar más muertes en los estadios.
El silencio sobre lo que ocurrió en tiempo de guerra en el Huila ha sido la práctica más común. La verdad hasta ahora está atreviéndose a salir a la luz, en medio de un ambiente de polarización y odio. El llamado, para quienes estuvieron sentados en la mesa es a que se derriben los prejuicios y a que, como sociedad, estemos dispuestos a escuchar al otro, aunque sea diferente a nosotros. Es necesario abrir esos silencios, reconocer responsabilidades, de quienes estuvieron armados y quienes no, y construir un nuevo relato de esperanza y paz aunque nos tome un largo tiempo.